¡°Ah¨ª est¨¢n esos indios campesinos¡±: un caso de amenazas a ambientalistas en Ciudad de M¨¦xico
Vecinos de Santa Mar¨ªa Nativitas, en Xochimilco, denuncian insultos y coacciones de las autoridades locales por la defensa a ultranza de un peque?o parque
El amor por los ¨¢rboles ha hecho de Diego L¨®pez un personaje singular. Estudiante de agronom¨ªa, vecino del sur de Ciudad de M¨¦xico, ha dedicado los ¨²ltimos diez a?os de su vida a cuidar de un peque?o parque que hay junto a su casa, el viejo semillero Zacapan. L¨®pez, de 29 a?os, entiende el verbo cuidar en sentido amplio. No se trata solo de regar o plantar ¨¢rboles, a veces ha tenido que poner el cuerpo. Nunca le ha molestado, pero ahora teme una escalada. Esta semana recibi¨®, por primera vez, una amenaza de muerte: ¡°Hijo de tu puta madre, ?te gusta vivir?¡±.
El semillero Zacapan es un milagro entre dos carreteras. Ap¨¦ndice repudiado del bosque de Nativitas, en pleno coraz¨®n de Xochimilco, los vecinos han peleado por conservarlo como parque. L¨®pez evoca los intentos de los gobiernos locales por intervenir el espacio, iniciativas que constituyen una especie de calendario de la resistencia. En estos a?os, pol¨ªticos, administradores y arribistas han tratado de construir all¨ª tres mercados, uno de ellos de plantas, un foro de conciertos y eventos para cientos de personas, un hospital y, ahora, un Pilares, marca de las casas de cultura que impulsa el actual Gobierno de Ciudad de M¨¦xico, dirigido por Claudia Sheinbaum.
El parque aparece as¨ª como un s¨ªmbolo de la resistencia ciudadana ante la inercia depredadora del mundo moderno. Frente a las grandes infraestructuras y la especulaci¨®n inmobiliaria, el parque. Frente al mercado ilegal de extracci¨®n de agua de los pozos, el parque. Frente a la mercantilizaci¨®n de las chinampas, el parque. Frente a la delincuencia, el parque, el parque, el parque. Diego L¨®pez a¨²n recuerda c¨®mo era aquel lugar antes del rescate, que ellos protagonizaron, ya hace m¨¢s de diez a?os. ¡°Aqu¨ª era el cementerio de mascotas y el basurero¡±, cuenta.
Ni a ¨¦l ni a sus compa?eros les gusta la idea de los Pilares. No entienden por qu¨¦ hay que convertir el parque -con sus ahuehuetes gigantescos, su vieja casa de bombas del porfiriato, su luz melosa de media tarde- en otra cosa. ?Por qu¨¦ un parque no puede seguir siendo un parque? Lo ignoran. Tampoco es que pidan explicaciones, pero pelean. Y a veces la cosa se pone fea, como hace unas semanas, cuando fueron a reunirse con funcionarios de la alcald¨ªa Xochimilco y un trabajador sali¨® a insultar a los que esperaban en la puerta, entre ellos L¨®pez. ¡°Era un hombre con chaleco azul. Nos vio y dijo, ¡®ah mira, ah¨ª est¨¢n los indios de Nativitas, ah¨ª est¨¢n esos campesinos¡¯. Luego, como que se puso a hablar por su celular y como que le dec¨ªa a alguien que si no nos ¨ªbamos en tanto tiempo le avisaba para que vinieran a limpiar¡±, recuerda.
Fue una de tantas situaciones desagradables, intercambios que caracterizan la relaci¨®n con el poder pol¨ªtico y que tiene a L¨®pez y los dem¨¢s desconcertados. Para ellos, los operarios de la alcald¨ªa funcionan como una peque?a mafia que cuando aparece por el parque es para hacer destrozos. As¨ª pas¨® en febrero, cuando funcionarios llegaron a limpiar el semillero y, en vez de hacerlo, arrancaron unas lonas que L¨®pez y otros vecinos de Nativitas hab¨ªan colgado en la entrada, exigiendo respeto para el lugar. Aquel d¨ªa, L¨®pez se llev¨® un pu?etazo y varios empujones. ?l piensa que la amenaza de muerte, recibida hace unos d¨ªas en su bandeja de mensajes de Facebook, est¨¢ directamente relacionada con el asunto de las lonas.
Aunque pudiera parecer una rencilla sin importancia, el historial de ataques y agresiones contra defensores del medio ambiente en M¨¦xico exige redimensionar la amenaza. Seg¨²n el Centro Mexicano de Derecho Ambiental (CEMDA), en el pa¨ªs se registraron el a?o pasado 238 agresiones contra defensores del medio ambiente. Adem¨¢s, 25 fueron asesinados. En el caso de las agresiones, la m¨¢s com¨²n es la intimidaci¨®n, justo el tipo que ha sufrido L¨®pez y que han sufrido sus compa?eros por parte de trabajadores de la alcald¨ªa Xochimilco.
Pilares sobre cavernas
En la memoria de Elvia Solares figura un recuerdo a?ejo que permite entender c¨®mo era antes el semillero. ¡°Pues mira, yo estaba en la secundaria y un d¨ªa pasaba por aqu¨ª y tropec¨¦. Y de repente empez¨® a brotar el agua en chorro. Aqu¨ª todo era agua¡±, cuenta, entre geranios reci¨¦n plantados. A sus 66 a?os, la mujer pisa ahora la tierra sin que el agua salga. En Xochimilco, el subsuelo se ahueca. Donde antes hab¨ªa agua, ahora hay cavernas.
Con el paso de los a?os y la demanda creciente de Ciudad de M¨¦xico, Xochimilco y sus pozos se han convertido en los principales abastecedores del monstruo urbano. No lejos del semillero, Solares, L¨®pez y el arquitecto Andr¨¦s Castillo muestran los restos del viejo acueducto del porfiriato, que sube urbe arriba por toda la avenida Divisi¨®n del Norte, donde todav¨ªa hoy es visible. La historia del despojo cuenta ya m¨¢s de 100 a?os, dicen los vecinos.
Obsoleto el acueducto, pozos y manantiales se siguieron explotando, hasta el punto de que el agua que bajaba de los cerros dej¨® de llegar a los famosos canales, que hoy hacen las delicias de los turistas. El arquitecto Castillo explica que nunca antes fue tan evidente la pobreza creciente del subsuelo como en 2017, cuando precisamente uno de los canales se sec¨® repentinamente. ¡°Fue por culpa de una grieta. Ge¨®logos de la UNAM descubrieron que debajo de los canales hay dos cavernas enormes y en el techo de una se abri¨® una grieta. Solo una de esas cavernas tiene 20 metros de di¨¢metro¡±, explica.
M¨¦xico entero se preocup¨® entonces por Xochimilco. Los barqueros de las trajineras lamentaron lo ocurrido y auguraron un futuro complicado. Todo el mundo habl¨® entonces de la contaminaci¨®n del agua de los canales de Xochimilco, que ahora llega de una planta depuradora en Iztapalapa. Todos lamentaron la muerte terrible del axolote, anfibio aut¨®ctono que ya apenas existe en libertad en la zona. Pero al final, la ciudad repar¨® el canal, los barqueros respiraron aliviados y cerveza y orines volvieron a compartir espacio en las trajineras.
Castillo cuenta toda esta historia para llegar a lo que le interesa, el ¨²ltimo proyecto que los pol¨ªticos, apoyados por algunos vecinos, quieren desarrollar en el semillero. Los Pilares. ¡°Lo que quiero decir es que aqu¨ª no se debe construir nada porque los techos de las cavernas pueden vencerse¡±, explica. Castillo, como L¨®pez, como Solares, no acaban de entender la insistencia de la alcald¨ªa, respaldada por omisi¨®n por el Gobierno de la ciudad. ¡°Quieren imponer un proyecto a huevo¡±, lamenta, ¡°y nosotros les hemos ofrecido emplazamientos distintos para que hagan los Pilares¡±.
Sentados en el pasto a media tarde, los tres y otros integrantes de su colectivo ven las motos pasar por el semillero. Los conductores han tomado el viejo andador de los patos, nomenclatura de la ¨¦poca de las lagunas, como un atajo entre las dos carreteras que limitan el parque. Solares suspira y dice a media voz que son la ¡°chinita en el zapato¡± de las autoridades y que por eso la han tomado con ellos. L¨®pez se r¨ªe, asumiendo su papel de chinita, contento por lo que significa vivir all¨ª, junto al semillero. ¡°Yo creo que por eso las amenazas, porque luego luego publicamos todo en redes. No les vamos a dejar¡±, zanja.
Suscr¨ªbase aqu¨ª a la newsletter de EL PA?S M¨¦xico y reciba todas las claves informativas de la actualidad de este pa¨ªs
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.