Las mil caras del Gran Premio de M¨¦xico
La carrera mexicana celebra nueve a?os tras su regreso en 2015 con una mezcla de ambientes: de la opulencia, pasando por un Brad Pitt como piloto de ficci¨®n a un festival que gira entorno a Checo P¨¦rez
Todos tienen una historia del Gran Premio de M¨¦xico. ¡°Uy, carnal. Por ac¨¢ no vas a ver nada de nada¡±, advierte un vendedor de gorras sobre la calle Oriente 217. Esa parte de asfalto coincide con el costado del Aut¨®dromo Hermanos Rodr¨ªguez. Tras los barrotes se pueden ver, en lo alto, las gradas. Hay unos muros de madera despostillada y carcomida por la humedad que tapan la vista hacia la pista de F¨®rmula 1, el evento deportivo que se ha caracterizado por la opulencia y la alta velocidad de los autos. Desde hace a?os no hay ning¨²n resquicio para ver algo de la carrera. Eso no es problema para este barrio de la Agr¨ªcola Oriental que ha montado su propio festival para seguir la carrera.
Sobre la calle los hogares abrieron sus zaguanes para vender chilaquiles, tacos, elotes y caf¨¦ de olla. Tambi¨¦n para abrir sus ba?os para ganar un poco de dinero. Oriente 217 est¨¢ tapizada de vendedores de productos de la F1, con dise?os de gorras y playeras nunca antes vistos ni incluso por los propios dise?adores de Red Bull. Los precios son un brutal contraste: 100 pesos por una gorra de Checo P¨¦rez a diferencia de los 3.000 que cobran por una dentro del aut¨®dromo.
Las autoridades mexicanas estiman que el Gran Premio de M¨¦xico dejar¨¢ a las arcas casi 20.000.000 millones de pesos. Lo consideran el fin de semana m¨¢s valioso de todo el a?o, por el dinero que se mueve y por el impacto tur¨ªstico que supone para la capital mexicana, seg¨²n inform¨® la Secretar¨ªa de Desarrollo Econ¨®mico. A lo largo de las nueve ediciones que se han hecho se han acumulado 120.000.000 millones de pesos y han asistido cerca de 2,8 millones de personas, como cont¨® Alejandro Sober¨®n Kuri, presidente y director de la Corporaci¨®n Interamericana de Entretenimiento (CIE) y de OCESA.
El Gran Premio tiene muchos ¨¢ngulos: la mirada del polic¨ªa de tr¨¢nsito que pierde aire por cada silbatazo que lanza para que dejen pasar a las camionetas blindadas, los influencers que graban sus TikToks en medio de la gente, los pilotos que llegan vestidos como si estuvieran en una pasarela de moda en Mil¨¢n, las personas que solo usan el metro una vez al a?o, los que aguardan fuera de los hoteles a la espera de ver pasar a los ¨ªdolos del automovilismo. Tambi¨¦n est¨¢ la perspectiva de Brad Pitt, quien filma en M¨¦xico escenas para la pel¨ªcula que se estrenar¨¢ el pr¨®ximo a?o llamada F1. El actor de 60 a?os se ha subido en un auto verdadero de F¨®rmula 1 en la pista mexicana para darle veracidad al relato y ha festejado con la tribuna mexicana a la cual le pidieron sumarse como si festejaran un triunfo del estadounidense. Sus movimientos han sido sigilosos, sin estar a la vista de los medios y aficionados. O tambi¨¦n el panorama que ve el legendario Emerson Fittipaldi, campe¨®n en la F¨®rmula 1 en 1973 y 1975, quien se toma el tiempo para tomar un caf¨¦, mirar la pista mexicana, dar aut¨®grafos y atender a su familia.
La visi¨®n de Victoria Acosta empieza la pista desde las 8.00 horas. ¡°Me da una emoci¨®n impresionante. Me dan unas cosquillas en el est¨®mago por escuchar el sonido del motor de los autos, es toda una fiesta nacional¡±, cuenta. Ella, que viene con dos de sus familiares, gast¨® 100.000 pesos por los boletos. ¡°Es toda una mercadotecnia, al final del d¨ªa esto es un business. Si no tienes la opci¨®n econ¨®mica a veces te quedas esperando. Los precios s¨ª se elevan aqu¨ª: un jersey te puede costar 8.000 o 9.000 pesos, aunque si lo compras en una tienda departamental quiz¨¢ te valga al 50%. Para venir hay que estar preparados. Invert¨ª algo de dinero, s¨ª, pero hay que ahorrarle¡±, agrega.
Dentro de la exclusividad hay clases. Est¨¢n los palcos de m¨¢s de 100.000 pesos o las suites a cargo de empresas que reciben a sus clientes para darles una experiencia de lujo. EL PA?S pudo visitar una de ellas, la de Nestl¨¦, donde las relaciones p¨²blicas est¨¢n a tope. El alcohol, en cualquier rinc¨®n del aut¨®dromo, manda sobre todas las cosas, aunque el patrocinador principal de la carrera promocione su cerveza sin ning¨²n grado de alcohol. En los garajes, donde acuden los pilotos, mec¨¢nicos y periodistas, tambi¨¦n irrumpen los aficionados que logran un boleto dorado porque pueden tener la oportunidad de ver a los conductores de cerca. Tambi¨¦n pasean las modelos que personifican catrinas y soportan el calor de mediod¨ªa.
Aunque no hayan sido los boletos m¨¢s caros, los de Gonzalo Rosales y su nieto Diego Rosales costaron 75.000 pesos. ¡°Compramos las entradas hace dos o tres meses. Estaba superagotadas, pero encontramos dos boletitos juntos y aprovechamos. Estamos en buena zona¡±, cuenta mientras rodea con el brazo a su nieto. Ambos est¨¢n vestidos de torso a cabeza como Checo P¨¦rez. ¡°Es un deporte de ricos. No cualquiera lo puede pagar desgraciadamente. Esto se vive una vez, o quiz¨¢ dos veces, pero ac¨¢ estamos¡±, comparte. Como ellos, miles de mexicanos han cerrado filas para apoyar a P¨¦rez que arrancar¨¢ desde el lugar 18. Un mal ag¨¹ero.
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