Charles Mingus y Pachita: la curandera mexicana que no pudo salvarle
La leyenda del jazz se mud¨® a Cuernavaca en 1978 para tratarse a la desesperada de una enfermedad terminal. Tras una misteriosa operaci¨®n acab¨® muriendo pocos meses despu¨¦s
Debajo de una jacaranda de color naranja, Gobi Stromberg acaba de dejar a medias una sesi¨®n de psicoterapia para abrir la puerta de su casa en Cuernavaca. Ya en el jard¨ªn, junto a una fuente de piedra volc¨¢nica y a la sombra ahora de unas palmeras, esta antrop¨®loga estadounidense se pone a recordar viejos tiempos antes de volver a terapia. Stromberg lleg¨® a M¨¦xico siendo casi un beb¨¦ junto a sus padres, dos escritores de teatro que escaparon de la caza de brujas anticomunista de los a?os cincuenta. En ese entorno militante, por la casa familiar pasaron desde amigos personales de Martin Luther King, al l¨ªder de la organizaci¨®n de Malcom X, que sali¨® de la consulta de un famoso dentista de Cuernavaca con unos dientes de oro.
Aquello fue ya entrada la d¨¦cada de los setenta, cuando otro activista de los derechos afroamericanos andaba tambi¨¦n por esta ciudad mexicana donde siempre es primavera, una especie de ciudad balneario cerca de la capital. Charles Mingus, uno de los gigantes del jazz moderno, se mud¨® en 1978 de Nueva York a la misma calle de casas coloniales y ¨¢rboles ex¨®ticos donde todav¨ªa vive su paisana.
Stromberg no recuerda exactamente cu¨¢l era la casa del jazzman, del que este a?o se celebra el centenario de su nacimiento, pero s¨ª a qu¨¦ vino a Cuernavaca. Mingus no viaj¨® a M¨¦xico por su activismo a favor de los derechos civiles, su segunda gran dedicaci¨®n tras la m¨²sica, ni tampoco por los implantes dorados de aquel dentista. ¡°Vino a curarse con Pachita, una chamana que fue conocid¨ªsima por aqu¨ª. Se dec¨ªa que sus clientes eran pol¨ªticos y empresarios y que operaba tumores y enfermedades terminales con las manos o con un cuchillo de cocina. Extra¨ªa los ¨®rganos, los curaba y los volv¨ªa a meter en el cuerpo. Sin sangre y sin dolor. Amigos m¨ªos antrop¨®logos y otros acad¨¦micos importantes se interesaron mucho en ella. Fue un fen¨®meno en M¨¦xico¡±.
Mingus se puso en manos de Pachita porque un a?o antes le hab¨ªan diagnosticado esclerosis lateral amiotr¨®fica (ELA), una agresiva enfermedad del sistema nervioso para la que no hay cura. A los 54 a?os, sus dedos ya no pod¨ªan tocar el contrabajo. Un instrumento del que fue pionero al colocarlo como protagonista y l¨ªder de una formaci¨®n de jazz. Orondo, de casi dos metros de estatura y conocido por su fuerte temperamento, el hombre furioso del jazz se hab¨ªa convertido ¡°en una calabaza en silla de ruedas¡±. As¨ª lo describe su tercera esposa, Sue Graham, en su libro de memorias, Mingus y Mingus (La Cifra, 2020), que aborda los ¨²ltimos a?os del artista.
Las escenas que aparecen en el libro sobre la operaci¨®n de Mingus coinciden con las leyendas que a¨²n se cuentan en M¨¦xico sobre Pachita. En una habitaci¨®n en penumbra y olor a alcohol, Mingus se tumba boca abajo sobre una cama y la se?ora aparece con un cuchillo de cocina. Al terminar dice sentirse ¡°como Cristo cuando le clavaron una lanza en un costado¡±. Y tambi¨¦n que ¡°ella sabe c¨®mo cortar, justo entre los poros. ?Un rayo l¨¢ser! ?De Dios a Pachita!¡±. El m¨²sico sali¨® de all¨ª vendado y lleno de fe.
Su mujer, m¨¢s esc¨¦ptica, aprovech¨® una siesta de su marido para mirar por debajo del vendaje. No hab¨ªa ni sangre ni herida. Nunca se lo dijeron y fueron cambiando los ap¨®sitos con una mezcla de ¡°yodo, agua, catsup, salsa de soya y alcohol¡±. Los d¨ªas siguientes Mingus estaba de buen humor y nunca dej¨® de creer que Pachita le hab¨ªa sacado un ri?¨®n. Graham reflexiona en el libro sobre los milagros de la chamana. ¡°?Curaba enfermedad y dolor con el propio subconsciente? ?Esa era su magia? ?Pod¨ªa ser la enfermedad curable por la propia voluntad?¡± Su marido morir¨ªa a los pocos meses, el 5 de enero de 1979, de un ataque el coraz¨®n derivado de la enfermedad.
Compositor, arreglista e int¨¦rprete, sus obras de los cincuenta y sesenta lo hab¨ªan catapultado como uno de los m¨²sicos de jazz m¨¢s famosos de la ¨¦poca, una figura clave en la renovaci¨®n de la tradici¨®n. Durante una comida en su honor en el jard¨ªn de la Casa Blanca, Mingus escuch¨® ya postrado en la silla de ruedas por primera vez el nombre de Pachita. Otro m¨²sico, el saxofonista Gerry Mulligan, que particip¨® en su ¨²ltima grabaci¨®n antes de la enfermedad, His Final Work (1977), le recomend¨® a aquella ¡°ind¨ªgena mexicana¡± que hab¨ªa curado milagrosamente a un amigo suyo.
Un estigma racista
Mingus naci¨® en 1922 en una base militar en Nogales (Arizona) y por sus venas corr¨ªa sangre sueca y afroamericana por parte de sus abuelos paternos, china y tambi¨¦n negra por sus abuelos maternos. Entre sus antepasados tambi¨¦n aparecen alemanes e ind¨ªgenas norteamericanos. ¡°No soy lo bastante blanco para dejar de pasar por negro, ni lo bastante claro para que me llamen blanco¡±, sol¨ªa repetir como un mantra tras criarse en el suburbio angelino de Watts, epicentro de las revueltas raciales de los sesenta.
Para ¨¦l, la palabra jazz era un estigma racista. ¡°No quiero que me llaman jazzman. Esa palabra significa nigger, discriminaci¨®n, ciudadano de segunda, el asiento-de-la-parte-de-atr¨¢s-del-bus¡±. En guerra tambi¨¦n contra la industria musical, a la que acusaba de racista y chupasangre, el libro de su viuda est¨¢ trufado de episodios estramb¨®ticos. Mingus en el departamento de contabilidad de Columbia Records vestido con traje de safari y una escopeta para preguntar por el retraso de las regal¨ªas de sus discos. Mingus afil¨¢ndose las u?as con un cuchillo frente un ejecutivo de la compa?¨ªa mientras negocian un contrato. ?l lo llamaba ¡°enojo creativo¡±. En los cincuenta lleg¨® incluso a fundar un ef¨ªmero sello propio, Debut Records, con el baterista Max Roach, otro militante de la causa negra.
Las ra¨ªces de su m¨²sica son un c¨®ctel tan mezclado como sus genes. Una batidora g¨®spel, blues, jazz seminal de Nueva Orleans, swing, bop, free y hasta ritmos latinos y m¨²sica contempor¨¢nea europea. El cr¨ªtico Leonard Feather defini¨® su legado como ¡°un cruce entre los estilos viejos y medio olvidados y la improvisaci¨®n de vanguardia¡±. Un m¨²sico vers¨¢til y curioso que encontr¨® en los sonidos de varios continentes una paleta de colores para sus propias composiciones. Inspirado en uno de sus viajes a M¨¦xico, en 1957 grab¨® el disco Tijuana Moods. La ¨²ltima pieza se titula Los Mariachis (The Street Musicians), donde por momentos captura con maneras jazz¨ªsticas el folclore mexicano: el matiz del sarape y la tristeza ¨D?el blues?¨D del charro trompetista.
Otro rasgo central de su obra es la espiritualidad y una profunda indagaci¨®n tanto de la identidad personal como de la cultura negra. En The Black Saint and the Sinner Lady (1963), otra de sus obras capitales y cumbre de la orquestaci¨®n en el jazz moderno, muchos de los textos que acompa?an la edici¨®n del disco fueron escritos por su psic¨®logo. A diferencia de muchos de sus colegas, Mingus fue un m¨²sico bastante sobrio que detestaba el uso de las drogas como inspiraci¨®n. As¨ª fue al menos hasta que los dolores de la enfermedad le empujaron al abuso de analg¨¦sicos, anfetaminas y coca¨ªna, seg¨²n otra de sus biograf¨ªas, Myself When I Am Real. The Life and Music of Charles Mingus (Gene Santoro, Oxford University Press, 2001).
Las drogas extremaron en aquella ¨¦poca su car¨¢cter explosivo y paranoico. Convencido de que el Estado lo espiaba por su militancia en los derechos civiles, orinaba en botellas de zumo que iba guardando por filas en las estanter¨ªas. Lleg¨® incluso a escribir unas breves instrucciones sobre c¨®mo adiestrar a un gato para que haga sus necesidades en el retrete y luego tire de la cadena. El texto se titula: Cat-alog for Toilet Training Program. Despu¨¦s de morir, su mujer esparci¨® sus cenizas por el r¨ªo Ganges en la India. Mingus hab¨ªa dejado por escrito que quer¨ªa pasar la eternidad lejos de los ejecutivos de la industria musical, los agentes, los due?os de los clubes, ¡°los mafiosos¡± que siempre consider¨® sus enemigos.
Los meses que pas¨® en Cuernavaca, una ciudad a 85 kil¨®metros de la capital, se mov¨ªa junto a su esposa y su hijo en una furgoneta adaptada con una rampa de madera para la silla de ruedas. Le dio tiempo a visitar alg¨²n burdel, ir a los toros, escuchar a los mariachis en la plaza Garibaldi y recibir la visita de su amiga Joni Mitchell, que le dedicar¨ªa un ¨¢lbum de homenaje tras su muerte. Mingus en todo caso ya conoc¨ªa Ciudad de M¨¦xico. Hab¨ªa viajado a la capital en 1977, poco antes de ser diagnosticado de ELA, para tocar en la sala Nezahualc¨®yotl de la UNAM (Universidad Nacional Aut¨®noma de M¨¦xico). El contrabajista mexicano Agust¨ªn Bernal estuvo all¨ª y lo recuerda como ¡°un gur¨² del jazz, feroz, temible, intimidante¡±.
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