Los guardianes de los pastizales mexicanos tienen una nueva misi¨®n
Bi¨®logos de la UNAM promovieron la creaci¨®n de una reserva hace 15 a?os en el desierto de Chihuahua para protegerlo y lo repoblaron de bisontes. Hoy, el territorio est¨¢ m¨¢s amenazado que nunca y buscan revertirlo
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Desde lo alto de un cerro, Jes¨²s Pacheco (Ciudad de M¨¦xico, 62 a?os) observa la llanura del desierto de Chihuahua y hace un viaje en el tiempo mientras habla con el grupo que le acompa?a. Falta una hora para que se ponga el sol y este bi¨®logo y maestro en Ciencias de Ecolog¨ªa de la Universidad Nacional Aut¨®noma de M¨¦xico (UNAM) recuerda la primera vez que vio estos p¨¢ramos de la esquina noroeste de Chihuahua, donde los pastizales chocan con la Sierra Madre Occidental y atraviesan la frontera hacia las grandes planicies de Estados Unidos.
Hasta all¨ª lleg¨® hace m¨¢s de 30 a?os para estudiar el animal al que ha dedicado su carrera: los perritos de la pradera, unos roedores un poco m¨¢s grandes que una ardilla que son clave para la supervivencia de otras especies. Pero si en esa primera expedici¨®n ¨¦l y sus compa?eros pod¨ªan caminar hasta 18 kil¨®metros seguidos por los pastizales marcando las colonias, hoy solo quedan unas pocas aisladas. ¡°De las 33.000 hect¨¢reas que hab¨ªa, ahorita tenemos 2.200 nada m¨¢s¡±, dice el maestro mientras se?ala un peque?o parche de pastizal sano donde a¨²n hay presencia de estos mam¨ªferos.
Es mediados de abril y el paisaje deber¨ªa verse dorado, pero predomina el marr¨®n de un suelo seco, una de las se?ales de que se est¨¢ degradando. Aunque ¨¦l y el doctor en Ecolog¨ªa y Biolog¨ªa Evolutiva Gerardo Ceballos llevan buena parte de su vida cuidando este territorio y hasta consiguieron que fuera denominado Reserva de la Biosfera por el Gobierno mexicano en 2009 ¡ª un t¨ªtulo por el que fueron protegidas 526.482 hect¨¢reas principalmente de pastizales nativos¡ª, y lo repoblaron de bisontes, hoy parece m¨¢s amenazado que nunca.
La sequ¨ªa, el sobrepastoreo y el cambio de uso del suelo han llevado a este ecosistema al punto del colapso. Y la baja presencia de perritos de la pradera es el mejor term¨®metro para medirlo. ¡°Sin ellos se pierde el ecosistema¡±, advierte el doctor Ceballos, quien tambi¨¦n dirige el Laboratorio de Ecolog¨ªa de la UNAM. ¡°Me agobia perder especies. Me afecta mucho. Que vaya m¨¢s r¨¢pido el deterioro que la conservaci¨®n¡±, reconoce, por su parte, Pacheco. Pero ese sentimiento no le paraliza. El bi¨®logo enfoca ahora todos sus esfuerzos en revertir la situaci¨®n. Y tiene un plan para ello que pasa por involucrar a la comunidad y dar el relevo a una nueva generaci¨®n de bi¨®logos.
Los perritos de la pradera, ingenieros ambientales
El primero en poner la mirada sobre Janos fue Gerardo Ceballos. Era 1988 y regresaba a M¨¦xico tras estudiar el doctorado en Arizona, cuando decidi¨® desviarse al desierto de Chihuahua para comprobar lo que hab¨ªa le¨ªdo sobre las vastas colonias de perritos de la pradera. Se adentr¨® en el mar de pastizales dorados en su peque?o Renault. Cada tanto se deten¨ªa, trepaba al techo de su auto y observaba a estos animales moverse con sigilo por el llano. Ya en Ciudad de M¨¦xico, le ofreci¨® a Pacheco, que entonces era estudiante de maestr¨ªa, hacer su tesis sobre los servicios ambientales que brinda este mam¨ªfero.
A los perritos de la pradera se les considera ¡°ingenieros ambientales¡± por el rol que tienen en la conservaci¨®n de los ecosistemas que habitan. Cuando una colonia se asienta en un territorio, cada familia cava una madriguera por la que remueve hasta cinco toneladas de tierra rica en nutrientes hacia la superficie. Esos hoyos, adem¨¢s, son utilizados por otras especies como serpientes, b¨²hos y hurones, que no tendr¨ªan otro escondite en el llano, y permiten que el agua de lluvia se infiltre al subsuelo. Adem¨¢s, los perritos mantienen la vegetaci¨®n baja para poder avistar mejor a sus depredadores ¡ªcomo coyotes, zorros y aves rapaces¡ª y esconderse. Y eso implica que acaban con especies de flora que aceleran la desertificaci¨®n, como el mezquite.
Desde las primeras incursiones de Ceballos y Pacheco, varias generaciones del Laboratorio de Ecolog¨ªa y Conservaci¨®n de Fauna Silvestre han trabajado en Janos. Herpet¨®logos, ornit¨®logos, mastozo¨®logos y otros especialistas establecieron que la regi¨®n contaba con m¨¢s de 250 especies de plantas y m¨¢s de 380 especies de vertebrados, que incluyen a 79 mam¨ªferos, 257 aves, 35 reptiles y 13 anfibios, sin contar a los que ya se hab¨ªan extinguido en el sitio, como el lobo mexicano, el oso gris o el berrendo. ¡°Janos tiene una cantidad de vertebrados de talla mayor equiparable al parque de Yellowstone¡±, en EE UU, presume Pacheco. ¡°Adem¨¢s, tiene la ¨²nica poblaci¨®n de puerco esp¨ªn silvestre reportada en M¨¦xico¡±.
Adem¨¢s, lleg¨® a tener la colonia de perritos de la pradera de m¨¢s amplia distribuci¨®n de toda Norteam¨¦rica. Para evitar la p¨¦rdida del ecosistema, desde los a?os 90 los bi¨®logos comenzaron a hablar con los habitantes de los ejidos para que combinaran la conservaci¨®n de su territorio con mejoras en sus t¨¦cnicas de cultivo y de pastoreo para ser m¨¢s eficientes. Tambi¨¦n trataron de convencerles de que los perritos de la pradera no eran una amenaza.
¡°Antes aqu¨ª se o¨ªa que los perritos eran malos, que se com¨ªan el pasto, que las vacas se quebraban las patas o los caballos se accidentaban (por los huecos de las madrigueras)¡±, reconoce Inocente ¡®Chente¡¯ Sarellano D¨ªaz, comisario ejidal de San Pedro, de 39 a?os. Seg¨²n cuenta, los ejidatarios echaban gas en sus madrigueras y las cubr¨ªan para que murieran envenenados. Incluso hab¨ªa rancheros que ofrec¨ªan recompensas por matarlos a tiro limpio. Por eso, cuando llegaron los bi¨®logos a pedirles que les protegieran, en el pueblo pensaron que estaban locos.
A los cient¨ªficos tambi¨¦n les toc¨® combatir la creencia de los ejidatarios de que, si declaraban la reserva, pod¨ªan quitarles sus terrenos. ¡°Pero ya muchos los aceptamos. Vemos los beneficios que tiene. Adem¨¢s, hay apoyo del Gobierno y nos ofrecen asesor¨ªas para todo¡±, asegura Chente sentado frente a una fotograf¨ªa de una enorme manada de bisontes mientras se toma una cerveza con los bi¨®logos tras una jornada de trabajo en la estaci¨®n biol¨®gica que la UNAM tiene en el ejido San Pedro.
Mientras los bi¨®logos se aliaban con muchos ejidatarios en Janos, el doctor Ceballos cabildeaba por la protecci¨®n del ecosistema. En 2009, el Gobierno federal declar¨® la Reserva de la Biosfera de Janos que se convirti¨® en la ¨²nica ¨¢rea natural protegida en M¨¦xico cuyo principal h¨¢bitat es el pastizal. En el acto de nombramiento, se liber¨® una manada de 23 bisontes al interior del Rancho El Uno, una antigua hacienda ganadera que hab¨ªa pasado a ser propiedad de la ONG The Nature Conservancy. 15 a?os despu¨¦s, esos bisontes se han reproducido y ya son m¨¢s de 300.
Pero la protecci¨®n oficial no implic¨® mejoras en todos los ¨¢mbitos. La sequ¨ªa que desde finales de los 90 aqueja a la regi¨®n sumada a la multiplicaci¨®n de regad¨ªos en el desierto y una ganader¨ªa m¨¢s intensiva han puesto en peligro las praderas de Janos. Entre 2005 y 2008 empezaron a colapsar las colonias de perritos y los pastos nativos comenzaron a ser reemplazados por hierbas rasantes que no le sirven a los roedores de escondite ni de alimento. Adem¨¢s, la falta de lluvia ha hecho que los pastizales no consigan recuperarse del sobrepastoreo.
La estrategia: una alianza entre la academia y la comunidad
Los equipos de la UNAM que llegan a Janos se instalan en la estaci¨®n biol¨®gica que inauguraron en 1998, una casa con varios cuartos, cocina, sala y un laboratorio construida en una hect¨¢rea de terreno que les fue cedida por los ejidatarios de San Pedro tras a?os de ver a los equipos liderados por Ceballos y Pacheco vivir largas temporadas en tiendas de campa?a bajo el sol, la lluvia, el granizo y la nieve.
Alejandro Betancourt, un estudiante de maestr¨ªa de 35 a?os, entra a la estaci¨®n por primera vez en un a?o y coloca unos pantalones viejos en la ranura de la puerta para que no se meta el polvo. ¡°?Un rat¨®n!¡±, avisa. Junto con Pacheco y Joaqu¨ªn Garc¨ªa, un estudiante de biolog¨ªa de 23 a?os que se estrena en este tipo de misiones, corren a emboscarlo. Por un par de minutos parecen personajes de Scooby Doo persiguiendo a un maleante. Lo atrapan.
¡ª?Qu¨¦ especie es?
¡ª Mus musculus, rat¨®n com¨²n.
Garc¨ªa enumera sus caracter¨ªsticas. Cualquier momento es bueno para poner en pr¨¢ctica lo aprendido en clase. En los pr¨®ximos d¨ªas lo har¨¢n en el campo acompa?ados por Pacheco, por el profesor de la Universidad Aut¨®noma del Estado de M¨¦xico Leopoldo Islas y por Luis D¨ªaz, un ejidatario que asiste a los bi¨®logos en sus misiones como lo hizo su padre en las d¨¦cadas anteriores. En esta ocasi¨®n toca poner y revisar c¨¢maras trampa sobre el terreno para hacer inventario de las especies que habitan los pastizales.
Al llegar a Janos, los bi¨®logos hacen la compra de lo necesario para la misi¨®n en La Esperanza, un supermercado propiedad de los menonitas, que en las ¨²ltimas d¨¦cadas han tomado un rol predominante en la econom¨ªa local y emplean a muchos habitantes de la zona. Rodeado de vastos campos de cultivo, cualquiera pensar¨ªa que este negocio atendido por adolescentes g¨¹eros que visten overoles y vestidos largos de flores est¨¢ en alg¨²n poblado perdido en medio de la Am¨¦rica profunda.
Los abuelos o bisabuelos de estos j¨®venes tenderos llegaron a la colonia de Buenavista, en el municipio de Janos, en 1922, despu¨¦s de un largo peregrinaje que comenz¨® en la Holanda en el siglo XVI y pas¨® por Ucrania y Canad¨¢. Tras d¨¦cadas de una existencia austera en un suelo dif¨ªcil para la agricultura, a finales de los 90 lleg¨® la electricidad a la regi¨®n y la comunidad se dividi¨®. Los menonitas que no quer¨ªan saber nada del progreso se fueron, pero otros quebraron su tradici¨®n para poder trabajar sus tierras. El agua empez¨® a fluir desde el subsuelo con bombas el¨¦ctricas, los tractores apagaron el silencio y estos granjeros de subsistencia se hicieron empresarios agr¨®nomos. Los campos de riego con pivote central que trabajan d¨ªa y noche reemplazaron miles de hect¨¢reas de pastizal.
¡°Hubo un tiempo donde compraron muchas tierras. Ahorita ya no, porque el agua ya se fue muy para abajo, ya ellos est¨¢n batallando mucho¡±, dice Chente, el comisario ejidal. Seg¨²n cuenta, si antes hab¨ªa que cavar 100 pies (30 metros) para llegar al agua subterr¨¢nea, ahora deben hacerlo hasta los 500 pies (m¨¢s de 150 metros). Los bi¨®logos de la UNAM aseguran que cuando han interpelado a los propietarios de los pivotes de riego, estos dicen tener permisos para explotar el agua, pero no est¨¢ claro c¨®mo los consiguen en una reserva protegida en medio de un desierto. Am¨¦rica Futura le pregunt¨® a la Comisi¨®n Nacional del Agua (Conagua) por estos regad¨ªos que est¨¢n colonizando Janos y no obtuvo respuesta.
Mientras, los cient¨ªficos y los habitantes de estos ejidos dan por hecho que cuando se acabe el agua, los menonitas migrar¨¢n a otros lugares. ¡°Y la fauna se va a recuperar¡±, dice optimista Pacheco. Pero no ser¨¢ una tarea sencilla. Por ahora, los bi¨®logos est¨¢n centrados en aliarse con la comunidad parar quitar mezquite de ra¨ªz y cosechar agua mediante la t¨¦cnica del keyline por la que hacen surcos en la tierra para controlar la escorrent¨ªa y aprovechar mejor la lluvia. Adem¨¢s, pretenden hacer siembra de pasto en ciertas zonas y reubicar y expandir algunas colonias de perritos.
¡°El sue?o que tenemos es incrementar las colonias de perritos, ver m¨¢s flora y fauna local¡±, dice Pacheco. Para eso, adem¨¢s del trabajo de los cient¨ªficos, las ONGs y el Gobierno, cree que es vital el rol de las comunidades. ¡°Ya no es nada m¨¢s la parte acad¨¦mica en la conservaci¨®n. Tenemos que meter a la gente, porque si no conoces, no conservas. Entonces los estamos empoderando. Donde ellos viven es su sitio ¨²nico y tienen que conservarlo para vivir mejor¡±.
El mejor ejemplo de esto son Carina Hern¨¢ndez, Gabriela Loya, Guadalupe Bustillos, Cecilia Ledesma y Lucy Flores, las cinco mujeres que, desde hace cinco a?os, forman la brigada de monitoreo del Ejido Pancho Villa. Hasta entonces, todas ellas eran amas de casa. Ahora colocan c¨¢maras trampa en la sierra, una labor con la que no solo han logrado ampliar el inventario de especies de la reserva, sino que tambi¨¦n han encontrado una profesi¨®n e ingresos. ¡°Estamos muy orgullosas porque nunca hab¨ªamos trabajado y hemos aprendido, como los ni?os, a trabajar en equipo¡±, dice Flores.
Al contrario que los bi¨®logos, que desde hace a?os no suben a la sierra por el incremento de la inseguridad, ellas s¨ª que lo hacen. Gracias a un programa financiado por la Comisi¨®n Nacional de ?reas Naturales Protegidas (Conanp), estas mujeres suben por caminos pedregosos y empinados, cruzan r¨ªos en camionetas o a caballo y hasta en una ocasi¨®n les toc¨® bucear en un aljibe para recuperar una c¨¢mara trampa.
¡°Hemos visto oso, jaguar, puma, jabal¨ª, ¨¢guila real, tambi¨¦n zorras, zorrillos y linces¡±, enumeran las mujeres. Mientras, Pacheco y Betancourt escuchan con atenci¨®n c¨®mo este trabajo les llev¨® a aprender computaci¨®n. Alguna vez, recuerdan entre risas, borraron las mejores fotos y en otra ocasi¨®n que pensaban que no hab¨ªan filmado nada, se llevaron el premio grande: im¨¢genes de jaguar y oso negro que hasta salieron en las noticias.
El testimonio de estas aliadas y ver a trabajar a sus pupilos sobre el terreno es el mejor ant¨ªdoto frente a la desesperanza que a veces siente Pacheco al ver el deterioro de los ecosistemas. El maestro dice que siente la p¨¦rdida de especies como la de un ser querido. ¡°Pero trato de hacer lo mejor posible, con las investigaciones, con los alumnos. D¨¢ndoles esperanzas de que s¨ª se pueden hacer las cosas¡±, a?ade. Y como buen capit¨¢n de misi¨®n insta a los suyos a redoblar esfuerzos pese a que el camino de la conservaci¨®n, bien lo sabe ¨¦l, es empedrado. ¡°Que no seamos nom¨¢s observadores sino art¨ªfices, ser portavoces de la fauna que no tiene ni voz ni voto e involucrar a las nuevas generaciones. Esto es una carrera de fondo¡±.