La polic¨ªa de Celaya, perseguida por el crimen: ¡°Es una guerra contra un ej¨¦rcito guerrillero¡±
Desde 2022, agentes y criminales pelean en una batalla sin cuartel en una de las ciudades m¨¢s importantes de Guanajuato. En el ¨²ltimo a?o, 22 agentes han ca¨ªdo asesinados. EL PA?S acompa?a a un grupo en sus patrullajes
Alguien ha dejado una cruz roja en esta esquina polvorienta, junto al asfalto. Es de un rojo brillante, parece reci¨¦n pintada. No hay flores, ning¨²n mensaje. Solo la cruz. El polic¨ªa Javier la ilumina, silencioso, con su linterna. Es de noche. Sopla algo de viento. ¡°Ah¨ª qued¨® uno de ellos¡±, dice. Los dem¨¢s, a?ade, trataron de huir por un camino de tierra que sale de la carretera y se interna en las calles de Pelavacas, una de las comunidades de Celaya. Javier camina ahora por ¨¦l. Ilumina de ac¨¢ para all¨¢, ocioso. No busca nada en particular. Solo es algo que hacer mientras la noche avanza.
El ca¨ªdo y los dem¨¢s son parte del grupo de criminales que se enfrentaron a balazos con polic¨ªas municipales, el 1 de febrero, en Pelavacas. Tres de ellos murieron, igual que dos polic¨ªas. Era el ¨²ltimo ataque contra integrantes de la corporaci¨®n de una lista muy larga. Luego hubo m¨¢s. En el ¨²ltimo a?o natural, al menos 22 polic¨ªas de Celaya, una de las ciudades m¨¢s importantes de Guanajuato, en el centro de M¨¦xico, han muerto asesinados. No existe una situaci¨®n parecida en ninguna otra ciudad del pa¨ªs, ninguna guerra tan evidente como la que se vive aqu¨ª.
La pregunta es por qu¨¦. Por qu¨¦ en Celaya s¨ª y en Le¨®n, Irapuato o Salamanca, no. O no con esa fijaci¨®n. Guanajuato sufre desde hace a?os una crisis de violencia brutal, con miles de asesinatos, desaparecidos, masacres... Solo en diciembre, Celaya y su zona metropolitana registraron dos de las peores matanzas de los ¨²ltimos tiempos, el asesinato de 11 j¨®venes en una fiesta, y el de otros seis, d¨ªas antes, que aparecieron tiroteados junto a la universidad. Los grupos criminales han empleado t¨¢cticas agresivas para evitar a la autoridad, como bloquear carreteras con carros ardiendo o arrojar hierros puntiagudos al asfalto. Pero lo de Celaya es distinto: no se trata de evadir, sino de eliminar.
Criminales han atacado a polic¨ªas aqu¨ª mientras trabajan y en d¨ªas de descanso. Lo han hecho en grupo y cuando van solos. A tiros y a granadazos. No les ha importado que est¨¦n con sus familias, como la agente que muri¨® a balazos junto a su hija, el mes pasado, una ma?ana de camino a la escuela. Tambi¨¦n ha ocurrido medio de casualidad ¡ªcasualidades de un contexto b¨¦lico¡ª como aquel 1 de febrero en Pelavacas. Los agentes daban un rond¨ªn por su sector, cuando toparon con una camioneta que les pareci¨® sospechosa. La empezaron a seguir y, en la persecuci¨®n, acabaron emboscados.
¡°Era como la una de la tarde¡±, explica Javier, nombre ficticio que ¨¦l ha elegido por seguridad. ¡°Iban cuatro compa?eros en la patrulla, dos en la cabina y dos en la torre¡±, explica. ¡°Los de la torre portaban fusiles e iban de pie en la batea¡±, sigue Javier. ¡°En la persecuci¨®n, no se dieron cuenta, pero al menos dos de ellos se bajaron del carro y se parapetaron aqu¨ª¡±, dice, se?alando la cruz roja y un ¨¢rbol cercano.
Los criminales preparaban su emboscada. Aguardaron apenas unos segundos y, cuando lleg¨® la patrulla, empezaron a disparar. ¡°Le dieron al piloto de la patrulla, que se estrell¨® contra un poste de la luz. El copiloto baj¨® y trat¨® de refugiarse en la parte trasera, pero en el cambio le dieron¡±, contin¨²a el agente. Los dos polic¨ªas de la torre bajaron con sus fusiles y persiguieron a los sicarios. En alg¨²n momento le dieron al que estaba donde yace ahora la cruz roja. Metros m¨¢s adelante, alcanzaron a dos m¨¢s, que cayeron heridos y morir¨ªan m¨¢s tarde. El resto de la cuadrilla criminal condujo su camioneta hasta el final del camino. Luego la abandonaron y salieron corriendo.
A final del camino, encima del suelo polvoriento, peque?os cerros de vidrio completan la historia del polic¨ªa Javier esta noche. Son los trozos de cristal de las ventanillas de la camioneta de los atacantes. Un compa?ero de Javier, robusto como el tronco de un sauce, ilumina los campos de alrededor, la nave que yace junto a los vidrios. Dice que, ahora, los polic¨ªas municipales de Celaya ya no salen patrulla por patrulla. Siempre van de dos en dos. ¡°Realmente, aqu¨ª es la guerra, una guerra contra un ej¨¦rcito experto en guerrilla¡±, murmura, como si no dijera nada importante.
Santa Rosa
A las afueras de Celaya, en un predio sin distintivo alguno, funciona el Gran Hermano local, el centro de control de la red p¨²blica de c¨¢maras de seguridad, conocido tambi¨¦n como C-4. Jes¨²s Rivera, jefe de polic¨ªa de la ciudad desde octubre de 2021, dice que, actualmente, alrededor de 1.500 c¨¢maras vigilan las calles del municipio, que cuenta alrededor de medio mill¨®n de habitantes. ¡°Es uno de los cambios que hemos hecho aqu¨ª¡±, defiende. ¡°No ten¨ªamos una coordinaci¨®n entre an¨¢lisis, planeaci¨®n y operaci¨®n en la calle. Y ahora dirigimos y mejoramos la operaci¨®n desde aqu¨ª¡±, a?ade.
Expolic¨ªa federal, agente de carrera, Rivera se gradu¨® a mediados de la d¨¦cada de 1990 y atestiguo todos los cambios que los sucesivos Gobiernos de M¨¦xico implementaron en la corporaci¨®n, de la Polic¨ªa Federal de Caminos, a la preventiva, luego a la federal a secas y, por ¨²ltimo, a la Guardia Nacional, invento de Andr¨¦s Manuel L¨®pez Obrador. En 2021, pidi¨® una licencia y vino a Celaya, que conoc¨ªa de su ¨²ltima misi¨®n en la federal, cuando coordin¨® a la corporaci¨®n en Guanajuato. Habla mucho, Rivera. Se le caen las ideas de los bolsillos. Y repite una, como mantra: ¡°La seguridad no es una cuesti¨®n ideol¨®gica, sino t¨¦cnica¡±.
El jefe apunta un motivo de por qu¨¦ aqu¨ª ocurre lo que ocurre, por qu¨¦ sus polic¨ªas, muchos exfederales como ¨¦l ¡ªel 70% de alrededor de 1.000, asegura¡ª sufren la embestida del crimen. ¡°Celaya es el origen del grupo criminal local. De aqu¨ª se nutren financieramente: robo de veh¨ªculos, bancos, carga, drogas, todo¡±, explica. ¡°Y nosotros los hemos debilitado de manera sustancial¡±, a?ade. Rivera no dice su nombre, pero se refiere al Cartel Santa Rosa de Lima, organizaci¨®n delictiva regional, nutrida al calor del robo de combustible, el famoso huachicol. Rivera habla de detenciones importantes, represalias, decomisos¡
La casi veintena de a?os que el pa¨ªs ha vivido a merced de las guerras contra el crimen muestran que la realidad suele ser m¨¢s compleja. En M¨¦xico, la delincuencia organizada existe a merced de su relaci¨®n con las autoridades, cambiante en su jerarqu¨ªa, su fluidez y direcci¨®n. El propio Rivera se?ala que desde que lleg¨®, al menos 300 agentes han salido de la corporaci¨®n, la mitad obligados por ¨¦l y su equipo, por presuntas corruptelas. ¡°Ten¨ªamos muchos problemas de corrupci¨®n y no estamos exentos de ellos: filtraciones, omisiones, acciones indebidas¡±, lamenta.
Los resultados avalan parte de su hip¨®tesis. El Instituto Nacional de Estad¨ªstica muestra un decremento extraordinario de asesinatos en la ciudad de 2021 a 2022, alrededor de 1.000. Aunque el instituto no ha dado datos de 2023, el Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad P¨²blica, que comparte su estad¨ªstica con mayor rapidez, muestra un nuevo descenso en Guanajuato para el a?o pasado. Rivera se?ala igualmente que, desde 2021, han bajado casi 90% el robo de veh¨ªculos y han acabado con el robo a bancos. El Observatorio Ciudadano de Celaya se?ala, sin embargo, que la extorsi¨®n y el robo a negocios sigue siendo muy alto.
De fuera
¡°Ha habido semanas en que era ataque por d¨ªa¡±, dice la agente Sof¨ªa, junto a las pantallas de operaci¨®n del C-4. Y no le falta raz¨®n. Con el caso de Pelavacas, enero y febrero han sido especialmente dolorosos. En apenas dos meses han sido asesinados 10 agentes. Sof¨ªa, nombre ficticio, recuerda el caso del 25 de enero, cuando criminales emboscaron y asesinaron a cuatro agentes de una tacada, no muy lejos de aqu¨ª, en Rinc¨®n Tamayo, la comunidad m¨¢s grande del sur de la ciudad.
¡°Los compa?eros pidieron apoyo por radio una vez, pero ya no hablaron m¨¢s. Ah¨ª supimos a qu¨¦ c¨¦lula operativa pertenec¨ªan, pero no qui¨¦nes eran o d¨®nde estaban¡±. Desde el m¨®dulo de operaci¨®n en el que despacha Sof¨ªa, los agentes a cargo aquel d¨ªa tardaron cuatro minutos en ubicar la patrulla emboscada: era la ¨²nica de todas las que andaban en Celaya que hab¨ªa dejado de moverse. Poco despu¨¦s, otras patrullas llegaron y vieron la de sus compa?eros, chocada. Todos hab¨ªan muerto.
El ataque se entiende como el pico de una batalla que viene de largo. El jefe Rivera data el inicio de las hostilidades en finales de 2022. No es que antes las cosas hubieran estado tranquilas. En agosto, criminales hab¨ªan asesinado al hijo del alcalde en la ciudad, cuando sal¨ªa de una farmacia. Muchos en Celaya entendieron aquello como un desaf¨ªo del crimen. Rivera prefiere no decir si el ataque ten¨ªa que ver con su labor. Tampoco lo descarta. Pero en noviembre, las cosas cambiaron.
En el mismo lugar donde 14 meses m¨¢s tarde mataron a cuatro polic¨ªas, Rinc¨®n Tamayo, criminales emboscaron a un grupo de agentes que hab¨ªan parado a tomar caf¨¦, a primera hora de la ma?ana. Al menos uno muri¨®. ¡°Ese mismo d¨ªa¡±, dice Rivera, ¡°ellos manifiestan alianzas con otros grupos en redes sociales¡±. El jefe se refiere a un presunto acuerdo de los de Santa Rosa de Lima, con el grupo Escorpi¨®n del Cartel del Golfo, que funciona en Matamoros (Tamaulipas).
Una semana m¨¢s tarde, criminales atacaron una de las tres comisar¨ªas de polic¨ªa municipales, justo al otro lado de la ciudad, en la comunidad m¨¢s importante del norte, San Juan de la Vega. ¡°Llegaron camionetas de ellos con gente armada, agrediendo... Cayeron cuatro de los nuestros, heridos, quemaron cualquier n¨²mero de camionetas. Pero ah¨ª nosotros neutralizamos a uno de los l¨ªderes de los Escorpiones¡±, explica.
La alianza del grupo local con otros for¨¢neos, o la contrataci¨®n de mercenarios extranjeros, ha dejado de sorprender en Celaya, situaci¨®n paralela a la que viven otros Estados del pa¨ªs, caso por ejemplo de Michoac¨¢n. Aqu¨ª no han sido solo los del grupo Escorpi¨®n. Los agentes han detectado igualmente la presencia de exmilitares colombianos. Para el jefe Rivera, el camino es mejorar la colaboraci¨®n con los municipios aleda?os. Al final, sus agentes trabajan hasta donde termina la ciudad. De las ocho poblaciones que conforman el ¨¢rea metropolitana, Celaya mantiene cercan¨ªa en temas de seguridad con dos.
Durante el recorrido nocturno con la polic¨ªa, Javier y otros compa?eros hablan del caso de los colombianos. El agente grande como tronco de sauce dice que ¡°aqu¨ª han venido paramilitares colombianos, lanceros y explosivistas¡±, y recuerda el coche bomba que explot¨® el a?o pasado en la ciudad, lesionando a nueve guardias nacionales y matando a uno. El polic¨ªa no sabe si ese coche lo hab¨ªan preparado pensando en ellos o no. Los criminales dieron aviso del coche y la Guardia lleg¨® primero.
Junto a las monta?itas de vidrio, al final del camino de tierra, ¨¦l, Javier y otros dos recuerdan que en el caso de Pelavacas hubo tambi¨¦n gente de Colombia involucrada. ¡°Ya despu¨¦s del ataque, mirando las c¨¢maras del C-4, llegamos a una vivienda en un fraccionamiento cerca de aqu¨ª y encontramos uniformes y as¨ª¡±, dice Javier. ¡°Ellos hab¨ªan llegado a cambiarse all¨ª. Y los uniformes eran as¨ª de combate, con los velcros para poner sus nombres. Y en las etiquetas dec¨ªa ¡®hecho en Colombia¡±, zanja.
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