Gritos, ventanas abiertas y un pu?ado de negligencias: as¨ª descubrieron al feminicida de Iztacalco
EL PA?S reconstruye, con testimonios de vecinos y polic¨ªas, el asesinato de una menor en Ciudad de M¨¦xico que desemboc¨® en la captura de Miguel Cort¨¦s. La Fiscal¨ªa se?ala que el acusado podr¨ªa estar detr¨¢s de otros cinco asesinatos
Los vecinos recuerdan el calor de aquel d¨ªa, la calma del barrio a esas horas, cuando muchos hab¨ªan salido a trabajar. Tambi¨¦n los gritos. Un sol espl¨¦ndido marcaba las fachadas de la cerrada 16 de septiembre en la ma?ana del ataque. Era martes, 16 de abril. Apenas hab¨ªa traj¨ªn en esa zona de Iztacalco, gente que iba al mercado, a la panader¨ªa, a los abarrotes de la esquina. Carlos Tobar pasaba el rato en su casa, se acababa de ba?ar. Ser¨ªa alrededor de las 10.30, ten¨ªa las ventanas abiertas de par en par. ¡°De repente escuch¨¦, ¡®?auxilio, auxilio!¡¯ Parec¨ªa que alguien se estaba ahogando¡±, recuerda.
Era el grito de socorro de una mujer. Ni Tobar ni el resto de vecinos saben ahora si era la voz de Mar¨ªa Jos¨¦, de 17 a?os, o la de su madre, Cassandra Calles, de 38. Lo que s¨ª saben ¨Cla ciudad entera lo sabe¨C es que los gritos respond¨ªan al ataque de Miguel Cort¨¦s Miranda, el vecino de arriba. El agresor fue primero por la hija, que asesin¨® all¨ª mismo, en su casa, a 50 metros de la de Tobar. Luego la tom¨® con su madre, que hab¨ªa vuelto minutos antes de hacer unas compras. La mujer se salv¨® de milagro: cuando la polic¨ªa lleg¨®, poco despu¨¦s, taponaba una herida en su cuello, mientras el asesino escapaba por la escalera.
Los gritos de auxilio sacudieron una calle tranquila de Ciudad de M¨¦xico, una colonia que no es centro ni acaba de ser periferia, de clase media, arbolitos en la banqueta, todo m¨¢s o menos ordenado, limpio. Los vecinos cuestionados estos d¨ªas en la zona recuerdan alg¨²n robo, alguna balacera a?os atr¨¢s, un contraste con la aparente calma de los ¨²ltimos meses. En entrevista con este diario, los cinco polic¨ªas que detuvieron al presunto agresor, con experiencia en el barrio, se?alan lo mismo. ¡°De los nueve cuadrantes en que dividimos la zona, este es el que tiene menor ¨ªndice delictivo¡±, explica el agente Marco Antonio, quien le puso las esposas a Miguel Cort¨¦s.
La inquietud se ha apoderado de los vecinos despu¨¦s del ataque. La Fiscal¨ªa de Ciudad de M¨¦xico dijo este jueves que el acusado podr¨ªa estar detr¨¢s de otros cinco feminicidios, el primero de ellos en 2012. De ser as¨ª, ?c¨®mo es que nadie se dio cuenta, empezando por la propia Fiscal¨ªa? Los detalles filtrados a la prensa por parte de los investigadores ¨Cel diario en que el acusado supuestamente confesaba sus fechor¨ªas, sus gustos literarios, los restos humanos que habr¨ªa guardado en su casa¨C distraen y aterrorizan, dejando de lado la pregunta anterior.
No es una cuesti¨®n caprichosa. Igual que otras regiones del pa¨ªs, Ciudad de M¨¦xico vive una crisis de feminicidios y de desaparici¨®n de personas. En cada uno de los ¨²ltimos cinco a?os, 72 mujeres han muerto asesinadas de media en la ciudad. Solo en 2022 y 2023, el Gobierno federal cuenta la desaparici¨®n de 1.297 mujeres en la capital, m¨¢s de la mitad entre los 15 y los 34 a?os. El cruce entre estas cifras y el caso concreto de Cort¨¦s interpela las din¨¢micas de investigaci¨®n de la Fiscal¨ªa.
Nombres e historias de otras posibles v¨ªctimas empiezan a aflorar estos d¨ªas, evidenciando m¨¢s si cabe cierta negligencia por parte de la dependencia. El viernes, la se?ora Cecilia Gonz¨¢lez lleg¨® al lugar de los hechos, ante la sospecha de que su hija, Amairany, desaparecida hace 12 a?os, cuando ten¨ªa 18, pudiera ser una de las v¨ªctimas de Cort¨¦s. En entrevista, la mujer dec¨ªa que ¨¦l fue la ¨²ltima persona que la vio antes de desaparecer y que incluso lleg¨® a declarar ante agentes de la Fiscal¨ªa. Por alg¨²n motivo, aquella declaraci¨®n qued¨® en nada. ¡°Quiero ver todo lo que han encontrado en la casa de ese se?or¡±, ha dicho Gonz¨¢lez.
El d¨ªa del ataque, Carlos Tobar baj¨® corriendo a la calle, alertado por los gritos. Aunque ha vivido all¨ª toda la vida, carec¨ªa de pistas sobre lo que ocurr¨ªa, qui¨¦n podr¨ªa estar gritando. Dos casas m¨¢s all¨¢, vio un pu?ado de vecinos con gesto de preocupaci¨®n. Miraban un edificio alto para los est¨¢ndares de la zona, cuatro alturas, ventanas grandes, un gran port¨®n negro. La fachada, cubierta de cientos de azulejos de colores verdosos, cada uno del tama?o de un sello de correos, reflejaba la luz del sol. Mirar hacia arriba molestaba en los ojos.
Entre los vecinos estaba Julieta, que vive en la cuarta planta del edificio. La mujer, que prefiere omitir el resto de sus datos, habita desde hace dos a?os un departamento, un piso encima del de Cort¨¦s. Esa ma?ana, la joven intentaba recuperar el sue?o perdido por su trabajo nocturno del fin de semana. Los gritos la despertaron. ¡°A principio pens¨¦ que estaban asaltando a alguien fuera¡±, dice. Se asom¨® por la ventana y vio a un vendedor de elotes, que le dijo que los alaridos ven¨ªan de dentro del edificio. Julieta sali¨® al rellano. Recorri¨® los pasillos y llam¨® a varias puertas, pero nadie le abri¨®. Decidi¨® salir a la calle.
Sobre el asfalto, bajo el sol, Julieta y los dem¨¢s vieron movimiento en el ventanal izquierdo del primer piso. Era la rec¨¢mara de Mar¨ªa Jos¨¦. Desde all¨ª, Julieta dice que Cort¨¦s descorri¨® las cortinas de la ventana para echar un vistazo a la muchedumbre. La joven dice que el hombre ten¨ªa las manos ensangrentadas y dej¨® un rastro en la tela blanca, desatando la furia del grupo en la calle. ¡°?Ya su¨¦ltala, cabr¨®n!¡±, asegura Julieta que empezaron a gritarle, creyendo que era el novio de la joven, que la estaba golpeando. ¡°No te metas¡±, recuerda que les respondi¨®.
Tobar, Julieta y otros llamaron a la polic¨ªa. Aunque ya para entonces los vecinos reunidos en la calle sab¨ªan perfectamente de d¨®nde ven¨ªan los gritos, a qu¨¦ respond¨ªan ¨Cacababan, de hecho, de ver al agresor por la ventana¨C, nadie trat¨® de subir. Otra vecina del edificio, una anciana que hab¨ªa salido minutos antes del predio, con un garraf¨®n vaci¨® en la mano, se sorprendi¨® cuando volvi¨® y vio la gran bulla en la puerta. Al salir hab¨ªa escuchado gritos. ¡°Pens¨¦ que se estaba peleando con el novio¡±, cuenta.
Por qu¨¦ corres
Con siete a?os de experiencia en los barrios de alrededor, los agentes Iv¨¢n y Arturo fueron los primeros en llegar al lugar de los hechos. Minutos antes de las 11.00, los dos, que prefieren omitir el resto de sus datos por seguridad, recibieron un aviso por radio, alertando de un posible caso de ¡°violencia contra la mujer¡±. La pareja andaba cerca. Iban a bordo de su patrulla por avenida Coyuya, a cuatro o cinco cuadras de distancia. ¡°Llegamos en tres minutos¡±, asegura el agente Iv¨¢n.
Cuando llegaron, vieron en la puerta a ¡°una femenina haciendo se?as de auxilio¡±. Era Julieta. La mujer les explic¨® lo que hab¨ªa ocurrido. Enseguida lleg¨® otra patrulla, que manejaba el agente Marco Antonio. Los tres entraron al edificio cuando llegaba la tercera patrulla, con dos agentes m¨¢s, que se quedaron en la puerta a contener a los vecinos. Acompa?ados de Julieta y Carlos, los agentes Marco Antonio, Iv¨¢n y Arturo enfilaron el camino a las escaleras.
Aqu¨ª las versiones difieren ligeramente. Mientras que el agente Marco Antonio se?ala que se encontraron a una mujer herida, agarr¨¢ndose el cuello con la mano ¨CCassandra, la mam¨¢ de Mar¨ªa Jos¨¦¨C en el rellano del primer piso, Tobar se?ala que tuvieron que llamar a la puerta de su departamento con insistencia, ¡°pensando que el agresor segu¨ªa dentro¡±. Marco Antonio sigue: ¡°La mujer ten¨ªa un trapo en el cuello, ensangrentado. Se?al¨® la escalera y entonces a¨²n vimos a alguien que corr¨ªa hacia arriba y que tra¨ªa un cuchillo en la mano¡±.
?l e Iv¨¢n le gritaron que se quedara quieto. ¡°Le dimos el comando verbal de que tirara el arma y ¨¦l lo hizo y se qued¨® ah¨ª¡±, sigue el agente Marco Antonio. ¡°Nosotros enseguida le pusimos los candados de mano. Le preguntamos que por qu¨¦ corr¨ªa, pero contestaba incoherencias. Dec¨ªa, ¡®?por qu¨¦, no puedo correr?¡¯ Tra¨ªa la ropa llena de sangre, la cara¡ Bien pasivo ¨¦l. Nos impresionaba, ¨¦l sab¨ªa lo que hab¨ªa hecho. Solo recuerdo que dijo, ¡®mira, c¨®mo cambi¨® la vida de un momento a otro¡±.
El agente Arturo se hab¨ªa quedado en la casa, con Cassandra. Julieta y Tobar se quedaron tambi¨¦n, pero no se atrevieron a entrar. Herida, la mujer se sent¨® en la esquina de su sill¨®n, en la sala. Con un hilo de voz, alcanz¨® a decir que su hija estaba en la rec¨¢mara. Arturo entr¨® en la pieza. Vio a Mar¨ªa Jos¨¦ inconsciente, tirada en la cama. El polic¨ªa no vio sangre all¨ª, pero s¨ª en el cuarto de al lado. ?l piensa que eran huellas de la madre. Desde fuera, los dos vecinos escuchaban los lamentos de la mujer. ¡°Ella no paraba de decir ¡®mi hija est¨¢ muerta. La mat¨®. Mira lo que le hizo¡±, dice Julieta.
Dos ambulancias llegaron al lugar poco despu¨¦s. En una se llevaron a la madre y en la otra a la hija. La madre ten¨ªa varias heridas de cuchillo, en el cuello y el abdomen. Todav¨ªa se recupera en el hospital. Otras patrullas llegaron al lugar. Entre todos los agentes hicieron una valla humana para sacar al detenido, tratando de evitar que los vecinos se le echaran encima. Hay v¨ªdeos de la secuencia, el gent¨ªo enardecido, los insultos, los intentos de llegar al detenido, de hacerle da?o. Uno de los agentes recuerda que, mientras lo sacaban, Cort¨¦s coment¨®: ¡°Qu¨¦ gente tan agresiva¡±.
En estos d¨ªas han trascendido m¨¢s videos, estos de las declaraciones del acusado, filtrados a periodistas, publicados a su vez en redes sociales. Los textos de los mensajes que acompa?an las im¨¢genes refieren su frialdad, cierta fascinaci¨®n con el personaje, como si fuera el malo de una telenovela de Netflix. El Observatorio Nacional del Feminicidio denunciaba precisamente este jueves: ¡°Al difundir este tipo de informaci¨®n se crea la imagen de un asesino en serie con habilidades especiales o problemas de salud mental (...) Este enfoque desv¨ªa la atenci¨®n hacia estos personajes y hace que se pierda de vista el problema real: la violencia extrema contra las mujeres, la permisividad de las autoridades, y la impunidad que la rodea¡±.
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