La guerra y la paz de Mario Santiago Papasquiaro, el verdadero detective salvaje
Poeta desmesurado, fundador del infrarrealismo, inmortalizado como ¡®Ulises Lima¡¯ por Roberto Bola?o, viajero vagabundo, expulsado de un kibutz en Israel, alcoh¨®lico, obsesivo, contradictorio, cari?oso y violento. Reconstrucci¨®n de un personaje extremo a 25 a?os de su muerte
Era carne, hueso, verbo, tinta y contradicci¨®n. Un poeta que quiso ser maldito y vivi¨® su vida como un campo de batalla: contra todo y contra todos. Esta es la historia de la guerra y la paz de un hombre que acab¨® devorado por sus demonios: los de un animal mitol¨®gico y los de la persona que se escond¨ªa detr¨¢s. Fundador del infrarrealismo; escritor con una sensibilidad ¨²nica; odiado por la cr¨ªtica y el establishment cultural; padre cari?oso y di...
Era carne, hueso, verbo, tinta y contradicci¨®n. Un poeta que quiso ser maldito y vivi¨® su vida como un campo de batalla: contra todo y contra todos. Esta es la historia de la guerra y la paz de un hombre que acab¨® devorado por sus demonios: los de un animal mitol¨®gico y los de la persona que se escond¨ªa detr¨¢s. Fundador del infrarrealismo; escritor con una sensibilidad ¨²nica; odiado por la cr¨ªtica y el establishment cultural; padre cari?oso y divertido; alcoh¨®lico beligerante con un historial problem¨¢tico con las mujeres; un tipo con un conocimiento extraordinario de poes¨ªa, literatura, filosof¨ªa y cine; inmortalizado como Ulises Lima por su eterno compa?ero, Roberto Bola?o, en Los detectives salvajes, considerada por algunos cr¨ªticos como la ¨²ltima gran novela latinoamericana; viajero vagabundo expulsado de un kibutz en Israel; cronista en verso de las cloacas y para¨ªsos artificiales del Distrito Federal; autodefinido ¡°terrorista cultural¡± que desafiaba incluso a los coches y muri¨® atropellado por uno, un 10 de enero de 1998, hace 25 a?os.
Un ¨²nico nombre no abarcar¨ªa sus matices. ?l tuvo tres. Naci¨® como Jos¨¦ Alfredo Zendejas en el Distrito Federal el d¨ªa de nochebuena de 1953, pero se rebautiz¨® como Mario Santiago Papasquiaro porque en M¨¦xico, dec¨ªa, solo pod¨ªa haber un Jos¨¦ Alfredo, y acabar¨ªa siendo recordado como el Ulises Lima de Bola?o. Papasquiaro y el autor chileno se conocieron en el Caf¨¦ La Habana en 1975 y empezaron a frecuentar el taller de poes¨ªa de la Casa del Lago, donde se coc¨ªa un movimiento de j¨®venes poetas marcados por la resaca del 68, aquella revoluci¨®n que pudo ser y no fue. Ellos recogieron el testigo y fundaron el infrarrealismo, una vanguardia inspirada, entre otros, por los situacionistas franceses. Escrib¨ªan de sexo y arrabales, amor y muerte, drogas y rock and roll. Sus andanzas, marginales al principio, quedaron retratadas para la posteridad en Los detectives salvajes (1998, Anagrama), que traer¨ªa un inter¨¦s renovado hacia los infras. Papasquiaro nunca lleg¨® a verla impresa.
¡ªDigamos que hay muchos Marios. Nos hizo descubrir la poes¨ªa de otra manera: era un verdadero erudito, de una amabilidad inusitada. A las primeras poetas beats las conoc¨ª gracias a sus traducciones. Pod¨ªa ser muy cari?oso, pero tambi¨¦n muy hosco. El alcohol y las drogas le fueron ganando la poca capacidad de manejar sus emociones y pod¨ªa ponerse violento y pesado. Toda la vida tuvo malas relaciones con las mujeres. Y si bien yo no podr¨ªa decir que a m¨ª me agredi¨®, no le perdono que haya destrozado la vida de muchas mujeres. Soy de la idea de que seguiremos queriendo al Mario maravilloso, pero tampoco tenemos que negar esos claroscuros. Creo que en muchos de sus poemas pod¨ªa llegar a la excelencia casi sin esforzarse.
Habla Guadalupe Pita Ochoa, poeta, expareja de Papasquiaro y una de las fundadoras del infrarrealismo. El movimiento vivi¨® sus a?os de efervescencia entre 1975 y 1977. En el 77, Bruno Montan¨¦, otro de los fundadores, decidi¨® probar suerte en Barcelona. Le siguieron Bola?o y Papasquiaro. All¨ª, el mexicano pas¨® alg¨²n tiempo, escribi¨® poes¨ªa, se fue a Francia y descarg¨® cajas en los barcos que atracaban en Port-Vendres, vendimi¨®, vagabunde¨® por las calles y la bohemia de Par¨ªs y acab¨® en un avi¨®n rumbo a Jerusal¨¦n, viajes relatados por Bola?o en la novela. Papasquiaro sab¨ªa que en Israel estudiaba Claudia Kerik, una poeta argentina a la que conoci¨® en la Casa del Lago. Ella aparece en la dedicatoria de Consejos de 1 disc¨ªpulo de Marx a 1 fan¨¢tico de Heidegger, su poema m¨¢s recordado.
Papasquiaro ten¨ªa una obsesi¨®n por ella no correspondida. Una noche, mientras Kerik estaba con su pareja de entonces, Norman Sverdlin, en el ¡°cuartito¡± de estudiantes en el que viv¨ªa, escuch¨® fuertes golpes en la puerta. Era Papasquiaro. Ella no lo pod¨ªa creer. El poeta pas¨® unos meses en Israel, al principio con ellos, luego en un kibutz, una comuna socialista en la que Kerik consigui¨® que le aceptaran, para ser expulsado poco despu¨¦s por no acatar las normas. ¡°La estancia de Mario en Jerusal¨¦n fue muy dif¨ªcil. Yo estaba enamorada de Norman, no de ¨¦l. Se volvi¨® inviable: no trabajaba, no hablaba el idioma, no ten¨ªa d¨®nde caerse muerto¡±. Un d¨ªa, ella le vio pidiendo limosna en la puerta de la universidad donde estudiaba. No aguant¨® m¨¢s.
Regreso al DF
Papasquiaro volvi¨® a la carretera. Antes de regresar a M¨¦xico, fue habitante de la noche de Viena, pero la falta de dinero, el cansancio o el coraz¨®n roto finalmente dirigieron su br¨²jula hacia el DF. Era 1979. Junto con Ochoa, Jos¨¦ Peguero, Rub¨¦n Medina, Juan Esteban Harrington y otros poetas que segu¨ªan en la ciudad, refund¨® el infrarrealismo. Trabaj¨® como editor en peri¨®dicos como El Financiero, como traductor de desconocidos autores extranjeros o corrector de estilo para libros de texto. Peguero vivi¨® un tiempo con ¨¦l, entonces: ¡°Era un tipo muy querido y muy odiado. Era muy amoroso, expresaba mucho cari?o, gritaba, ronroneaba, refunfu?aba, pataleaba, buscaba como apapacharte. Pero era muy dif¨ªcil. Aguantabas dos o tres meses nom¨¢s con ¨¦l. Y un d¨ªa empez¨® a beber y beber y no par¨®¡±.
En 1984, Kerik volvi¨® a M¨¦xico. Ella y Papasquiaro no hab¨ªan hablado en todos esos a?os. Pero la obsesi¨®n del poeta regres¨®. La llamaba de madrugada, recitando poemas hasta que llenaba toda la cinta del contestador. ¡°Tuve que cambiar mi n¨²mero de tel¨¦fono y nunca supe nada m¨¢s de ¨¦l hasta que un d¨ªa alguien me dijo que hab¨ªa muerto. Me sent¨ª muy mal. Yo no hice las paces con la figura de Mario hasta que muri¨®. Ahora no conservo rabia. Fue un duelo, un proceso, tuve que ponerme en paz con mi pasado¡±. Desde la perspectiva de los a?os, Kerik ha vuelto a apreciar su obra. El a?o pasado, public¨® una antolog¨ªa sobre la Ciudad de M¨¦xico, La ciudad de los poemas (Lirio). En ella, incluy¨® a Papasquiaro.
Papasquiaro escribi¨® miles de versos, la mayor¨ªa perdidos en p¨¢ginas de otros libros, en cajetillas de cigarros, en servilletas o cualquier superficie que tuviera a mano. Apenas public¨® en vida un par de libros, al final de sus d¨ªas: Beso eterno (1994) y Aullido de cisne (1996), ambas en Al este del para¨ªso, una editorial ¡°pirata¡± y minoritaria que cofund¨® con Marco Lara Klahr. Muerto tampoco obtuvo nunca el reconocimiento que s¨ª consigui¨® Bola?o. ¡°Roberto siempre fue un personaje con autoridad, pero no ten¨ªa la autoridad de Mario como poeta, me asombraba su memoria y su conocimiento. Parec¨ªa que lo sab¨ªa todo. Lo que acababas de descubrir, ¨¦l ya lo hab¨ªa le¨ªdo. Su poes¨ªa era una b¨²squeda constante en la cual incorporaba el habla popular, el calor, el sentir del barrio, con una finura que asombra, con conocimiento de filosof¨ªa y poes¨ªa. Pero no es aconsejable para nadie ser un poeta como Mario: te incendias. La combusti¨®n interna era tremenda¡±, narra Jos¨¦ Peguero.
De 1983 a 1987, Papasquiaro mantuvo una relaci¨®n con Carolina Estrada. Cuando se conocieron ella estaba embarazada y ¨¦l asumi¨® a la ni?a como suya. Zirahu¨¦n, su hija, ahora tiene 39 a?os y evoca con cari?o las tardes abrazada a su padre escuchando Love her madly de los Doors. En esa ¨¦poca, ¨¦l usaba un bast¨®n, fruto de un atropello anterior. ¡°Bailaba moviendo el bast¨®n y la cabeza al mismo tiempo¡±, rememora Zirahu¨¦n. Reconoce que presenci¨® algunas ¡°escenas violentas¡± entre ¨¦l y su madre cuando se estaban separando, y recuerda el temblor de sus manos cuando el s¨ªndrome de abstinencia se adue?aba de ¨¦l, pero sobre todo dice que siente agradecimiento: ¡°Fue mi mentor, mi payaso personal¡±.
Con su siguiente relaci¨®n, Rebeca L¨®pez, ya fallecida, Papasquiaro tuvo otros dos hijos, Mowgli (33 a?os) y Nadja (30). ¡°Mario pod¨ªa tomar un libro, iniciar un poema, dejarlo botado, encontr¨¢rselo dos meses despu¨¦s y seguir con ese mismo texto. Vomitaba todo lo que tra¨ªa encima, era una cuesti¨®n de desahogo¡±, explica Mowgli, que defiende que, con ellos, Papasquiaro siempre fue ¡°una persona amorosa e imaginativa¡±. Nadja solo es capaz de recordar la voz de su padre riendo y recitando poemas: ¡°Creo que muri¨® joven porque viv¨ªa muy intensamente, pero eso le llev¨® a vivir muchas cosas, a escribir como loco. ?l era muy expresivo, si te quer¨ªa lo demostraba. Pero no me gusta esa cuesti¨®n idealizada y rom¨¢ntica de su personalidad, tambi¨¦n ten¨ªa oscuridades y una de esas era el consumo de alcohol. Era algo que yo no notaba cuando era chica, pero luego me iban diciendo que casi que todo el tiempo estaba borracho. Hubo dos episodios, que m¨¢s tarde supe que era el alcohol, en los que no reconoc¨ªa a mi pap¨¢. Fue la causa de que dej¨¢ramos de vivir con ¨¦l¡±.
¡°Era una especie de cham¨¢n¡±
Claroscuro es una palabra que se repite al hablar de Papasquiaro. En su caso, separar obra y vida resulta imposible. Una no puede entenderse sin la otra. Fue una persona desmesurada en todos sus aspectos, para bien y para mal. ¡°Era de una sabidur¨ªa muy potente, como una especie de cham¨¢n, una cosa profunda que es inexplicable, como m¨¢gica. Me ense?¨® la ¨¦tica y la est¨¦tica. ?l ten¨ªa un sistema propio de moral. Pero llevaba la autodestrucci¨®n y el suicidio en su sistema. Verlo desmoronarse y convertirse en lo que se converti¨® al final era bastante terrible¡±, lamenta Juan Esteban Harrington. ¡°Ten¨ªa la l¨ªnea de los sentimientos m¨¢s alta, se mor¨ªa un poeta como [Allen] Ginsberg y lloraba una hora¡±, a?ade Peguero.
¡°Siempre he pensado que sus actitudes ten¨ªan mucho que ver con esos seres m¨ªsticos que te ponen a prueba, como un maestro oriental¡±, reflexiona el periodista Ra¨²l Silva, amigo de Papasquiaro. Su costumbre de escribir en los libros que le prestaban disemin¨® su obra. Todav¨ªa quedan cientos de poemas in¨¦ditos escondidos en las bibliotecas de sus amigos. ¡°Es de los pocos poetas que siguen escribiendo despu¨¦s de su muerte. Mario sembr¨® su poes¨ªa a los cuatro vientos, la escribi¨® como caminaba, esparc¨ªa sus versos por todas partes. Es una especie de poes¨ªa itinerante que se encuentra en las bibliotecas de personas en Francia, Barcelona, Ciudad de M¨¦xico, Morelia, Michoac¨¢n¡ Era un escritor vagabundo¡±, relata Jorge Hern¨¢ndez, Piel Divina, otro de los infras originales.
Ha habido varios intentos de compilar sus escritos esparcidos. Bruno Montan¨¦, cofundador de Ediciones Sin Fin, lo hizo en un libro publicado en 2012, Sue?o sin fin. ¡°Comenzamos el proyecto con Roberto [Bola?o]: hacer un montaje y recuperar los poemas, fragmentos, casi lemas, que escrib¨ªa en las p¨¢ginas en blanco, en las portadillas de los libros que le prestabas, que luego t¨² le ten¨ªas que reconfiscar de vuelta¡±, explica. En 2008, una d¨¦cada despu¨¦s de su fallecimiento, el Fondo de Cultura Econ¨®mica public¨® Jeta de santo, quiz¨¢ su antolog¨ªa m¨¢s completa, compilada por su expareja, Rebeca L¨®pez, y Mario Ra¨²l Guzm¨¢n. Sus pocas obras publicadas en vida hicieron que su prestigio como autor underground creciera despu¨¦s de muerto, aunque las altas figuras de la literatura mexicana le siguieron repudiando. Y la leyenda del poeta que sali¨® de las p¨¢ginas de una novela para vagar por el Distrito Federal y escribir versos hasta en la ducha se desbord¨®.
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