La Iglesia pide la palabra
Hoy, como ayer, sacerdotes y obispos pagan caro su coraje frente a la adversidad que llega desde cualquier frente
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Los religiosos mexicanos desempe?an un activo papel en la lucha contra la violencia que en unas ocasiones los sit¨²a como mediadores con los capos de las bandas armadas y en otras, como v¨ªctimas mortales de ellas. En decenas de pueblos donde la seguridad no la garantiza nadie, muchos sacerdotes se esmeran en proteger la integridad de la gente mediante acuerdos cuyos t¨¦rminos se desconocen. El b¨¦lico escenario en el que se desenvuelven varios Estados mexicanos en las ¨²ltimas semanas ha acabado con la vida de un cura en Chiapas, Marcelo P¨¦rez, y la Iglesia cat¨®lica ha vuelto a alzar la voz: a los numerosos comunicados de sacerdotes y obispos que reclaman medidas a la Administraci¨®n se ha unido ahora la condena del Papa de Roma. De igual forma ocurri¨® cuando dos jesuitas cayeron a balazos en junio de 2022 en Chihuahua. Entonces gobernaba Andr¨¦s Manuel L¨®pez Obrador y las esperanzas que en un primer momento de su mandato despert¨® entre los representantes de la Iglesia ya se hab¨ªan esfumado. Los reclamos se dirigen ahora a su sucesora, Claudia Sheinbaum, con quien se est¨¢n abriendo nuevos puentes de di¨¢logo.
El inicio del nuevo sexenio no ha podido ser m¨¢s sangriento: bombas en Guanajuato, alcaldes asesinados, Sinaloa acusando los efectos de una guerra intestina de carteles, Guerrero sin tregua entre fusilamientos y desaparecidos¡ Y Chiapas, un territorio anta?o tranquilo que hoy se desdibuja bajo el fuego cruzado de las bandas criminales, que se disputan una frontera de migraci¨®n y drogas, y el del Ej¨¦rcito, que tantas veces apunta donde no debe. En el coraz¨®n del Estado, San Crist¨®bal de las Casas, como su propio nombre indica, tiene una larga historia en la que los religiosos han sido protagonistas por su valent¨ªa en la defensa de los m¨¢s humildes. Hoy, como ayer, sacerdotes y obispos pagan caro su coraje frente a la adversidad que llega desde cualquier frente. No es de extra?ar, por tanto, que la muerte a tiros de Marcelo P¨¦rez al salir de misa se haya le¨ªdo en clave de eternidad: la violencia en M¨¦xico no tiene fin ni br¨²jula.
En este paisaje sin horizonte se atisba alg¨²n cambio, quiz¨¢ formal, pero no desde?able para un pa¨ªs donde el combate a la violencia debe ser cosa de todos: la c¨²pula religiosa y el Ejecutivo han abierto un di¨¢logo que, solo por serlo, se antoja esperanzador. El secretario general de la Conferencia Episcopal mexicana, Ram¨®n Castro, ha contado la reuni¨®n mantenida esta semana pasada con Clara Luz Flores, titular de Asuntos Religiosos en la Secretar¨ªa de Gobernaci¨®n. Es un comienzo. En este asunto de las balas, los religiosos saben de qu¨¦ est¨¢n hablando y su experiencia en lugares donde no conocen a la polic¨ªa tambi¨¦n debe tenerse en cuenta. Entre el 8 y el 10 de noviembre, la jerarqu¨ªa cat¨®lica renovar¨¢ sus puestos y a esos encuentros est¨¢n invitadas la propia Flores, la secretaria de Gobernaci¨®n, Rosa Icela Rodr¨ªguez, y la presidenta Sheinbaum.
La vida es el primer mandamiento. En M¨¦xico, donde faltan viviendas dignas, escasea la alimentaci¨®n y el sistema de salud deja que desear, un asunto se alza por encima de todos: la seguridad. Son miles las v¨ªctimas en territorios donde el crimen organizado se divide entre asesino y protector, patr¨®n y castigo, benefactor y polic¨ªa. Acabar con esa espiral de terror es bandera prioritaria. Todos lo saben, el problema es por d¨®nde empezar. Di¨¢logo es siempre una buena palabra.
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