La aislada sierra de Guerrero resiste sin m¨¦dicos a la pandemia del coronavirus
Las comunidades confinadas por los grupos armados y la falta de servicios no han registrado muertes por covid pese a carecer de atenci¨®n sanitaria
La puerta del centro de salud improvisado de M¨¦dicos sin Fronteras (MSF) rechina al abrirse y levanta una nube de polvo. Lleva cerrada dos meses, desde la ¨²ltima visita de los sanitarios. Entre los armarios con medicamentos viejos y vacunas caducadas, el equipo se apresura a montar la consulta en la oscura habitaci¨®n de cemento enmohecido. Fuera, los pocos habitantes de esta regi¨®n al oeste de la sierra de Guerrero, cerca de la frontera con Michoac¨¢n, sortean los retenes de los grupos armados para sentarse en la sala de espera, ansiosos por poder ver a un doctor despu¨¦s de tanto tiempo. A Jos¨¦ P¨¦rez, un agricultor que viene a una revisi¨®n, se le escapa una leve tos que alerta a un m¨¦dico. Con un gesto calmado, le indica que tosa en su brazo. ¡°Esperemos que no sea la enfermedad de la covid, esa que abunda tanto por ah¨ª¡±, le indica entre las risas de los pacientes que presencian la escena. El virus no ha penetrado en esta comunidad, protegida por la falta de acceso por carreteras asfaltadas, los hostigamientos de los grupos armados y la buena salud de sus pobladores que no acostumbran a llevar cubrebocas.
P¨¦rez recuerda a la ¨²ltima enfermera que trabaj¨® en el pueblo. ¡°Antonia se llamaba. Buena gente, pero nos dej¨® solos¡±. Sus registros de pacientes, fechados en 2015 empapelan las neveras abandonadas de la consulta. P¨¦rez ha o¨ªdo hablar del coronavirus en las noticias. ¡°Es una enfermedad muy mala, qui¨¦n sabe c¨®mo se contagia¡±, exclama. Sin embargo, no le teme a la covid-19, la enfermedad que se ha cobrado la vida de casi 118.000 personas en M¨¦xico, de las cuales alrededor de 2.600 han sido en Guerrero.
Un vecino del pueblo detalla desde el anonimato que la enfermera dej¨® de visitarlos hace dos a?os. ¡°El hospital para el que trabajaba le dijo que ya no era seguro subir a la sierra¡±, indica. El a?o pasado, el comisario del pueblo de al lado fue asesinado por los grupos armados, un incidente que infundi¨® temor en la comunidad y por el que pide que no se revele su nombre ni la localizaci¨®n de su pueblo por miedo a venganzas. El centro de salud de esta comunidad es uno de los seis reportados como unidades m¨¦dicas cerradas en el municipio de Petatl¨¢n, en la Costa Grande. En toda la regi¨®n hay un total de 11 cl¨ªnicas que dejaron de operar por ¡°motivos de seguridad¡±, seg¨²n los informes de la subdirecci¨®n de Atenci¨®n M¨¦dica de este Estado. Pese a la imposibilidad de detectar casos y darles tratamiento, el comisario asegura que no les preocupa el virus. ¡°Aqu¨ª no entra apenas gente y los pocos que somos nos conocemos, no necesitamos sana distancia¡±, sentencia.
En el municipio de Petatl¨¢n y en el adyacente de Coyuca de Catal¨¢n, donde se encuentran las comunidades que visita MFS, hay actualmente activos 20 y 24 casos de coronavirus, respectivamente. El n¨²mero podr¨ªa ser mayor si los contagios no est¨¢n siendo registrados por la falta de servicio sanitario. Al doctor Julio Violante le preocupa adem¨¢s que con los cambios de temperatura de esta ¨¦poca haya una ola de gripe o influenza y no sean capaces de distinguirlos de la covid-19 por la falta de pruebas. ¡°No podr¨ªamos saberlo porque nosotros no tenemos equipo especializado, solo de atenci¨®n primaria¡±, lamenta. A las dificultades t¨¦cnicas se le suman las supersticiones de la poblaci¨®n, v¨ªctimas de las noticias falsas que les llegan por WhatsApp. Muchos creen que el virus lo inyecta el Gobierno para diezmar a los pensionistas, que los m¨¦dicos lo contagian a prop¨®sito o que en los hospitales se enfermar¨¢n de m¨¢s gravedad. Adem¨¢s, para evitar encontrarse con grupos armados, evaden acudir al hospital pese a las consecuencias.
¨CEntonces, en el caso de que apareciera un caso grave de covid, ?qu¨¦ se podr¨ªa hacer?
¨CMuchas veces los pacientes deciden quedarse en casa y es una forma de eutanasia, una muerte tranquila.
Las razones para que el virus no haya atravesado los muros de la sierra son varias y relativas, seg¨²n Violante. En primer lugar apunta al aislamiento cr¨®nico que sufren est¨¢s comunidades por la violencia. ¡°Hay una disputa entre diferentes grupos armados que a veces consiguen el apoyo del crimen organizado para financiar sus batallas¡±, relata. Desconoce qu¨¦ grupos son exactamente, ya que los pacientes hablan con mucho recelo de ellos, como quien vive bajo la amenaza de un enemigo omnipresente pero intangible.
La lucha por los territorios para controlar la producci¨®n de madera, aguacate o marihuana mantiene las rutas de acceso a los pueblos vigiladas y controladas a punta de fusil AK-47. ¡°Aqu¨ª no llegan ni los docentes ni los sacerdotes por el hostigamiento¡±, asegura Violante. Adem¨¢s, esa violencia disuade a los propios vecinos de salir de las fronteras de sus comunidades, ya que atravesar zonas dominadas por el grupo contrario al que reina en su comunidad es un riesgo mortal. Al haber un tr¨¢fico casi nulo de personas, las probabilidades de que el virus entre en la vecindad caen en picado.
El dif¨ªcil acceso por las carreteras tambi¨¦n juega a favor de la comunidad para prevenir los contagios. Los cientos de kil¨®metros de terracer¨ªa que hay que atravesar suponen varias horas de viaje en veh¨ªculos especializados, solo accesibles para unos pocos. En la ¨¦poca de lluvias, cuando las rutas se convierten en r¨ªos resbaladizos de lodo que desembocan en acantilados vertiginosos, solo unas contadas personas se atreven a aventurarse por ellos. Esta involuntaria protecci¨®n es tambi¨¦n una de las razones por la que los sanitarios que asignan a estos poblados renuncian a sus puestos al cabo de pocos meses. ¡°Las embarazadas y los enfermos deben acudir al hospital m¨¢s cercano, que est¨¢ a unas diez horas de distancia¡±, puntualiza Violante. El coste de la traves¨ªa llega a alcanzar los 5.000 pesos (250 d¨®lares) entre gasolina y alojamientos, el monto que una familia rural necesita para vivir tres meses.
El estilo de vida y la dieta de la sierra tambi¨¦n han jugado un papel importante en la resistencia de la poblaci¨®n, seg¨²n Violante. Al no tener acceso a grandes tiendas o supermercado, la mayor¨ªa se autoabastecen con sus cultivos de ma¨ªz, frijol y verdura mientras que la carne la obtienen de la caza o de su propio ganado. ¡°Viven del cultivo, por lo que no hemos detectado pacientes graves con diabetes o hipertensi¨®n como pasa en las ciudades¡±, matiza.
Sin embargo, los muros de contenci¨®n naturales y la violencia no son infalibles. A cuatro horas del poblado en el que atiende Violante, el doctor Sibalahums Diaz recuerda c¨®mo tuvo que hacer frente hace dos meses a los ¨²nicos casos de coronavirus en toda la regi¨®n, unos campesinos que viajaron al mercado de la ciudad desafiando los retenes. ¡°Fue raro porque aqu¨ª estamos aislados, la gente no sale por la violencia¡±, detalla desde su cl¨ªnica, la ¨²nica operativa en cientos de kil¨®metros a la redonda. Sus pacientes, asustados por los v¨ªdeos de hospitales de las redes sociales, se negaron a ir a un centro de especialidad y fueron tratados con aislamiento. Afortunadamente, evolucionaron bien y no iniciaron un brote.
D¨ªaz trabaja en la cl¨ªnica solo. La ¨²ltima enfermera se fue tras unos incidentes violentos que atemorizaron a la comunidad. El poblado se encuentra en la l¨ªnea de batalla de dos grupos armados y las balaceras son cada vez m¨¢s frecuentes y sangrientas. ¡°Sin ir m¨¢s lejos, el pasado 25 de agosto empez¨® un enfrentamiento con disparos que dur¨® desde las diez de la ma?ana hasta las seis de la tarde¡±, narra. A pocos metros de su centro, las ruinas carbonizadas de varias casas son la evidencia de una lucha que obliga a varias familias a convertirse en desplazados, diezmando la poblaci¨®n de estas comunidades. Entre los restos negros de los muebles convertidos en ceniza, solo la cuberter¨ªa de metal y algunas fotos han sobrevivido al fuego de los mensajes de poder de los grupos armados. Esta situaci¨®n de violencia ha llevado a D¨ªaz, que acept¨® el trabajo hace 10 a?os por defender el derecho a la salud universal, a querer pedir el traslado.
¨C?Y qu¨¦ pasar¨¢ con sus pacientes si usted se va?
¨CQuiero creer que enviar¨¢n a otro m¨¦dico.
Esa esperanza es la que a¨²n conserva una comunidad aguacatera vecina. Los vecinos se organizaron para construir una cl¨ªnica hace m¨¢s de una d¨¦cada con sus propios recursos. Sin embargo, el m¨¦dico que envi¨® la Secretar¨ªa de Salud solo dur¨® un a?o. Desde entonces, los habitantes del pueblo resisten con remedios caseros, como Juana N¨²?ez P¨¦rez. Es de las mujeres m¨¢s ancianas de la comunidad, hasta el punto que dice no recordar su edad, pero con un gesto de desprecio dice que no le da miedo el virus. Desesperada, ense?a unos granos que le han salido en el cuello y que pese a echarse mezcal todos los d¨ªas no se le van. Deber¨¢ esperar al menos otro mes o dos hasta que MSF haga la visita al pueblo.
Jos¨¦ Luis Arriola Lagunas es uno de los l¨ªderes sociales de la comunidad. Ha salido en varias ocasiones a levantar el rastro de cad¨¢veres que dejan los enfrentamientos en las calles y asegura que el virus es la menor de las preocupaciones para su pueblo. Ahora que el Ej¨¦rcito, que fue enviado para apaciguar la violencia, abandona la comunidad; esperan que los enfrentamientos vuelvan a protagonizar sus rutinas. ¡°Cada vez les tenemos menos confianza [al Ej¨¦rcito], especialmente despu¨¦s del ¡®caso Cienfuegos¡¯, pero cuando los env¨ªan las balaceras se detienen por unos meses¡±, explica. Arriola reconoce que se ha planteado abandonar el pueblo para convertirse en un desplazado m¨¢s tras tener que esconderse de las balas con sus hijos en la ¨²nica habitaci¨®n de cemento de la casa. Sin embargo, como todos los habitantes de esta zona rural, est¨¢ decidido a quedarse y cambiar las cosas con el cultivo del aguacate. Con suerte, el comercio incentivar¨¢ la construcci¨®n de carreteras de asfalto, promocionar¨¢ el turismo de interior y permitir¨¢ a su descendencia quedarse en el pueblo sin sufrir tanta violencia. A la pregunta de si cree que con la construcci¨®n de carreteras enviar¨¢n a m¨¦dicos y maestros para atender al pueblo, sonr¨ªe con paciencia. ¡°Todo es posible¡±, sentencia.
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