Recalentado electoral (IV): X¨®chitl, el ¡°sombrerero¡±
G¨¢lvez permanece congelada en un tiempo a?ejo: dispuesta a llevar su campa?a hasta sus ¨²ltimas consecuencias
El sombrerero de Alicia en el Pa¨ªs de las Maravillas, seg¨²n cuenta Lewis Carroll, tuvo la audacia de desafiar al tiempo. Desde entonces, qued¨® atrapado eternamente a las seis de la tarde. Pobre sombrerero: para ¨¦l, la hora del t¨¦ durar¨¢ una eternidad; empez¨® ma?ana, pero ayer se va a acabar. As¨ª para siempre.
Sospecho que algo parecido le ha sucedido a X¨®chitl G¨¢lvez. ?Qu¨¦ otra raz¨®n podr¨ªa justificar su andar congelado en una ¨¦poca pret¨¦rita? Dos meses despu¨¦s de su derrota superlativa, X¨®chitl persiste. No ha tenido tiempo siquiera de lavar la vajilla entre t¨¦ y t¨¦.
Once d¨ªas despu¨¦s de la elecci¨®n, G¨¢lvez resucit¨® para entrevistarse con Roberto Zamarripa. Por primera vez, se revelaba una faceta estoica del personaje. La derrota todo lo transforma. En aquella ocasi¨®n, la candidata de Fuerza y Coraz¨®n por M¨¦xico parec¨ªa dispuesta a hacer lo correcto: desplegarse, desaparecer, ir a conocer las soleadas playas de Fiyi. Un movimiento previsible. Tras el fracaso, seis a?os atr¨¢s, Ricardo Anaya se retir¨® al ¨¢mbito acad¨¦mico antes de huir del pa¨ªs y Jos¨¦ Antonio Meade se alej¨® de la vida p¨²blica para dedicarse a sus negocios. Para los derrotados, lo habitual es borrarse. Es mejor as¨ª.
Sin embargo, G¨¢lvez permaneci¨®. Inicialmente, argument¨® que su prop¨®sito era recorrer el pa¨ªs para expresar su gratitud a sus xochilovers y limpiar su nombre. Luego ¡ªante la incredulidad colectiva¡ª, declar¨® con firmeza que esto apenas va comenzando porque ella sigue en pie de lucha. Miradas at¨®nitas: lo o¨ªdo no puede ser real. X¨®chitl yace congelada.
X¨®chitl va y X¨®chitl viene: la (ex) candidata jurar¨ªa con sangre por la ma?ana, lo que traicionar¨¢ en la noche. Un d¨ªa admite su derrota y reconoce la desarticulaci¨®n de la oposici¨®n, mientras que al siguiente vocifera sobre la elecci¨®n de Estado. Por la ma?ana se compromete a apoyar a Sheinbaum; por la tarde arremete contra los servidores de la Naci¨®n. Con Zamarripa se enorgullece de su virtud democr¨¢tica al reconocer su derrota; con Adela se lamenta de los 8.000 y 10.000 pesos mensuales que Morena distribuye. Lo f¨¢cil que resulta para G¨¢lvez perderse en una l¨ªnea recta.
Se murmura que se volvi¨® adicta al aplauso, que se embriag¨® con el canto de las sirenas de Massive Caller que la encumbraban como presidenta (como si de cualquier semilla pudiera brotar un bosque). ?La realidad? X¨®chitl G¨¢lvez permanece congelada en un tiempo a?ejo: dispuesta a llevar su campa?a hasta sus ¨²ltimas ¡ªy risibles¡ª consecuencias. De lunes a mi¨¦rcoles encarnar¨¢ el rol de ingeniera; el resto de la semana recorrer¨¢ el pa¨ªs, aunque no sabemos muy bien para qu¨¦.
Los partidos y la candidata maravilla se han abandonado mutuamente. Ella los ha tachado de traidores, violentos y mis¨®ginos. Mientras tanto, Cort¨¦s, Moreno y Zambrano, cada cual metido en un problema mayor, se cuidan de no mencionarla demasiado. Un apresurado fin para el naciente gobierno de coalici¨®n. La campa?a parece ya una noche de excesos que todos prefieren olvidar.
Ah¨ª va la ni?a de las gelatinas atravesando el pa¨ªs en un estado cercano al aturdimiento. Intenta ensamblar un nuevo proyecto que despojar¨¢ al panismo de su ya limitada base electoral: conservadores de clase media y alta, cuyo ¨²nico recurso ret¨®rico es culpar a Morena y referirse a los actos del gobierno con gesto de repugnancia. Son dos millones de personas, seg¨²n las cuentas de la candidata, las que dirigen ave mar¨ªas al templo en llamas.
Quiz¨¢s por ello, Marko Cort¨¦s se ha limitado a reiterar sus justificados gritos y a ofrecerle una disculpa por su claridad y franqueza.
El ¨²nico aliado Galvinista ¡ªevidente por la paleta de colores en su atuendo, publicidad e imagen¡ª parece ser un diestro empresario y torpe estratega: Claudio X. Gonz¨¢lez. La mujer que sol¨ªa afirmar que no estaba sujeta a los caprichos de ning¨²n grupo empresarial, por su boca, morir¨¢. ?Abanderar¨¢ X¨®chitl la Marea Rosa del magnate mexicano? Las exquisiteces que se permiten nuestras ¨¦lites.
Parafraseo a Lewis Carroll y cierro. Ah¨ª va X¨®chitl corriendo veloz alrededor de la mesa. La Reina de Corazones no hace m¨¢s que jalarla grit¨¢ndole ?M¨¢s r¨¢pido, m¨¢s r¨¢pido! Lo curioso es que los ¨¢rboles y otros objetos que est¨¢n alrededor de ella nunca var¨ªan su lugar. Por m¨¢s r¨¢pido que corra, no logra pasarlos. Ella gira y gira, el mundo no se mueve. ¡ªEn mi pa¨ªs, cuando se corre tan r¨¢pido como lo hemos estado haciendo y durante alg¨²n tiempo, se suele llegar a alguna parte ¡ ¡ª aclar¨® X¨®chitl¡ª. ¡ª ?Un pa¨ªs bastante lento! ¡ª replic¨® la Reina¡ª. Son las seis de la tarde.
Ap¨²ntese gratis a la newsletter de EL PA?S M¨¦xico y al canal de WhatsApp y reciba todas las claves informativas de la actualidad de este pa¨ªs.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.