?Hay vida despu¨¦s de la pandemia?
Es evidente que sufriremos consecuencias aunque nos hagamos los fuertes. Ser¨¢ inevitable que la crisis nos golpee y que tarde o temprano enfrentemos sus s¨ªntomas
Comienza marzo. Hace un a?o que el planeta entr¨® en estado de alarma. Hemos atravesado desde entonces tiempos aciagos y, francamente, es pronto para asegurar que hayamos salido de ellos. La era de la covid-19 parece lejos de terminar: como nos qued¨® claro, el proceso de vacunaci¨®n no resolver¨¢ todos nuestros problemas, ser¨¢ prolongado y tortuoso y nos llenar¨¢ de ansiedades una vez m¨¢s.
Me temo que la marca de esta ¨¦poca endemoniada tendremos que llevarla encima como quien se queda con la cicatriz de una ca¨ªda o la quemadura de un fuego imprevisto. Aunque no hayamos enfermado, estamos afectados. Y no solo en nuestras rutinas y nuestra econom¨ªa, sino como individuos y sociedades. Nuestra capacidad para convivir con los dem¨¢s (y con nosotros mismos, incluso, despojados de las muletas de la socializaci¨®n cotidiana) ha sido puesta a prueba al extremo por la pandemia y sus prolongadas cuarentenas, cierres y virtuales ¨®rdenes de alejamiento, por las angustias de las enfermedades de familiares o amigos y el desgaste de las b¨²squedas contrarreloj de espacios hospitalarios, medicamentos e insumos.
Encerrados durante largos periodos, acosados por las redes sociales y sus debates enloquecidos, y por los deprimentes noticieros (y por el resto de nuestros problemas habituales, claro, que no se esfuman), bien podemos sentir que el mundo nos aplasta. Y esas olas de malestar han rebasado a las de la enfermedad en s¨ª.
Imposible minimizar a los dos millones y medio de personas que han muerto por la covid-19 hasta ahora (casi 200.000 de ellas en M¨¦xico), y a los m¨¢s de 100 millones que han sobrevivido aunque que, en muchos casos, enfrenten secuelas de salud tremendas. Pero el da?o es a¨²n mayor y pocos han evitado su aguij¨®n.
Conozco al menos dos casos de personas cercanas y queridas que han tenido que recurrir a ayuda psiqui¨¢trica, porque la mezcla del estado de alerta perpetuo y sus propios conflictos les fue imposible de manejar. En ese mismo tenor, una multitud de amigos y conocidos han comenzado o reanudado toda clase de terapias (del psicoan¨¢lisis al yoga y del taichi a la ingesta de extractos de boldo) destinadas a sobrellevar mejor el peso de las p¨¦rdidas humanas y financieras que han sufrido, o cuando menos, el hostigamiento diario del caos, la incertidumbre y el temor a lo que pueda venir.
Pero son muchos m¨¢s quienes no cuentan con apoyos o terapias de ninguna clase, ya sea porque no pueden pagar por ellas o porque ni siquiera llegan a plantearse que lo necesiten. Y, sin embargo, del mismo modo que uno puede intoxicarse y no saberlo hasta que tienen que llevarlo a urgencias, es evidente que sufriremos consecuencias aunque nos hagamos los fuertes. Ser¨¢ inevitable que la crisis nos golpee y que tarde o temprano enfrentemos sus s¨ªntomas.
Y aqu¨ª no vale decir que otras generaciones superaron sin problema sus propios desastres. Que alguien se tome la molestia de indagar las cr¨®nicas, historias y testimonios alrededor de hecatombes como el crack de 1929 y la consiguiente Gran Depresi¨®n, las Guerras Mundiales (o cualquier conflicto armado), el Holocausto, la epidemia de VIH, etc¨¦tera. Mucha gente logr¨® sobreponerse con los a?os y prosperar luego de ellas, desde luego. Como muchos lo har¨¢n ahora. Pero las secuelas profundas, y el da?o perdurable en la memoria, se llev¨® por delante a millones. Ese ser¨¢ el escenario que tendremos que enfrentar luego de que logremos un control m¨ªnimo sobre la enfermedad.
La noche a¨²n no pasa, pero en alg¨²n momento tendremos que reflexionar lo que haremos por la ma?ana.
Suscr¨ªbase aqu¨ª a la newsletter de EL PA?S M¨¦xico y reciba todas las claves informativas de la actualidad de este pa¨ªs
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.