Un barrio popular, un partido de M¨¦xico a pie de calle y la rutina de la derrota
Los vecinos de la colonia Doctores siguen el M¨¦xico-Arabia Saud¨ª y la salida de su selecci¨®n del mundial entre taquer¨ªas y juguer¨ªas
Nadie confiaba demasiado en la victoria. Minuto uno: el bal¨®n empieza a rodar en Qatar, M¨¦xico se juega el tipo contra Arabia Saud¨ª y en la colonia Doctores, un barrio popular en el centro de la Ciudad de M¨¦xico, Jos¨¦ Luis Bobadilla (59 a?os) sintoniza el partido. Su peque?o puesto a pie de asfalto, en el que vende parafernalia electr¨®nica, libros y tabaco, funciona como un centro social improvisado estos d¨ªas, gracias a la televisi¨®n que ha colocado para ver el Mundial. Los clientes se asoman a la pantalla, la gente que pasa no puede evitar detenerse a echar una mirada. Hasta su madre, Juana, octogenaria, ha bajado de casa para verlo con ¨¦l, sentadita en un taburete de pl¨¢stico. ¡°La esperanza es lo ¨²ltimo que se pierde¡±, sonr¨ªe la mujer, con un mandil azul y el pelo muy blanco.
Por estas calles nadie sigue demasiado el partido. Parece que los mexicanos dan a su selecci¨®n por eliminada. A Bobadilla el f¨²tbol no le vuelve muy loco y mientras se suceden los primeros pases, ¨¦l se dedica a arreglar un electrodom¨¦stico. ¡°Pongo la televisi¨®n para que la gente lo vea, pero a m¨ª no me interesa. Antes pensaba igual que todos, que M¨¦xico esto, que M¨¦xico lo otro¡ pero, ?qu¨¦ ganas a final de cuentas? Es una bober¨ªa que te mete el Gobierno para enajenarnos¡±. Una vecina se acerca a pedirle ayuda con una duda sobre impuestos y ¨¦l no duda en quitar el volumen y atenderla. Hay cosas m¨¢s importantes que el deporte.
Es el minuto 18 y el marcador no se ha movido. En la juguer¨ªa callejera de Esteban Mor¨¢n huele fresco, a fruta dulce. El partido se convierte en un ruido de fondo que se mezcla con el tr¨¢fico y el zumbido del exprimidor. Mor¨¢n sigue el encuentro con su familia y los clientes que se acercan. Han apuntalado una televisi¨®n en un equilibrio algo precario frente a su puesto, sobre la fachada de un edificio, cubierta por un cart¨®n que hace las veces de tejado a dos aguas para proteger la imagen del sol: ¡°De que gana, gana M¨¦xico. De que pase, qui¨¦n sabe¡ No creo, est¨¢ muy dif¨ªcil. Pero todo puede pasar¡±. Un hombre pide un zumo y mientras lo preparan se queda apoyado sobre unas cajas de pl¨¢stico con mangos y limones que usan de barra improvisada de bar. Mira la pantalla de soslayo, pero se marcha en cuanto recibe su bebida.
Minuto 26. La imagen cambia: una decena de personas devoran tacos de guisado en otro puesto callejero mientras siguen el partido con la mirada fija en una peque?a pantalla. Hay oficinistas y obreros, una madre con su hijo en brazos, gente de paso y los taqueros de la zona. M¨¦xico falla un tiro a puerta y la gente se r¨ªe con la boca llena. De vez en cuando la conexi¨®n falla, la pantalla se pone azul y es el ¨²nico momento en que se aprecia algo parecido a la tensi¨®n.
Minuto 47. Un oscuro y peque?o restaurante de comida corrida, con menos de una decena de mesas. Un gol de Henry Martin adelanta a M¨¦xico en el marcador. Alguna mirada a la pantalla, pero ni un grito de celebraci¨®n. Un hombre mayor, con pelo blanco y cubrebocas, toca una guitarra desvencijada a cambio de unas monedas. Apenas se le oye y aun as¨ª es el que m¨¢s ruido hace en el local. Sin embargo, el gol ha calado de a poquito. Por la calle empieza a extenderse un rumor: a¨²n hay esperanza.
Minuto 52. Al fondo del puesto de tacos y gorditas hay una televisi¨®n con interferencias. La imagen va y viene cada cinco segundos. Los taqueros dan la espalda al partido. M¨¦xico marca el segundo gol y acaricia los octavos de final. En la pantalla se ve la jugada a tramos, un gol epil¨¦ptico con algo de ¨¦pica y olor a aceite y cilantro.
El segundo tanto ha sacudido a los transe¨²ntes. Ahora s¨ª, unos cuantos se acumulan en torno a los puestos callejeros con televisiones. De pronto, parece que el pa¨ªs ha recobrado la fe y un milagro es posible. ¡°La gente hab¨ªa tirado a la toalla, pero sabemos que M¨¦xico siempre se levanta de la nada, as¨ª como en los terremotos¡±, se emociona Almaib¨®n Nava mientras pela un pollo en su local y contempla el partido. La selecci¨®n marca el tercero y se le escapa un grito que se ahoga r¨¢pido: el ¨¢rbitro anula el tanto por fuera de juego.
Minuto 70. And¨¦n del metro Balderas. ¡°No mames. Van dos a cero¡±. Seis adolescentes que vienen de clase hacen corro en torno a un m¨®vil y tratan de encontrar una retransmisi¨®n del partido, pero no lo consiguen. El tren tarda en llegar y ellos abandonan la estaci¨®n en busca de un lugar donde ver el final del partido.
Minuto 95. Descuento. M¨¦xico tira de ¨¦pica y se lanza con todo contra los saud¨ªs. Sudor, cansancio y un intento de sobrevivir a toda costa. Siete mexicanos siguen los ¨²ltimos instantes del partido con gesto serio alrededor de un puesto de tacos cerca de la estaci¨®n de Centro M¨¦dico. Dos de ellos se pasan la mano por los hombros y no quitan la vista de la pantalla. Aldawsari marca para Arabia Saud¨ª. ¡°Se acab¨® el Mundial¡±, murmura el m¨¢s viejo. Un ni?o peque?o que come junto a su madre muerde la tortilla. El ¨¢rbitro pita el final y nadie dice nada. M¨¦xico gana por dos goles a uno, pero la victoria de Argentina contra Polonia (2-0) les deja fuera del torneo. No hay grandes gestos, l¨¢grimas, lamentos, insultos. Solo caras algo largas, resignadas. Encajan la derrota de pie, como viejos boxeadores que le han encontrado el gusto a besar la lona, con algo de rutina y costumbre, como una tradici¨®n m¨¢s. Bocado a un taco de bistec.
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