Los viajes literarios de Ana Garc¨ªa Bergua
La escritora mexicana publica ¡®Leer en los aviones¡¯, una colecci¨®n de relatos breves con el movimiento y el absurdo como hilo conductor
Casi hasta el hartazgo se ha escuchado aquella tesis del escritor argentino Ricardo Piglia acerca de que un cuento en realidad cuenta dos. No significa que no tenga raz¨®n: seg¨²n Piglia, el arte de este g¨¦nero, en su forma cl¨¢sica, consiste en tener la habilidad de cifrar una segunda historia dentro de los intersticios de la primera, la visible en el texto. El cuento tendr¨¢ ¨¦xito en tanto el segundo relato salte a la superficie al final para sorprender al lector. ?Qu¨¦ pasa entonces cuando la segunda historia se ex...
Casi hasta el hartazgo se ha escuchado aquella tesis del escritor argentino Ricardo Piglia acerca de que un cuento en realidad cuenta dos. No significa que no tenga raz¨®n: seg¨²n Piglia, el arte de este g¨¦nero, en su forma cl¨¢sica, consiste en tener la habilidad de cifrar una segunda historia dentro de los intersticios de la primera, la visible en el texto. El cuento tendr¨¢ ¨¦xito en tanto el segundo relato salte a la superficie al final para sorprender al lector. ?Qu¨¦ pasa entonces cuando la segunda historia se expresa tan solo con levantar la mirada al finalizar la lectura, cuando es la realidad la que desenmascara lo reci¨¦n le¨ªdo? Algo de eso ocurre en los publicados por Ana Garc¨ªa Bergua bajo el t¨ªtulo Leer en los aviones (Era, 2021). Cada uno de los 18 relatos que componen este libro mantiene una trama que m¨¢s bien son dos, o incluso m¨¢s, dentro y fuera del texto.
Garc¨ªa Bergua (M¨¦xico, 1960), ganadora del Premio Sor Juana In¨¦s de la Cruz por la novela La bomba de San Jos¨¦, en FIL de Guadalajara 2013, consigue con Leer en los aviones recordar a los lectores las m¨²ltiples formas de leer un cuento o, mejor dicho, de entenderlo. La tem¨¢tica del desplazamiento contenida en estos relatos es apenas el pretexto que lleva al lector hacia otro tipo de viajes en donde lo que menos importa es el destino. Desde las primeras l¨ªneas, los textos incitan a quien pasa los ojos por la p¨¢gina a comunicarse con los personajes, a pedirles que no sean tan ingenuos, a rogarles que no suban a ese extra?o a su coche o que no se detengan en un camino que no conocen. El enigma es la constante en los trayectos que se expresan no solo en los aviones: las historias suceden en autos, trenes, ferries, camiones, largas caminatas; incluso dentro de un elevador. ?Por qu¨¦ un avi¨®n y no un tren o cualquier transporte p¨²blico? ¡°Es una met¨¢fora de la lectura. En un avi¨®n uno est¨¢ suspendido en el aire, en la maravilla o en la tristeza o en lo que representa aquel viaje, pero no puedes ir a ning¨²n lado, no puedes huir. Y al mismo tiempo la lectura es como una salvaci¨®n¡±, responde en entrevista para EL PA?S Ana Garc¨ªa Bergua.
Llegar de un punto a otro se dice f¨¢cil. Basta con pensar en la paradoja de Zen¨®n para darse cuenta del verdadero problema: antes de llegar a cualquier lugar, hay un punto intermedio; entre el medio y el inicio hay otro, y le sigue otro entre esos dos, seguido por uno m¨¢s entre ambos y as¨ª hasta lo infinito. De tal forma que el viajante no llega o llega siendo otro a eso que quer¨ªa. Es lo que pasa, por ejemplo, en el cuento ¡®Hotel M¨¢rmara¡¯. El deseo de dos amantes se ve sujeto a la pauta de sus propios pensamientos, misma que los detiene y los obliga al cambio sin siquiera estar cerca del destino. O lo que es peor: el objetivo es lo que se mueve. Esto ocurre en el cuento ¡®Don de lenguas¡¯ ¡ªacaso el m¨¢s breve de la colecci¨®n¡ª en el que los habitantes de una ciudad llamada Tesla, so pretexto de complacer a los turistas en sus respectivas lenguas, comienzan a estudiar idiomas de todas partes del mundo a un grado obsesivo y minucioso. Los residentes compiten de forma malsana y empiezan a acosar a los viajantes pidiendo de ellos aprobaci¨®n. Llega un momento en el que el turismo, el motivo que origin¨® todo, queda de lado pues los locales hablan mejor las lenguas que los nativos de otros pa¨ªses. Tal es el grado que ahora los ciudadanos de Tesla salen al mundo con ¨¢nimo de suplantarlos.
Este cuento tiene grandes alusiones al presente, a la necesidad de correr sin saber a d¨®nde. De destacar sin saber por qu¨¦. ¡°Hoy se quiere saber todo y hacer todo. Hay una sed de realizaci¨®n y a la vez tantas dificultades para lograr lo m¨¢s cotidiano, lo m¨¢s inmediato¡±, dice Garc¨ªa Bergua, quien, durante a?os, ha impartido talleres de escritura y apunta muy bien este sinsentido en el ¨¢mbito literario. ¡°Muchos escriben para inscribir proyectos, no por una necesidad interior; se escribe pensando qu¨¦ le gustar¨¢ al FONCA; con qu¨¦ tema se podr¨ªa uno ganar un premio y creo que eso est¨¢ ligado con la crisis y con lo dif¨ªcil que es la vida para los j¨®venes ahora¡±. Se expone entre las nuevas generaciones una carencia de ¨¦tica escritural, como la que refiri¨® alguna vez el poeta Yaxkin Melchy a prop¨®sito de la banalizaci¨®n de la imagen del escritor, del culto exacerbado a la personalidad. ¡°Lo que a m¨ª me da pena es que se sacrifica la variedad individual de expresar cosas distintas. Los temas se vuelven uniformes y ya todo mundo escribe de la violencia; las mujeres escriben de las mujeres. Parece que todo es parte de las luchas sociales y se pierde el sentido de la literatura y del arte en general. Se est¨¢ perdiendo libertad por entrar en modas o por ser comercial. Respecto al culto a la personalidad, creo que solo es peligroso en la pol¨ªtica¡±, comenta la tambi¨¦n autora de La tormenta hind¨² y otras historias, que le diera el Premio Bellas Artes de narrativa del Estado de Colima en 2015.
En M¨¦xico, todos los caminos van a Comala. Una narraci¨®n titulada ¡®El viento de los fantasmas¡¯, otro de los textos m¨¢s destacados de esta obra, inevitablemente lleva al lector hasta ah¨ª. Aunque el pueblo de este cuento se llama Heredia. Aqu¨ª sus habitantes conviven con sus fantasmas; para ellos, algo por dem¨¢s cotidiano. Tambi¨¦n es inevitable pensar en la posibilidad de que los personajes vivos de esta historia sean en realidad los muertos. ¡°No son fantasmas trascendentales como los de Rulfo, sino que son fantasmas estorbosos, que hacen lo que hac¨ªan antes, como cuando estaban vivos. Y entonces la gente ya no sabe ni qu¨¦ sentimientos tener. Y es que se tiende a pensar que si uno se muere y es un fantasma, pues se va a vengar de los agravios, va a cumplir pasiones. Siempre estamos en el nivel del romanticismo. Pero yo pienso que los fantasmas, quiz¨¢ por inercia, quieren seguir haciendo lo que hac¨ªan siempre. Y quiz¨¢ de ah¨ª sali¨® la idea de estos fantasmas que son la ant¨ªtesis de Rulfo. Muchos vivimos entre fantasmas tambi¨¦n¡±, afirma la escritora.
Hija del exiliado espa?ol Emilio Garc¨ªa Riera, la autora no toca en este libro de viajes ¡ªque no diario¡ª el tema migratorio. Precisamente por no subirse a ese tren editorial que empieza a marchar a prop¨®sito de esta crisis. ¡°?Por qu¨¦ no hice un relato de migrantes?¡±, se pregunta. ¡°Quiz¨¢ porque soy hija de emigrantes que ven¨ªan de una guerra y creo que son historias que de alguna manera uno ya conoce. No digo que no sea grave todo lo que sucede, pero prefiero apostar por otros temas: por las minucias del cotidiano. En esta ¨¦poca de tanta correcci¨®n pol¨ªtica uno llega a sentirse necesitado de justificar por qu¨¦ escribe lo que escribe¡±, matiza. En ese sentido Ana Garc¨ªa Bergua es una rara avis en la literatura que no encuentra otra manera de escribir ¡ªdir¨ªa ella¡ª que no sea siguiendo sus propios instintos y la voluntad creativa que tiene dentro. ¡°Yo a veces con mis libros me siento ¡®El llanero solitario¡¯, porque mientras todos est¨¢n hablando de esto y de lo otro, aparece esta loca hablando de transportes. Pero bueno¡¡±
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