El dolor eterno de Tamaulipas
El Estado del Golfo de M¨¦xico aparece en la parte alta de dos registros nefastos: el de mayor cantidad de balaceras de militares con civiles y el de la tasa de personas desaparecidas en relaci¨®n con la poblaci¨®n


Arde Tamaulipas y arrecian las preguntas de por qu¨¦ ha pasado lo que ha pasado estas semanas. Ignorada ante peque?os fuegos de alcance aparentemente local, los gobiernos de M¨¦xico y Estados Unidos miran ahora a la regi¨®n del Golfo como no lo hab¨ªan hecho en a?os. La masacre a manos de militares de cinco muchachos en Nuevo Laredo, a finales de febrero, y el secuestro de cuatro ciudadanos estadounidenses en Matamoros, a principios de marzo, han puesto en el punto de mira al Estado. La mala noticia es que ambos eventos responden en realidad a la normalidad reinante en la zona en los ¨²ltimos a?os.
Tamaulipas es una de las regiones del pa¨ªs donde m¨¢s personas desaparecen, en general y relaci¨®n con su poblaci¨®n. Preso de la corrupci¨®n y de la cercan¨ªa de los grupos criminales con el aparato pol¨ªtico y de seguridad, el Estado ha sufrido picos de violencia brutales, explicados a partir de disputas entre grupos criminales, primero entre el Cartel del Golfo y Los Zetas, y luego entre facciones de ambos grupos, todos con la mirada puesta en la frontera y el contrabando. Hay que sumar a las Fuerzas Armadas a la ecuaci¨®n, en particular al Ej¨¦rcito, polic¨ªa de facto de la regi¨®n. De 2007 a 2022, militares han mantenido casi tantos enfrentamientos con presuntos agresores en Tamaulipas, el 45%, como en el resto de estados combinados.
La desaparici¨®n de personas en M¨¦xico es una constante desde finales de 2006, cuando el Gobierno federal le declar¨® la guerra al crimen organizado. En pocos lugares se ha sentido esta situaci¨®n como en Tamaulipas, que cuenta 11.680 personas desaparecidas, seg¨²n el registro de la Secretar¨ªa de Gobernaci¨®n, de las que han aparecido restos de 527. Con una poblaci¨®n de 3,5 millones, la tasa de desapariciones por cada 100.000 habitantes en el Estado es una de las m¨¢s altas del pa¨ªs. Todo eso sin contar los casos no denunciados, por miedo, amenazas¡ Es imposible saber cu¨¢ntos desaparecidos no figuran en el c¨®mputo oficial, que el a?o pasado super¨® los 100.000 en todo el pa¨ªs.

Con 17 puentes fronterizos que cruzan a Estados Unidos, Tamaulipas es guarida adem¨¢s de una enorme cantidad de centros de exterminio, pedazos de tierra donde criminales deshacen cuerpos para dificultar el trabajo de las autoridades. Es el caso del que encontraron hace a?o y medio en Nuevo Laredo, del que los peritos apenas han podido rescatar unos pocos centenares de trocitos de hueso. O el de La Bartolina, en Matamoros, muy cerca de la caseta donde los investigadores rescataron a los estadounidenses secuestrados hace semana y media. Las autoridades llevan m¨¢s de cinco a?os sacando restos de all¨ª.
Todo esto da una idea del grado de violencia que impera en la entidad. No es que todo lo anterior no ocurra en otras partes de M¨¦xico, lo hace, pero Tamaulipas, por su posici¨®n geogr¨¢fica y la cantidad de cruces al pa¨ªs vecino, es lugar predilecto para las mafias y sus redes de apoyo institucionales. Lo que en Matamoros, Reynosa, Nuevo Laredo o cualquiera de los pueblos de la frontera chica vale 20 d¨®lares, multiplica su valor 200 metros al norte, sean droga o migrantes.
Todav¨ªa no se sabe el motivo del ataque contra los cuatro ciudadanos estadounidenses, pero se tiene una idea del despliegue de los perpetradores. Detectados los estadounidenses tras su cruce, hasta ocho veh¨ªculos participaron en su seguimiento, el tiroteo y el secuestro. La teor¨ªa de la confusi¨®n, enarbolada por el fiscal estatal, Irving Barrios, aparece como una hip¨®tesis v¨¢lida. La filtraci¨®n de los antecedentes penales de las v¨ªctimas sugiere otras posibilidades, que las autoridades mexicanas no han comentado de momento.
Lo que resulta evidente del caso es la capacidad de movilizaci¨®n del crimen en la regi¨®n, expresada estos a?os tambi¨¦n en sus choques continuos con las fuerzas de seguridad, particularmente el Ej¨¦rcito, que ha sustituido a las polic¨ªas en la frontera. En ning¨²n otro lugar de M¨¦xico, los militares han protagonizado m¨¢s tiroteos con presuntos criminales que aqu¨ª. El car¨¢cter recurrente de los enfrentamientos, la facilidad para apretar el gatillo, esconde, sin embargo, una cadena de errores, en el mejor de los casos, negligencias y delitos, en el peor, que apunta al mismo origen de la estrategia.

La historia es de sobra conocida. En diciembre de 2006, el reci¨¦n llegado Gobierno de Felipe Calder¨®n (2006-2012) ide¨® una estrategia para combatir al crimen organizado, que consisti¨® en mandar al Ej¨¦rcito a las calles, plan que sus sucesores han heredado hasta hoy, ya con Andr¨¦s Manuel L¨®pez Obrador en la presidencia. Con los a?os cal¨® la idea de que el movimiento de Calder¨®n agit¨® un avispero lleno de insectos hist¨¦ricos, que afinaron sus capacidades. Y no solo eso. La experiencia policial de los militares mostr¨® sus l¨ªmites, con continuas denuncias a soldados por tortura, desaparici¨®n forzada y asesinato.
El caso Nuevo Laredo es el mejor ejemplo de lo anterior. El ataque de un convoy militar a un grupo de muchachos desarmados, que sal¨ªa de pasar la noche en una discoteca, interpela las estrategias de seguridad de los ¨²ltimos tres Gobiernos, empezando por Calder¨®n, pasando por Enrique Pe?a Nieto (2012-2018) y ahora con L¨®pez Obrador. Con mayor o menor incidencia, las tres administraciones han registrado situaciones parecidas, militares que accionaban sus armas sin que hubiera una agresi¨®n previa.
Desde enero de 2007 hasta finales de 2022, militares se enfrentaron con civiles en M¨¦xico en 5.493 ocasiones, seg¨²n datos de la Secretar¨ªa de la Defensa Nacional (Sedena), recopilados, ordenados e interpretados por Samuel Storr, que forma parte del Programa de Seguridad Ciudadana de la Universidad Iberoamericana. De esos 5.493 enfrentamientos, el 45%, 2.494, ocurrieron en Tamaulipas. La mayor¨ªa de esos choques ocurrieron adem¨¢s en las grandes ciudades fronterizas, Matamoros, Reynosa y Nuevo Laredo.
Casos como el de los cinco muchachos masacrados en febrero no figuran en estas estad¨ªsticas. O no deber¨ªan hacerlo, ya que los muchachos muertos nunca dispararon. En una ciudad como Nuevo Laredo, que en estos a?os ha registrado 600 presuntos enfrentamientos solo entre militares y civiles -adem¨¢s de los que haya registrado la Armada, la Guardia Nacional o la polic¨ªa estatal-, la actitud de los militares que dispararon contra los muchachos se explica a partir de lo que ha ocurrido antes. Y hace aflorar otras preguntas, de dif¨ªcil respuesta.

?C¨®mo saber si entre los 2.494 presuntos enfrentamientos registrados en Tamaulipas estos a?os hay m¨¢s casos como el de Nuevo Laredo? A preguntas as¨ª, Storr apunta al ¨ªndice de letalidad, una herramienta que ayuda a marcar eventos de este tipo por posibles irregularidades. El ¨ªndice de letalidad mide la relaci¨®n entre heridos y muertos civiles en enfrentamiento con cuerpos de seguridad. Expertos que desarrollaron la idea plantean que lo normal es que la relaci¨®n sea de uno a uno: un muerto, un herido, dos y dos, etc¨¦tera. En la medida en que los muertos superan a los heridos, la sospecha aumenta.
¡°En Tamaulipas ocurre algo que apenas ocurre en el resto del pa¨ªs¡±, explica Storr. El acad¨¦mico se refiere a la cantidad de sucesos en la que el ¨ªndice de letalidad no es parejo en el Estado. ¡°De los 2.494 enfrentamientos registrados en el Estado, much¨ªsimos m¨¢s que en cualquier otro, en 384 se registraron m¨¢s de tres civiles muertos. Y de esos, en 335 no hubo heridos, ni detenidos¡±, a?ade. Esto no significa que en esos 335 casos se hayan producido asesinatos, pero impide que se descarte la posibilidad de que ocurriera. La falta de capacidad de las fiscal¨ªas, tanto estatales como federal, impiden que se hayan llevado a cabo investigaciones exhaustivas. Solo cuando lo sucedido llega a la prensa nacional, el Gobierno federal interviene. Su aparici¨®n no asegura que haya justicia, pero es al menos un inicio.
Los datos dibujan una aceleraci¨®n de la tendencia en los a?os de L¨®pez Obrador en la presidencia. Con ¨¦l al frente del Gobierno, la cantidad de enfrentamientos con m¨¢s de tres muertos civiles y ning¨²n detenido o herido crece, conformando porcentajes sobre el total superiores a los registrados con Pe?a Nieto o Calder¨®n. As¨ª, de diciembre de 2018 a diciembre de 2022, M¨¦xico registro 85 enfrentamientos que acabaron con m¨¢s de tres muertos civiles, sin heridos ni detenidos. De esos 85, 62 ocurrieron en Tamaulipas, el 73% del total. En los a?os de Pe?a Neto el porcentaje baja al 59% y en tiempos de Calder¨®n, al 45%. Durante la actual administraci¨®n, adem¨¢s, la letalidad del Ej¨¦rcito en Tamaulipas es de m¨¢s de nueve, m¨¢s del doble de la media nacional, superando por mucho lo ocurrido en los dos gobiernos anteriores.
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