Luis Mu?oz Oliveira: ¡°La trascendencia es un enga?o¡±
En ¡®Las Marcas del Agua¡¯, el autor mezcla criptojud¨ªos, la primera Nueva Espa?a y la b¨²squeda de la concordia religiosa con el M¨¦xico violento, corrupto y tr¨¢gico de la actualidad
En la ¨²ltima novela de Luis Mu?oz Oliveira, Las Marcas del Agua, los corazones bellos se traicionan. Y no hay tantos, dos en realidad, los de Juana y Juan, ella periodista, hija consciente del privilegio, ¨¦l un pobre diablo, v¨ªctima de todas las violencias posibles, protagonista de la gran tragedia asimilada que es el mundo moderno. ¡°Me funciona la traici¨®n¡±, dice divertido el autor, ¡°tengo toda la intenci¨®n de que el lector crea que ah¨ª va a existir una historia de amor¡±.
Pero no. Existe si acaso un amor deforme, un deseo de tienda 24 horas, fr¨¢gil, atribulado, que pierde fuerza y solidez ante la m¨ªnima presi¨®n y se convierte en lo contrario. Ocurre as¨ª y al lector le duele. ¡°Ya varios me han dicho que qu¨¦ poca madre, que por qu¨¦ les hago eso¡±, r¨ªe. Pero Mu?oz (Ciudad de M¨¦xico, 1976) sale ligero del atolladero y abre a cambio otras puertas, la de la venganza, la corrupci¨®n, el azar, la trascendencia... Hablando de esto ¨²ltimo, el autor exclama: ¡°?La trascendencia es un enga?o, un sinsentido!¡±.
Editado por Dharma Books hace unos meses, Las Marcas del Agua llega ahora a Espa?a. Es una historia jugosa y disparatada que mezcla el mundo del siglo XVI, en pleno estir¨®n, colonia y reino, con el mal contempor¨¢neo de la violencia criminal; la idea fant¨¢stica de unos criptojud¨ªos, de crear una ciudad polite¨ªsta y tolerante en tiempos de la inquisici¨®n, con el camino accidentado de los que huyen del horror y la corrupci¨®n actuales. El fracaso del bien, en definitiva, asumiendo que el bien est¨¢ en todos y en nadie. Como el mal.
Mu?oz despunta en M¨¦xico a una edad tard¨ªa para los c¨¢nones actuales. Doctor en filosof¨ªa, empez¨® a escribir ficci¨®n en Barcelona hace 20 a?os, mientras estudiaba ¡°el papel de la razonabilidad como virtud democr¨¢tica¡±, en textos de Habermas o Rawls. Su nombre empez¨® a sonar con una colecci¨®n de cuentos publicada hace un par de a?os, El Mismo Polvo, el brillante abanico de alucinaciones de un inventor de chips, que vive una epifan¨ªa en una catedral serbia. De ese libro y del ¨²ltimo tratan las l¨ªneas siguientes.
Pregunta. En Las Marcas¡ su personaje principal, adem¨¢s de Juana Vicente y Juan Miquitzli, es Teodoro de Villalpando, un acad¨¦mico experto en los criptojud¨ªos del siglo XVI ¡ªjud¨ªos que asum¨ªan el cristianismo de cara para afuera¡ª y la Nueva Espa?a, que descubre un dato que cambia su carrera y su vida. En un momento, lee un fragmento de un texto de Hayden White: ¡°La historia no puede llegar a ninguna verdad, porque la verdad no es de este mundo¡±.
Respuesta. S¨ª, es una frase acad¨¦micamente curiosa. La verosimilitud es una virtud en el cine, la literatura, aunque bueno, ni el cine ni la literatura deben buscar la verosimilitud necesariamente. La historia contestaria, revolucionaria, muchas veces no tiene verosimilitud. Entonces, la verosimilitud en s¨ª no s¨¦ si termina de ser una virtud de la historia.
P. La frase de White contin¨²a y enlaza la verosimilitud con ¡°las pasiones de los hombres¡±.
R. Lo que s¨ª me gusta de la idea, cosa que Villalpando lleva hasta el final, es que la historia no puede ser tallada en piedra. Siempre vamos a encontrar cosas que transforman la interpretaci¨®n de lo que conocemos. La verdad, en la historia al menos, es absolutamente contextual. Depende de las mejores razones del momento, que pueden ser superadas.
P. Villalpando lleva tatuada una frase: ¡°En la naturaleza nada es contingente¡±. El azar es importante, en su novela y en los cuentos.
R. Es una pregunta importante, en la filosof¨ªa y en la forma en que nos entendemos como seres humanos: ?somos o no somos libres de actuar?
(Una se?ora llega a la cafeter¨ªa donde transcurre la entrevista. ¡°?Me compran un mazap¨¢n?¡±, pregunta. El autor responde amablemente que no.)
P. Imagine que dice que s¨ª y entonces lo que viene despu¨¦s cambia.
R. Jaja, y empezamos otra novela. Bueno, entonces, ?somos libres o no? A Teodoro le sorprenden mucho los acontecimientos que le llevan a encontrar el dato que cambia su carrera y su vida. Dice que solo puede ser el destino, tanta casualidad. Es todo el rato el juego de si estamos destinados o no. Con Juan Miquitzli uso el motor del destino y tambi¨¦n el de la tragedia griega, con el coro diciendo qu¨¦ le va a pasar. Miquitzli parece destinado a caer en los brazos del crimen organizado, la ilegalidad. Es un juego que me gusta, que hay en otras historias. Claramente, esto est¨¢ inspirado en Los Olvidados, de Bu?uel.
Curiosamente, el motor de Villalpando es otro. Primero cree en el destino, pero luego se da cuenta de que no. En alg¨²n momento, hablando de su tatuaje, le dice a Juana, ¡®no, a m¨ª lo del destino ya no me interesa, que lo decidan los f¨ªsicos¡¯.
P. Dice Juan: ¡°En M¨¦xico nada era leg¨ªtimo, nadie ameritaba nada. Porque en el origen hab¨ªa una herida no resuelta. La pinche conquista que someti¨® a unos y endios¨® a otros. Y como el origen de la plata de los primeros cabrones era espurio, parec¨ªa que toda propiedad era pirata¡±.
R. Es el coraz¨®n de la historia. Juan, alias Fion Calavera, representa ese intento de hacer algo leg¨ªtimo, pero se da cuenta de que la ¨²nica forma de jugar el juego de hacerse rico es traficando con la ilegalidad. Tambi¨¦n los ricos est¨¢n donde est¨¢n por haber sido parte del juego, como el t¨ªo de Juana. Ese t¨ªo es uno de esos viejos priistas que no se llen¨® las manos de lodo, pero algo de lodo le salpic¨®.
P. Uno de los amigos de Fion es el Tepox, que siente odio de clase. Para ¨¦l la respuesta a la infamia que es M¨¦xico es la violencia.
R. Esta historia del odio de clases no se ha resuelto en M¨¦xico. Cada tanto sale la clase gobernante a decir que los espa?oles merecen la hoguera, que pidan perd¨®n. No es solo M¨¦xico, es Latinoam¨¦rica: lo que sucedi¨® hace 500 a?os es el horror y hay que construir un mundo que niegue que eso sucedi¨®, lo que me parece una franca estupidez. Podemos reescribir el pasado, pero no cambiarlo. Por eso hago una exploraci¨®n de todo el siglo XVI. Es el siglo del descubrimiento, cuando la conquista sucede. Y eso funda el M¨¦xico contempor¨¢neo, por m¨¢s que se quiera reescribir esa historia.
P. Mientras le¨ªa la novela, vi Ruido, la pel¨ªcula de Natalia Berist¨¢in. Es f¨¢cil ver una similitud entre las periodistas, las dos mujeres, Juana en su caso, las dos investigando casos complicados relacionados con la corrupci¨®n y la violencia, las dos engullidas por el engranaje del crimen. Lo menciono por el peso que tiene en los creadores mexicanos la violencia en general y en particular la violencia contra las mujeres.
R. S¨ª, y adem¨¢s ah¨ª¡ No se puede decir que es un hallazgo, pero es una sorpresa¡ Cuando revisamos los mitos fundacionales del cosmos mexica, la Coyolxauhqui y el nacimiento de la Luna¡ La Coyolxauhqui es una mujer desmembrada y parece que de nuevo estamos con el destino.
P. Caray, pero esa es una visi¨®n problem¨¢tica, ?no? Si la tomas muy en serio, claro¡
R. No, claro, obviamente no estamos destinados a eso. Pero Juana se sorprende de esa Coyolxauhqui que est¨¢ en el coraz¨®n de la cosmolog¨ªa mexica. La gran piedra de tres metros de di¨¢metro que estaba en la ¨¦poca de los mexicas, al pie del Templo Mayor. Y la sangre de los sacrificados ca¨ªa y la ba?aba. O sea, no solo estaba desmembrada, sino que adem¨¢s estaba ensangrentada.
Y luego, si lees uno de tantos mitos sobre los volcanes ¡ªel Popocat¨¦petl y el Iztacc¨ªhuatl, visibles desde Ciudad de M¨¦xico en d¨ªas claros¡ª en el que tomo yo en el libro, la mujer dormida est¨¢ muerta. Y Juana dice con cierta iron¨ªa que le parece muy curioso que en este pa¨ªs, donde se celebra tanto la muerte, donde hay catrinas y dem¨¢s, a la mujer muerta le dicen la mujer dormida. Un eufemismo. Cuando vemos el Iztacc¨ªhuatl, en vez de ver una mujer dormida, deber¨ªamos ver una mujer muerta.
P. Hablamos de traici¨®n, azar¡ En El Mismo Polvo hay un cuento de un futbolista, Romualdo, que lleva tatuado ¡°carpe diem¡± en el cuerpo, y se debate entre el placer moment¨¢neo y la trascendencia. Escribes: ¡°La felicidad es una forma de movimiento y lo que ¨¦l necesitaba era sosiego¡±.
R. Me intriga much¨ªsimo la cabeza de los futbolistas. Yo supongo que Neymar, si bien ha tenido una carrera exitosa y se ha hinchado a ganar plata, no trascendi¨®. Y yo supongo que en alg¨²n momento, pens¨® que podr¨ªa. No s¨¦ si ¨¦l escogi¨® no hacerlo, o quiz¨¢ no pudo. Aunque si uno ve la vida de Neymar, al menos a partir de lo que cuentan los medios, ¨¦l escogi¨® el carpe diem, como al principio Romualdo.
En cambio, Ronaldo, el portugu¨¦s, parece que s¨ª se entrega a la trascendencia. Siento que ese conflicto debe estar en la cabeza de deportistas, cineastas, escritores... Hay quienes persiguen la gloria eterna y hay quienes no y eligen escribir para salir adelante.
P. ?Es un tema que se plantea?
R. Es un tema interesante, s¨ª. Cuando uno es joven piensa en el Nobel, pero eso se acaba muy r¨¢pido. Yo no conozco a ning¨²n escritor que me haya dicho en la cara que quiere el Nobel. Pero s¨ª hay muchos adolescentes que me lo dijeron cuando ¨¦ramos adolescentes.
P. La reflexi¨®n contin¨²a en sus libros¡
R. Yo creo que la trascendencia es un enga?o. Lo planteo desde un punto de vista m¨¢s amplio. En alg¨²n libro m¨ªo, el personaje reflexiona sobre la importancia de que le pongan su nombre a una calle, pues esa ciudad desaparecer¨¢, el planeta se extinguir¨¢, el sol se apagar¨¢, y el universo acabar¨¢ vac¨ªo y fr¨ªo.
P. Bueno, entonces la trascendencia es un enga?o desde el punto de vista c¨®smico, no humano.
R. Bueno s¨ª, pero ?vale la pena esforzarse tanto para trascender cu¨¢nto, 1.000 a?os?
P. ?Cu¨¢nto querr¨ªa trascender para de verdad luchar por ello?
R. No, no, la trascendencia es un sinsentido. O sea, hay que gozar la vida.
P. Carpe diem
R. Un carpe diem bien entendido. No es tomar cerveza todos los d¨ªas. Es pensar que la vida, a menos que suceda un accidente, tiene un tiempo y hay que hacer que todo ese tiempo sea lo mejor posible. ?Tambi¨¦n hay que pensar en el Pablo Ferri de 70 a?os!
P. Hablando de la trascendencia, hay una frase muy bonita en El Mismo Polvo. ¡°Tambi¨¦n somos las voces que olvidamos¡±.
R. Ah, s¨ª. Cuando armamos un relato de nuestra vida, resaltamos lo que recordamos y queremos recordar, pero tambi¨¦n somos lo que no nombramos y no recordamos. Nos habita no solo lo que sabemos, tambi¨¦n lo que ya olvidamos.
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