La barbarie
La brutal masacre de Lagos de Moreno constata la derrota de la sociedad, acalambrada, arrinconada en el postulado de que los muertos siempre son otros
Hemos perdido. Vivimos en la derrota desde hace a?os. Las estad¨ªsticas de la violencia, los detalles, disfrazan el escenario y amparan una sensaci¨®n de control absolutamente falsa. No hay guerra entre c¨¢rteles que valga, ni ajustes de cuentas. No hay da?os colaterales, ni malos pasos, ni listados de ning¨²n tipo que reflejen siquiera un trozo de verdad. ?La suma de asesinatos explica la crueldad? No, pero tranquiliza, transmite acci¨®n, la existencia de una estrategia, la promesa de que todo cambiar¨¢.
Desde luego, las cosas cambian. Asesinos despiadados ensayan cada d¨ªa nuevas formas de crueldad, como la vista estos d¨ªas en Lagos de Moreno, Jalisco. Bur¨®cratas del crimen acumulan cuerpos hechos pedazos en congeladores, como vimos el lunes en Poza Rica, Veracruz. Siempre un paso m¨¢s all¨¢, el m¨¢s dif¨ªcil todav¨ªa, ge¨®grafos del horror, dedicados cart¨®grafos del infierno. La gente quiere saber por qu¨¦, claro. Cualquier respuesta funciona porque el motivo es lo de menos, en el fondo. Lo que sea menos el vac¨ªo. Porque el vac¨ªo es un enorme espejo que muestra el miedo que nos corroe.
¡°No enfrentamos un problema de seguridad, enfrentamos la barbarie¡±, dec¨ªa este mi¨¦rcoles el acad¨¦mico Ernesto L¨®pez Portillo, en un foro sobre violencia, construcci¨®n de paz y seguridad ciudadana. Tiene raz¨®n. Las palabras son importantes. Seguridad es una palabra de algod¨®n, as¨¦ptica. Tranquiliza. Un problema de seguridad puede resolverse, pero, ?la barbarie? Tiemblo al pensar que ma?ana o pasado, alguno de los que mandan proyecte un par de gr¨¢ficas y una hoja de c¨¢lculo, para demostrar lo absurdo: los homicidios van a la baja.
M¨¦xico no cuenta asesinatos, cuenta masacres. La crudeza de lo que vemos exige fantas¨ªas. Mirar al sol de cara te deja ciego. La fantas¨ªa mayor, la m¨¢s longeva, coloca al otro en un lugar cada vez m¨¢s alejado, provocando el propio aislamiento. Eso no puede pasarme a m¨ª, los muertos son otros, las familias que lloran son otras, los desaparecidos son otros, los muchachos obligados a matar a sus amigos no son mis hijos. Adem¨¢s, en algo andar¨ªan. ?Se acuerdan de los ni?os muertos de Villas de Salvarcar y la respuesta que dio Calder¨®n? Pues eso.
En Los Muertos Ind¨®ciles, Cristina Rivera Garza cita un concepto de la pensadora italiana Adriana Cavarero, el horrorismo contempor¨¢neo, ¡°formas de violencia espectacular y extrema que no solo atentan contra la vida humana, sino adem¨¢s -y acaso sobre todo- contra la condici¨®n humana¡±. Hemos aceptado de todo, calculando la gravedad de cada caso a golpe de like, aceptando las explicaciones y los cauces del poder. Y, ?para qu¨¦? Debajo de todo aquello no hab¨ªa nada. Y los argumentos cada vez suenan m¨¢s absurdos, rid¨ªculos.
En el mismo foro que L¨®pez Portillo, el acad¨¦mico Pietro Amaglio, veterano del Movimiento por la Paz con Justicia y Dignidad, que denunciaba el espanto ya hace m¨¢s de diez a?os, hablaba de un ¡°estado de guerra masivo y selectivo¡±. Masivo, por los n¨²meros, los m¨¢s de 110.000 desaparecidos, los cientos de miles de asesinados estos a?os, los desplazados, etc¨¦tera. Selectivo porque en medio de la tormenta, eliminan a la resistencia, activistas, defensores de bosques, de mariposas, de agua, de tierra, periodistas¡ Amaglio se?alaba la necesidad de resistir, de hacerlo de una manera proporcional a los golpes. Pero, ?qu¨¦ es proporcional a la barbarie? No basta con marchar, pero, ?qu¨¦ hay que hacer?
Son ya m¨¢s de 15 a?os de violencia extrema. Las experiencias de resistencia se agotan. Las manifestaciones en protesta por casos concretos, exigiendo justicia, exhiben las incapacidades institucionales para todo lo que no sea ocultar. El teatro de la investigaci¨®n y la rendici¨®n de cuentas echa pulsos con la desesperaci¨®n de los que salen a la calle. La burocracia fagocita y divide experiencias activas de desobediencia civil, como las de las madres buscadoras. Es dif¨ªcil ser optimista, tener algo de esperanza. Rivera Garza dice que no es tanto la esperanza, como ser terco. Seamos tercos entonces.
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