La segunda vida feroz de perros y gatos
Las mascotas est¨¢n consideradas en M¨¦xico especies invasoras porque se abandonan en zonas protegidas y se convierten en depredadores de animales en extinci¨®n
El abandono masivo de perros y gatos se ha convertido en un tremendo problema en M¨¦xico, donde miles de animales dom¨¦sticos se adentran en ¨¢reas naturales de gran valor ecol¨®gico originando matanzas de especies protegidas. En poco tiempo, los perros vuelven a sus or¨ªgenes salvajes, su pelaje se reduce para correr entre los matorrales, los cojinetes de sus patas se vuelven gruesos, como su est¨®mago, su musculatura se fortalece. Son territoriales y pendencieros, no se conforman con un rinconcito del espacio ni cazan solo para comer. Las jaur¨ªas se someten al liderazgo del m¨¢s fuerte y para siempre estar¨¢n ya m¨¢s cerca del lobo que de la mascota casera. El proceso no tiene vuelta atr¨¢s. Sin que haya un recuento preciso, las cifras oficiales hablan de un censo entre 35 y 70 millones de perros en todo M¨¦xico y el 70% son callejeros, sin un due?o conocido, la mayor cifra en toda Am¨¦rica Latina. Estos coquetean entre los dos mundos, pero cuando se pasan al lado salvaje su vida cambia: la inmensa mayor¨ªa muere. Los que se adaptan, matan.
¡°No conozco en todo M¨¦xico un ¨¢rea natural protegida que est¨¦ libre de perros ferales¡±, afirma rotundo Guillermo Gil, encargado de flora y fauna en la Reserva Ecol¨®gica del Pedregal de San ?ngel, 237 hect¨¢reas del total de 700 que conforman el campus de la Universidad Nacional Aut¨®noma de M¨¦xico (UNAM). Lo mismo, aunque peor, ocurre con los gatos, m¨¢s cazadores y esquivos. Y esa es la raz¨®n de que la lista de especies invasoras de este pa¨ªs los haya incluido a ambos. En realidad est¨¢n entre las 100 especies invasoras m¨¢s da?inas del mundo, seg¨²n la Uni¨®n Internacional de Conservaci¨®n de la Naturaleza. ¡°Son invasoras, s¨ª, porque no pertenecen al h¨¢bitat en que se mueven y suelen causar da?os¡±, las dos condiciones para esta calificaci¨®n, dice Isabel Gonz¨¢lez, subcoordinadora de Especies Invasoras de la Comisi¨®n Nacional para el Conocimiento y Uso de la Biodiversidad (Conabio).
En las islas habitadas y en algunas sin habitar, el asunto trae de cabeza durante a?os a los ambientalistas. Son espacios muy fr¨¢giles porque nunca tuvieron depredadores desconocidos y las aves anidan en el suelo, los lobos marinos sestean a sus anchas, los ciervos cumplen su ciclo de vida sin mayores sobresaltos. Hasta que llegaron las jaur¨ªas, perros ¡°que son humanos en potencia¡±, dice Gil. Y as¨ª se comportan. En las Islas Cedro, en la Baja California, los venados de cola blanca apenas se cuentan ya en un par de decenas. Acosados por las manadas de c¨¢nidos acababan por aventarse al mar. Su poblaci¨®n est¨¢ en peligro a pesar de que el problema est¨¢ ya pr¨¢cticamente controlado, tras a?os de capturas y sacrificios. A los lobos marinos les transmiten el moquillo y las aves constituyen un buffet libre a todo dar. No es asunto menor, una de cada tres aves marinas del mundo se encuentra en M¨¦xico.
Si el perro feral es un problema de un cuatro sobre 10, por equipararlo a una calificaci¨®n escolar, los gatos son 10 sobre 10, dice Federico M¨¦ndez, director general del Grupo de Ecolog¨ªa y Conservaci¨®n de Islas, que lleva a?os dedicado a la erradicaci¨®n de estas nuevas especies salvajes. ¡°El gato es el que m¨¢s extinciones de especies ha ocasionado en las islas de todo el mundo y M¨¦xico no es la excepci¨®n. En el ¨²ltimo siglo, de 24 animales vertebrados extintos, 21 han sido en islas y 17 de ellos por culpa de las especies invasoras, entre un 80% y un 90% por gatos ferales¡±. Los gatos se asilvestran antes, incluso algunos dom¨¦sticos salen y cazan. En 15 islas mexicanas el gato sigue representando un enorme problema, entre las m¨¢s afectadas las Guadalupe, las Socorro y las Mar¨ªas, menciona M¨¦ndez.
Miles de personas abandonan a sus mascotas cerca de zonas verdes porque creen que as¨ª les regalan una segunda vida en lugares libres y con comida. Gran error. La mayor¨ªa muere en circunstancias penosas, atropellados, agredidos por otros perros que llegaron antes al mundo salvaje. Los que se adaptan son poderosos y crueles. ¡°La esterilizaci¨®n deber¨ªa ser obligatoria en M¨¦xico para estos animales de compa?¨ªa, como ocurre en Holanda, por ejemplo¡±, reclama Gil mientras se adentra con su camioneta por la Reserva verde universitaria, donde estos d¨ªas el cern¨ªcalo abunda, los matojos a¨²n est¨¢n secos y las nopaleras florecidas. Pero la facultad de Veterinaria pone a disposici¨®n de la gente brigadas casi a domicilio para esterilizar a las mascotas sin mucho ¨¦xito.
Las zonas verdes colindantes con las grandes urbes sufren mucho los abandonos de animales a sus puertas. En la UNAM sueltan entre 40 y 80 perros al a?o, a veces los dejan amarrados en los postes, a veces las camadas enteras en sus cajones. Cuando Gil lleg¨® a trabajar a la reserva, Repsa, por sus siglas, hab¨ªa unos 100 perros ferales, a principios de los 2000, y a¨²n quedan unos cientos de gatos. Estas 237 hect¨¢reas son la vivienda de los tlacuaches y los cacomitxles. Los primeros son los ¨²nicos marsupiales de M¨¦xico y siempre fue animal m¨ªtico entre los prehisp¨¢nicos, al que se atribuye un buen de leyendas. Tlacuache significa vientre abierto, o sea, algo as¨ª como un cangurito de afilados dientes, que tambi¨¦n se conoce como zarig¨¹eya. El cacomixtle o medio felino lleva de nombre cient¨ªfico bassariscus astutus. Es de la familia de los mapaches, con su larga cola de anillos blancos y negros, muy conocido por los vecindarios mexicanos. Es omn¨ªvoro y gusta rebuscar entre las basuras. En el metro de Ciudad Universitarias suben y bajan cada d¨ªa (sin pandemia) unas 20.000 personas y los desperdicios humanos se acumulan a diario por toneladas. No est¨¢ en peligro de extinci¨®n, pero s¨ª lo estuvo la zorra gris, otro habitante de estos lares muy atacada por el perro o contagiada por sus enfermedades, que ahora, dice Gil, vuelve a verse por estos parajes, que ser¨¢n verdes del todo en temporada de lluvia.
La captura y erradicaci¨®n de estos perros y gatos ferales no es solo una cuesti¨®n de observaci¨®n y tenacidad. Ni solo de dinero, erradicar a un solo ejemplar cuesta hoy en d¨ªa casi 20.000 pesos (unos 800 euros). Tambi¨¦n se produce un desencuentro entre los protectores del bienestar animal, que rechazan de plano el sacrificio de las mascotas salvajes y sus argumentos tambi¨¦n poseen una moralidad indiscutible. ¡°El exterminio nunca ha sido la soluci¨®n, los quitas de un sitio, pero seguir¨¢n abandonando m¨¢s, no podemos seguir matando una y otra vez por los errores humanos. Hay que establecer sanciones, vigilancia, y reubicarlos y exterilizarlos¡±, propone Susana Serrato, de la fundaci¨®n Camada Nitin Neza, que lleva a cabo una encomiable labor con los perros callejeros, que se cuentan por miles en Ciudad de M¨¦xico y sus alrededores.
Pero los ecologistas que se dedican a mantener el equilibrio natural de estos h¨¢bitats protegidos aseguran que es imposible, al ritmo de abandonos que van, buscar espacios para resguardar a los perros ferales que capturan. No habr¨ªa recursos suficientes. Y se preguntan si los derechos de los perros est¨¢n por encima de los de tlacuaches o albatros. C¨¦sar Nava Escudero, en su libro Debates jur¨ªdico ambientales sobre los derechos de los animales, plantea esta cuesti¨®n y concluye que las circunstancias espec¨ªficas y la singularidad de tlacuaches y cacomixtles merecen un h¨¢bitat seguro. Ellos llegaron antes, son nativos, su espacio les pertenece, y son acreedores, como los perros, de un bienestar animal. Perros y gatos son en estos parajes, especies ex¨®ticas e invasoras, sostiene.
En la Repsa universitaria y en otras zonas protegidas, los animales son sacrificados, no solo porque no quieren trasladar el problema a otro lado, sino porque tienen par¨¢sitos adquiridos que podr¨ªan ser da?inos para la salud humana y de otras mascotas. Adem¨¢s, est¨¢n convencidos de que no hay vuelta atr¨¢s: domesticar lleva siglos, volver de nuevo tras la vida salvaje es dif¨ªcil o imposible.
Esto tampoco convence en las protectoras de perros. Samia Klimoos adopt¨® a Paulino tras una vida feral en el bosque de Arag¨®n, una zona verde en la Ciudad de M¨¦xico. Lleva a?os en rehabilitaci¨®n porque ¡°tiene traumas¡±, que Samia atribuye m¨¢s a la perrera en la que pas¨® un tiempo despu¨¦s de su captura. ¡°Ahora ataca a la gente y es peligroso, pero los vecinos dicen que antes era encantador. Creo en la rehabilitaci¨®n y en la reinserci¨®n¡±, dice la creadora de la Fundaci¨®n Toby.
A principios del siglo XVI, cuando los espa?oles llegaron a M¨¦xico, el ¨²nico perro nativo era el xoloitzcuintle, un c¨¢nido gris antracita, pel¨®n, que alcanza buenos precios en el mercado. El resto eran ex¨®ticos para Am¨¦rica y ya entonces se pagaba por su erradicaci¨®n debido a sus destrozos entre la fauna local. Hoy hay millones de todas las razas por las calles de las ciudades, con sus vestidos y sus zapatitos (¡°eso es maltrato animal¡±, dice sin dudar Guillermo Gil), pero los ferales son otro cantar. El compromiso es sacrificarlos cuando los encuentras, y no es nada f¨¢cil. Tres a?os estuvo Gil detr¨¢s del Botas, un astuto perro de patas amarillas. Lo vigilaba con las c¨¢maras, pero siempre se les escapaba. ¡°Son inteligent¨ªsimos, no solo aprenden a sobrevivir en el nuevo h¨¢bitat, tambi¨¦n ense?an¡±, asegura. El Botas se hab¨ªa convertido en una obsesi¨®n para el bi¨®logo, digna del capit¨¢n Ahab con su Moby-Dick. Por fin le dieron caza. ¡°Lo sacrificamos, es la parte m¨¢s terrible de nuestra tarea. Y ten¨ªa par¨¢sitos¡±, dice.
Conversar con Gil sobre el comportamiento de estos perros y su adaptaci¨®n feroz en la naturaleza es una lecci¨®n apasionante, un cap¨ªtulo de National Geographic. ¡°Esto no se puede dejar, si abandonamos la captura, vuelven. Es para siempre¡±, asegura. Como el problema, las soluciones deben venir de los humanos, de su concienciaci¨®n con el bienestar de sus mascotas, de principio a fin. ¡°De cada 10 mascotas, la mitad no cumple con las cinco libertades establecidas; agua y comida, veterinario, espacio suficiente, techo y esparcimiento, no basta dejarlos en el patio como si no hubiera humanos en la casa¡±. Respecto a los ferales, opina que la gente cree protegerlos ech¨¢ndoles croquetas. As¨ª sucede en numerosos espacios naturales al lado de la ciudad, donde los vecinos alimentan compasivamente a las jaur¨ªas. El asunto se ha convertido en un problema jur¨ªdico para todos aquellos que entienden que los animales tienen derecho al bienestar. ?Cu¨¢l prevalece, el del tlacuache o el del perro feral?
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