Semana Santa en Canc¨²n: ?qui¨¦n dijo covid?
Bengalas sobre botellas de vodka, tacones de infarto sobre tarimas, ni rastro de mascarillas, unos sobre otros. Estas son las vacaciones en las playas del Caribe mexicano de los que huyen de la pandemia
Si un extraterrestre pisara Canc¨²n en estos d¨ªas festivos pensar¨ªa que no tenemos remedio, que la necedad del ser humano es m¨¢s poderosa que una pandemia mundial. La necesidad de juntarse unos con otros, de mezclar sudores en un antro oscuro, de frotarse sobre una tarima con desconocidos embriagados hasta las cejas de tequila, de escupir a gritos al mesero ¡ªpor supuesto sin ninguna mascarilla a la vista¡ª que ponga dos botellas m¨¢s, de vivir como se viv¨ªa antes de 2020. Para otros, la salud tambi¨¦n se mide en llevar dinero a casa despu¨¦s de un a?o dif¨ªcil para el turismo. Pero es 2021 y el coronavirus ha matado ya a casi tres millones de personas en el mundo. Y en este rinc¨®n del Caribe mexicano se celebra la vida como si afuera no se contaran los muertos: ?qui¨¦n dijo covid?
La entrada a esta dimensi¨®n paralela comienza en la avenida Kukulcan. Un punto de la zona hotelera de Canc¨²n que recuerda a Las Vegas, o a un parque de atracciones para mayores de edad. Antes de llegar a una esquina atiborrada de luces de colores, que se proyectan tambi¨¦n hacia el cielo, r¨ªos de gente, discotecas abiertas hasta el amanecer y decibelios no aptos para t¨ªmpanos sensibles, un cartel da la bienvenida al turista: ¡°Zona de burbuja de protecci¨®n sanitaria¡±. En este punto un equipo de trabajadores del Gobierno del Estado, Quintana Roo, toman la temperatura r¨¢pidamente a todos los que van a ingresar a una de estas discotecas donde resultar¨¢ imposible no respirar el aire que han respirado otros, inevitable no tocarse a empujones, bailar pegados, contagiarse.
¡°Wey, s¨ª est¨¢s de acuerdo con que esto s¨ª es una mamada, ?no?¡±, le dice un chico de pantalones cortos y playera pegada al pecho a uno de los trabajadores que le acaban de tomar la temperatura. Todos saben lo que sucede tras la prometida ¡°burbuja de protecci¨®n sanitaria¡±. Y todos saben a lo que han venido. El templo de las despedidas de soltero y de las fiestas de los estudiantes estadounidenses en primavera anuncia en ingl¨¦s que esto es mejor que Las Vegas. Coco Bongo o Mandala est¨¢n listos para recibir a nuevos clientes por una entrada que cuesta desde 100 d¨®lares a 5.000 para una mesa VIP.
A un lado del puesto de entrada, una pareja de enfermeros espera aburrida a que alguno de esos turistas se anime a hacerse gratis una prueba de ant¨ªgenos. ¡°Esta noche solo han venido cinco personas. Pero son del pueblo, saben que estamos aqu¨ª y que es gratuito y por eso vienen. De turistas, ninguno¡±, cuenta resignado. La idea que busca la prevenci¨®n sanitaria choca con el objetivo de los que quieren cruzar esa frontera, embriagarse y fiestear como si afuera no hubiera una pandemia. Una meta que se puede truncar f¨¢cilmente si el test resulta positivo y adem¨¢s avisan al hotel y al Gobierno estatal para que el paciente inicie una cuarentena.
Al cruzar la l¨ªnea sanitaria, lo ¨²ltimo que siente uno es protecci¨®n frente al coronavirus. Unos hombres disfrazados de la M¨¢scara y Beetlejuice persiguen a un hombre, lo levantan de los hombros y las piernas y su novia les saca una foto. En un antro de enfrente, un mesero cruza con dificultad la pista de baile con una bandeja cargada de vasos y una bengala encendida sobre una botella de vodka. Todos lo celebran. Manos arriba, abrazos, baile, suena Danza kuduro.
Unos locales m¨¢s adelante, en una cervecer¨ªa con un estilo m¨¢s rockero que tiene m¨²sica en vivo, un camarero prepara una hookah o shisha para una mesa. Llena la pipa de agua y coloca un carb¨®n nuevo en la parte superior. Entonces, sopla a trav¨¦s de la manguera para prender el carb¨®n y que los clientes no tengan que hacer el esfuerzo de encenderlo. Pero los clientes fumar¨¢n por la misma boquilla que antes chup¨® el camarero y viceversa. Nadie parece percibir este detalle pand¨¦mico.
Las ¨²nicas personas con mascarilla que habitan este rinc¨®n fiestero de Canc¨²n son los trabajadores de los hoteles, los camareros, los bartenders y las chicas que ofrecen descuentos para la discoteca. Ellos llevan mascarilla, pantalla de pl¨¢stico y tratan de aguantar el virus cada noche. Pues pocos se pueden permitir otro baj¨®n en una zona que vive pr¨¢cticamente de esto: el 87% del PIB del Estado proviene del turismo. La ocupaci¨®n hotelera rondaba estos d¨ªas de Semana Santa el 70% en plena pandemia, seg¨²n las cifras de la Asociaci¨®n de hoteleros de Canc¨²n. Y el Gobierno estatal esperaba recibir 665.000 visitas.
¡°P¨®ngase la mascarilla, por favor¡±, le recordaba la camarera del restaurante de playa a una turista que se hab¨ªa acercado a pedir su comida. Tanto en Canc¨²n como en el resto de la Riviera Maya, especialmente en Tulum, los turistas pasean despreocupados de una amenaza latente a una nueva ola de contagios en esta zona. La mayor¨ªa regresar¨¢n a sus casas. Algunos lo hicieron contagiados, como el grupo de 44 argentinos que abordaron sin problemas un avi¨®n rumbo a su pa¨ªs y que dieron positivo de coronavirus al aterrizar a mediados de marzo. La pandemia ataca de nuevo cuando se acaba la fiesta.
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