Tabasco: una tragedia bajo el agua
Las comunidades m¨¢s pobres se ahogan en la desesperanza y entre quejas de abandono tras perderlo todo en las inundaciones que azotan el sureste de M¨¦xico
El agua transform¨® la casa de Cecilio P¨¦rez en un albergue para 14 familias. Todo qued¨® arrasado. Las bananeras que ten¨ªa en el patio trasero. El corral donde guardaba a sus pollos. El refrigerador que pag¨® a plazos. Cuando se dio cuenta de lo que ven¨ªa, empotr¨® lo que pudo para ver qu¨¦ muebles se salvaban, pero lo que no qued¨® arruinado por la corriente, fue derruido por las ratas, que empezaron a mascar cables y telas tras no encontrar comida.
La casa-albergue de P¨¦rez tiene una enorme rampa de cemento que conecta la segunda planta con la carretera, un puente contra las cat¨¢strofes. No es la primera vez que la rancher¨ªa La Cruz ¨Cun pueblo en el municipio de Nacajuca, en el Estado mexicano de Tabasco¨C se inunda. ¡°Est¨¢ volviendo a subir el agua¡±, dice P¨¦rez, de 52 a?os, al darse cuenta de que hay peces diminutos nadando sobre el piso blanco de la que sol¨ªa ser su puerta de entrada y que los guajolotes que resguard¨® en la azotea hacen ruido por el chubasco que acaba de caer.
La cat¨¢strofe que azota a Tabasco est¨¢ marcada por los superlativos. Son las peores inundaciones en m¨¢s de una d¨¦cada, que han dejado casi una treintena de muertos y, al menos, 300.000 damnificados, seg¨²n el ¨²ltimo informe de datos oficiales. Es la temporada de huracanes en el Atl¨¢ntico con m¨¢s ciclones desde que empezaron los registros en 1950. Y este 2020, marcado por la pandemia m¨¢s grave en m¨¢s de un siglo, es adem¨¢s el a?o con m¨¢s lluvias del ¨²ltimo lustro en la zona donde llueve m¨¢s y que tiene los dos r¨ªos m¨¢s caudalosos del pa¨ªs: el Grijalva y el Usumacinta.
El c¨²mulo de factores confront¨® el mes pasado a las autoridades con una decisi¨®n dram¨¢tica: utilizar un sistema de obras hidr¨¢ulicas y presas para mitigar el impacto en Villahermosa, la capital y ciudad m¨¢s poblada de la regi¨®n, a cambio de sacrificar las zonas rurales de la periferia. ¡°Se perjudic¨® a la gente de Nacajuca, a los [ind¨ªgenas] chontales, a los m¨¢s pobres¡±, reconoci¨® el presidente, Andr¨¦s Manuel L¨®pez Obrador, durante un sobrevuelo por las comunidades afectadas de su Estado natal, ¡°tuvimos que optar entre inconvenientes¡±.
¡°Nos inundaron¡±, dice P¨¦rez, at¨®nito y con los ojos clavados en la carretera. Junto al camino puso un letrero improvisado con la leyenda ¡°albergue¡±, con una flecha que apunta a su casa. Quer¨ªa llamar la atenci¨®n del Ej¨¦rcito y la Marina, explica justo cuando pasa un convoy, pero dice que los apoyos no llegan. ¡°Agua s¨ª nos mandan, ayuda no¡±, reclama.
La decisi¨®n que tomaron las autoridades federales y estatales cal¨® fuerte en Nacajuca, una localidad que dio ocho de cada diez votos a la coalici¨®n del presidente en las elecciones presidenciales de 2018. ¡°Nos sentimos abandonados, aqu¨ª estamos a lo que Dios diga¡±, lamenta Jos¨¦ Sol¨ªs, de 60 a?os, poco despu¨¦s de bajar un cayuco (lancha) de su cami¨®n y empezar un acalorado debate. ¡°La verdad, yo s¨ª estoy de acuerdo con lo que se hizo, si no, se hubiera parado la econom¨ªa y hubieran empezado los recortes de personal¡±, interpela Miguel ?ngel de la O, unos 20 a?os m¨¢s joven, que se desplaza diario 30 kil¨®metros para trabajar en una f¨¢brica de Villahermosa. El mismo recorrido que hace Cecilio P¨¦rez para emplearse en una tienda de conveniencia; Manuel Obando para comprar y revender pastura, y miles de personas en Nacajuca. ¡°Aqu¨ª no hay lana [dinero], tenemos que buscarle para sobrevivir¡±, dice Obando, de 60 a?os.
El dilema se hab¨ªa decidido a?os atr¨¢s. La compuerta de El Macayo, la obra cr¨ªtica para desfogar el afluente del r¨ªo Grijalva que pasa por el campo y aliviar al brazo fluvial que pasa por la capital, se termin¨® de construir en 2013 y con, por lo menos, cuatro a?os de retraso. ¡°Las inundaciones que cosechamos hoy se sembraron hace a?os¡±, explica Miguel D¨ªaz Perera, un historiador tabasque?o especializado en desastres naturales. ¡°Los da?os se miden en cabezas de ganado y refrigeradores perdidos, por eso el criterio siempre ha sido salvar lo que econ¨®micamente es m¨¢s valioso¡±, critica.
La visi¨®n economicista condena a los m¨¢s empobrecidos y a quienes tienen m¨¢s problemas para recuperarse, que seguir¨¢n desplaz¨¢ndose a las zonas urbanas para completar el gasto hasta que llegue la pr¨®xima cat¨¢strofe. Si a las desigualdades cr¨®nicas se le suman presas que no pueden vaciarse para que no dejen de producir electricidad, una elevaci¨®n promedio de 20 metros sobre el nivel del mar y los efectos del cambio clim¨¢tico en el coraz¨®n petrolero del pa¨ªs ¡ªa la par que sigue la construcci¨®n de la nueva refiner¨ªa de Dos Bocas, a 40 kil¨®metros de Nacajuca¡ª los resultados son dram¨¢ticos. ¡°Nuestro problema no son las lluvias, son las presas y quienes las manejan¡±, afirma P¨¦rez.
¡°Cada vez que pasa algo as¨ª, vienen los pol¨ªticos a tomarse la foto y despu¨¦s se van¡±, dice molesta Lucy Hern¨¢ndez, una habitante de la localidad vecina de El Arroyo de 40 a?os, mientras ense?a un vale por 10.000 pesos (unos 500 d¨®lares) que le entreg¨® el Gobierno el mes pasado y que no ha podido cobrar. Con su casa sumergida casi dos metros en el pico de las inundaciones y un padre muerto s¨²bitamente hace una semana, Hern¨¢ndez vive desde hace m¨¢s de un mes en una casa improvisada cubierta de lonas de vinilo para frenar el viento y huir del calor, otros intentan seguir sus rutinas con el agua en las rodillas. ¡°Tenemos miedo de ir a un albergue y dejar lo poco que nos queda, hay muchos bandidos¡±, explica.
¡°En la comunidad de El Zapote, m¨¢s lejos que el resto, la carretera est¨¢ llena de establos improvisados con ganado que se aferra a la tierra y de gente sentada en sillas de pl¨¢stico a mitad del camino, entre muebles inservibles que han quedado arrumbados. Juan Obando, un dise?ador de 39 a?os, azota en el suelo lo que queda de su equipo de serigraf¨ªa y arranca col¨¦rico la espuma de un sof¨¢ arruinado. ¡°Me tengo que ir, a otro lado, a otro pa¨ªs, pero yo ya no me quedo aqu¨ª¡±, dice desesperado. La imagen satelital de su casa pinta el territorio de verde hasta que se topa con el golfo de M¨¦xico. Hoy es una laguna de aguas revueltas, un espejo que refleja n¨ªtidamente una realidad apabullante.
Con 72 horas de lluvia intensa esta semana, el agua que se hab¨ªa quedado estancada y con basura acumulada por semanas ha vuelto a caer, y quita las esperanzas de que las inundaciones bajen en los d¨ªas que vienen. ¡°Nos est¨¢ lloviendo agua contaminada y nos estamos enfermando¡±, dice Ignacia Fr¨ªas, una habitante de 63 a?os en la rancher¨ªa Corrientes, mientras ense?a las comeduras (hongos) de sus pies. Otros habitantes hablan de padecimientos como catarros, diarrea y fiebre, en medio de la angustia colectiva por la pandemia del coronavirus.
El censo de damnificados inicia este lunes para hacer el recuento de los da?os y repartir ayudas de hasta 8.000 pesos (400 d¨®lares) en casi 1.400 localidades. En los pr¨®ximos d¨ªas, L¨®pez Obrador presentar¨¢ un nuevo plan contra las inundaciones en Tabasco, un fen¨®meno que aparece cada a?o y se agrava m¨¢s o menos cada d¨¦cada. Ser¨¢ el cuarto en cuatro sexenios. Mientras sigue la pelea contra el lodo y el agua, en el horizonte se vislumbran tiempos cr¨ªticos para un Estado que, seg¨²n la organizaci¨®n Climate Central, tendr¨¢ m¨¢s de la mitad de su territorio permanentemente inundado para 2050 por el aumento de la temperatura del planeta.
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