Roberto Bola?o: ¡°Escribe t¨² la poes¨ªa por m¨ª¡±
La Biblioteca Nacional adquiere medio centenar de cartas y tres manuscritos que el escritor chileno envi¨® a su amigo ¨ªntimo Bruno Montan¨¦ entre 1976 y 1997
Augusto Monterroso dej¨® por escrito los tres destinos que le esperan al latinoamericano que pretende dedicar su vida a leer y de ah¨ª a escribir: destierro, encierro o entierro. No a?ad¨ªa ejemplos, pero cualquiera que piense en Vallejo o en Osvaldo Lamborghini o en el propio Monterroso sabe a qu¨¦ se refer¨ªa el guatemalteco.
Las cartas que Bola?o envi¨® a su amigo el tambi¨¦n escritor chileno Bruno Montan¨¦ entre septiembre de 1976 y una fecha indeterminada de 1997, y que acaban de ser adquiridas por la BNE, sit¨²an al autor de Estrella distante en al menos dos esquinas de esa latinoamerican¨ªsima trinidad literaria. En ellas aparece el Bola?o desterrado (¡°para los viejos el exilio es algo insoportable, para los j¨®venes es la prolongaci¨®n natural de la aventura¡±), pero sobre todo el ¡°ermita?o que permanece recluido¡± (as¨ª lo describen en una revista chilena y ¨¦l apostilla: ¡°Curioso, ?no?¡±) y ha renunciado a la que se supone es la vida de un escritor contempor¨¢neo, llena de presentaciones y c¨®cteles de vanidades para dejarse ver.
La mitolog¨ªa literaria, propensa siempre a la exageraci¨®n, suele presentar a Bola?o como un anacoreta vocacional, indolente ante sus propias estrecheces. Estas cartas a veces confirman pero en general refutan la creencia: s¨ª y no. Un escritor como Bola?o ¡ª¡°uno de los de antes¡±, lo llama Vila-Matas¡ª consegu¨ªa lo que necesitaba tener, que era b¨¢sicamente libros y buenos amigos, esa segunda familia elegida.
De ah¨ª que a Montan¨¦ ¡ª¡°un tipo muy alto, rubio, que casi nunca abr¨ªa la boca¡±, tal como lo pinta en Los detectives salvajes¡ª siempre le estaba pidiendo que buscara por ¨¦l los muchos libros que consideraba que deb¨ªa leer para escribir, pues, para empezar, no se le pasaba por la cabeza que una editorial se los regalara. Igual de insistentes eran sus pedidos de direcciones de concursos y editoriales para enviar sus manuscritos. Y su cari?osa presi¨®n para que Montan¨¦ no dejase de escribir (¡°escribe t¨² la poes¨ªa por m¨ª¡±, ¡°escribe para que nunca te mueras¡±,¡°dear huev¨®n, tu novelucha es uno de los textos m¨¢s radicales que he le¨ªdo en mi puta vida¡±). Y le contaba que no dorm¨ªa y empleaba ese tiempo en escribir. Aunque a veces quer¨ªa hacerlo pero le sal¨ªa espuma, y entonces tampoco dorm¨ªa y escrib¨ªa cartas.
Dice Montan¨¦ que las cartas y postales que ¨¦l ha entregado a la BNE se solapan con las que Bola?o enviaba a otros amigos, como el infrarrealista mexicano Mario Santiago; el editor de su primer poemario publicado (Reinventar el amor, 1976), Juan Pascoe; la poeta Mara Larrosa, la artista Carla Rippey; los horazerianos peruanos Jorge Pimentel y Tulio Mora; el barcelon¨¦s A. G. Porta (con quien Bola?o escribi¨® Consejos de un disc¨ªpulo de Morrison a un fan¨¢tico de Joyce, 1984); el gaditano Carlos Edmundo de Ory, o las acad¨¦micas chilenas Adriana Castillo de Berchenko y Soledad Bianchi (cuya correspondencia acaba de ser adquirida tambi¨¦n por la Universidad Diego de Portales de Chile).
El padre del ¡®hermano¡¯ y el descubrimiento de Sonora
Bola?o ten¨ªa 22 a?os y Montan¨¦ 18 cuando, junto a otros poetas decididos a "volarle la tapa de los sesos a la cultura oficial", fundaron el movimiento Infrarrealista en M¨¦xico. El acto se celebr¨® en casa de Montan¨¦, en pleno centro del DF. Desde entonces, es decir: desde un a?o antes, los amigos no volvieron a separarse ni siquiera geogr¨¢ficamente. En Barcelona eligieron el mismo barrio, el Raval, y cuando Bola?o se mud¨® a Girona y despu¨¦s a Blanes, Montan¨¦ no se alej¨® de la plaza barcelonesa de Vicen? Martorell. Montan¨¦ es autor de El malet¨ªn de Stevenson, Helic¨®n, Cuenta, El cielo de los topos y Mapas de bolsillo, y coautor con Bola?o de Gorriones cogiendo altura, poemario in¨¦dito hasta hoy. En una carta de 1994, Bola?o le manda saludos al padre de Montan¨¦ desde ?mi rendida admiraci¨®n por sus atlas?. El padre, el arque¨®logo Julio C. Montan¨¦ Mart¨ª, hab¨ªa publicado en el 93 el Atlas de Sonora, y Bola?o, un obseso de la documentaci¨®n previa a la escritura, se lo pidi¨® prestado. Hasta que termin¨® Los detectives salvajes y 2666, nunca dej¨® de revisarlo. Bola?o jam¨¢s estuvo en Sonora excepto a trav¨¦s del Atlas. La imaginaci¨®n, como suele ocurrir, hizo el resto.
Si Bola?o ten¨ªa un vicio, adem¨¢s de fumar, era escribir cartas y dormir poco: ¡°BRUNO, QUERIDO, HERMANO, son las tres de la madrugada y necesito hablar con alguien (¡) y ganas, m¨¢s bien dicho, pierdes t¨²¡±. ¡°Son las cinco menos cuarto (de la madrugada, claro) y me voy a tomar un caf¨¦. ?Adoro este silencio!¡±.
La importancia de estas cartas adquiridas por la BNE no s¨®lo radica en lo que supone hoy el apellido Bola?o, el ¨²ltimo escritor de culto (masivo) de la literatura en castellano. Lo explica bien Mar¨ªa Jos¨¦ Rucio, jefa de Manuscritos e Incunables de la Biblioteca: ¡°Lo que el autor escribe en ese momento de intimidad, la elecci¨®n del papel, la disposici¨®n del texto, el color de la tinta, una anotaci¨®n marginal presentan al escritor despojado de todo artificio, porque ofrecen la imagen clara y real del hombre en vez de la leyenda¡±.
La noticia es ¨¦sta: a pesar de que vivimos una ¨¦poca en la que el yo se exhibe a todas horas y est¨¢ sometido a un minucioso escrutinio a trav¨¦s de Internet y las redes sociales, cada vez habr¨¢ menos escritores que dejen material aut¨®grafo. No son lo mismo, efectivamente, cartas como las de Bola?o, escritas en hojas modestas arrancadas a un cuaderno de espiral y con una prolija letra corrida en la que una a en medio de una palabra a veces se transforma en una A may¨²scula, que centenares de miles de e-mails, tuits, posts de Facebook o conversaciones de whatsapp manchadas de emoticonos. Montan¨¦ a?ade otro punto: si ellos se escrib¨ªan tanto era porque, pese a vivir relativamente cerca, ninguno de los dos ten¨ªa tel¨¦fono.
Bajo un criterio meramente espaciotemporal, las cartas y postales que Bola?o le envi¨® a Montan¨¦ podr¨ªan dividirse en tres grupos: siete escritas en Ciudad de M¨¦xico el ¨²ltimo medio a?o que pas¨® all¨ª, tres en la villa tur¨ªstica francesa de Port-Vendres, adonde fue a trabajar a poco de pisar Europa en enero de 1977, y 34 en su larga estad¨ªa en Catalu?a, primero en Barcelona, luego en Girona y finalmente en Blanes, ese pueblo a orillas del Mediterr¨¢neo ¡ªdijo alguna vez¡ª donde hay gente de todo el mundo y que ya exist¨ªa antes de que naciera Cristo: all¨ª donde vivi¨® hasta su muerte, en 2003.
Curiosamente, se trata de una clasificaci¨®n que admite otra categor¨ªa de coincidencias.
Uno viv¨ªa en Blanes y el otro, en Barcelona. Se escrib¨ªan tanto porque ninguno de los dos ten¨ªa tel¨¦fono
Por ejemplo, las mexicanas est¨¢n escritas a m¨¢quina y por momentos adquieren un tono desgarradamente l¨ªrico. Su novia de entonces, la poeta estadounidense Lisa Johnson, lo hab¨ªa dejado, la Gobernaci¨®n mexicana se negaba a renovarle la residencia, y su madre y su hermana estaban ya en Europa pero quer¨ªan regresar a M¨¦xico, donde los Bola?o ?valos llevaban instalados desde 1968. Ese Bola?o l¨ªrico teclea a menudo en may¨²sculas:
¡°Y as¨ª como no hay para siempre jam¨¢s dos Bruno Montan¨¦, tampoco habr¨¢ dos Roberto Bola?o, y aqu¨ª comienza la desesperaci¨®n, los deseos locos de volver atr¨¢s (atr¨¢s es MI VERDADERO SUICIDIO)¡±. ¡°LISA ES MI DIOS, PERO ESTOY CORRIENDO EL RIESGO DE VOLVERME ATEO¡±. ¡°Gobernaci¨®n definitivamente no quiere extranjeros aqu¨ª. Bueno, ellos me pierden. Sus an¨¦micos poetas del futuro pr¨®ximo se lo van a echar en cara¡±. ¡°Con el amor de siempre (¡), contigo y contra todos, DESDE LA DESESPERACI?N Y LA GLORIA, am¨¢ndote como el camarada ama a su camarada, con el amor que las hadas le ten¨ªan a Rimbaud (¡), CR?TICAMENTE tuyo, desde nuestra madre aventura (¡), desde el Esp¨ªritu Santo con bluyines el¨¦ctricos, ya sabes, TU ROBERTO¡±.
Viacrucis pop
Junto a las 44 cartas y 18 postales, Montan¨¦ tambi¨¦n ha entregado a la BNE un ensayo y dos conjuntos de notas manuscritas sobre la poes¨ªa de su compatriota Ra¨²l Zurita. Por ejemplo, a prop¨®sito del cl¨¢sico Purgatorio, Bola?o pregunta: "?Qu¨¦ virtudes buscamos en los libros de poes¨ªa? Ciertamente no la transparencia a trav¨¦s de la cual reposa una vida sin convulsiones; tampoco los problemas (las postales) personales del poeta. S¨ª la transparencia como signo en el vac¨ªo ¡ª> la transparencia como se?al dentro de la transparencia. As¨ª: Zurita recorta su silueta en el fondo del poema: los problemas de Zurita, sus viacrucis pop, se asemejan mediante una reconversi¨®n mesi¨¢nica en los problemas de todos (soy la voz de una mujer, soy los senos ca¨ªdos, soy el destino de ella) y sus gritos tambi¨¦n son los gritos de todos."
El dato curioso aqu¨ª es que Bola?o no pensaba en Barcelona (¡°esa mugre de ciudad en que vives¡±) ni tampoco en Espa?a como destino de su segundo destierro. Su objetivo era llegar a Estocolmo: ¡°En Barcelona s¨®lo pienso estar 15 o 20 d¨ªas, de ah¨ª me voy a Par¨ªs, otros 15 o 20 d¨ªas, y de ah¨ª a dedo a Suecia, donde tengo casa para llegar y estarme por lo menos un mes hasta que consiga trabajo¡±.
Lo que no puede evitar es que al lado de estas previsiones mundanas, vitales, aparezca la voz del que a¨²n es principalmente un poeta: ¡°Mientras pasa el tiempo yo escribo, me masturbo pensando en Lisa y en m¨ª; yo como un voyeur de ESA pareja tan bella, tan inmensa; vi¨¦ndome y no crey¨¦ndomelo¡±. ¡°Vuelan penes y vaginas y cl¨ªtoris y lenguas como moscas por mi cuarto. La literatura, entendida como oficio inm¨®vil, no ser¨¢ mi matamoscas¡±. ¡°Extra?o esplendor tiene el mundo a veces. Uno vive¡±.
El segundo grupo, las cartas francesas, coinciden con la idea de Bola?o de acabar con el infrarrealismo que hab¨ªa fundado en la Ciudad de M¨¦xico con Mario Santiago, Montan¨¦ y otros poetas de la vanguardia de los setenta. Y el tercero, las catalanas, cubre un lapso de tiempo tan amplio que permite que aparezcan asuntos cotidianos como su matrimonio con Carolina L¨®pez, sus mudanzas, lo insoportable que se le hac¨ªa a veces el fr¨ªo de la costa blanesa, su negativa a ir a la playa en verano (¡°estoy blanco como el insomnio ¡ªuf, qu¨¦ malo¡ª¡±), su afici¨®n a los juegos de estrategia militar, la llegada del ordenador a su vida o la respuesta de Carmen Balcells (¡°por fin¡±) en 1985, una d¨¦cada antes de que empezara a convertirse en un escritor de culto.
¡°Escribe t¨² la poes¨ªa por m¨ª¡±, escribe Bola?o, que naci¨® poeta y muri¨® novelista. Estas cartas lo reflejan
Estas cartas muestran tambi¨¦n la transformaci¨®n de alguien que naci¨® poeta y muri¨® novelista. O como ¨¦l mismo dec¨ªa en una especie de poema-despedida incluido en una carta de abril de 1983: ¡°Un abrazo?/ de este tu amigo?/ que deja?/ atr¨¢s?/ el dulce loco p¨¢jaro?/?de la?/ ni?ez¡±. O tres meses antes, refiri¨¦ndose a la escritura de La senda de los elefantes, reeditada en 1999 como Monsieur Pain: ¡°Si tuviera dinero me dedicar¨ªa a escribir mi novela. En cambio, como, fumo, escucho conversaciones huevonas. ?Voy al correo!¡±. ¡°He hojeado la novela y he pensado que era buena. No s¨¦. A fin de cuentas viene a ser lo mismo pues no la pienso retocar¡±. ¡°?T¨² crees que la puedo llevar a Seix Barral? Yo no¡±.
Bola?o era tambi¨¦n, a su manera, que era un poco la manera de Borges, un humorista. En estas cartas, sin embargo, asoma un sentido del humor distinto al de sus ficciones, agudo, s¨ª, que exige cierta cultura, tambi¨¦n, pero a la vez m¨¢s llano y viril, por decirlo de alg¨²n modo. Como esto que le escribi¨® a Montan¨¦ en el verano de 1988, cuando el amigo se hab¨ªa ido a vivir a Berl¨ªn: ¡°Horrorem, ales mundo en veranon escalofrien diestrum und siniestrum, ales malo non guten ?non! salvo der foke, der liebe, der gemuchtlich, piernen, clitoren und punkt g; ales kaput ober k?r und teste, salvo fetichismus und schwarze nylon medias under grosen kaloren. ?Under titen fur meine yungest! Zurrucken das marine, das kleine fallschinjaeger, der lied in prozischsfurmobersalsbergkind, ah, ah, bolsmark bifild kosten? besoren du?¡±.
Excepto para un germanohablante de verdad, es de esperar que no necesite traducci¨®n.
Un relato de horror
Roberto Bola?o ten¨ªa una elaborada clasificaci¨®n del silencio literario. Para ¨¦l, hab¨ªa b¨¢sicamente tres. El de Rulfo, que es el silencio aceptado: el escritor que un d¨ªa decide que ya no tiene nada que decir o que no encuentra la forma de hacerlo y se calla. El de Rimbaud, el silencio buscado, el viaje hacia la mudez sin retorno. Y el tercero, que identificaba con Georg B¨¹chner y que fue tambi¨¦n el que lo call¨® a ¨¦l: el silencio de la muerte "que corta de tajo lo que pudo ser y nunca m¨¢s va a poder ser, lo que no sabremos jam¨¢s".
Bola?o muri¨® el 15 de julio de 2003 debido a una insuficiencia hep¨¢tica mientras esperaba en vano un trasplante. Entre las cartas adquiridas por la BNE, hay una, de inicios de 1995, en que habla abiertamente de una dolencia seria m¨¢s all¨¢ de una jaqueca o un catarro. La llama ¡°un relato de horror¡±: ¡°Esta ma?ana un calambre en la espalda me despert¨® con unos dolores m¨¢s que considerables. Ten¨ªa todo el cuerpo acalambrado. [¡] Me di cuenta de que me iba a desmayar e intent¨¦ evitarlo, vestirme, llegar a casa de Carolina. Pero al salir de mi cuarto me desvanec¨ª. Consegu¨ª llegar, a gatas, al lavabo. Intentaba tomar agua. Segundo desvanecimiento. [¡] Intent¨¦ no gritar para que mi vecina ¡ªy casera¡ª del primero no se llevara un susto. Ya ves, delicadezas de poeta. Pero la buena mujer es muy vieja y muy asustadiza y en ese momento terrible no quer¨ªa cargar, encima, con un homicidio involuntario sobre mi espalda, que ya bastante me dol¨ªa.¡± Despu¨¦s de ir a que lo vean en el hospital, concluye: ¡°Lo que me provoc¨® las ca¨ªdas no es EPILEPSIA (Dostoievski y yo acech¨¢bamos) sino Contracturas de Burro producidas a su vez por la ¨²lcera de colon. Fin de la historia¡±.
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