Juan Villoro: ¡°La lectura nos rescata de la l¨®gica binaria de las redes¡±
El escritor mexicano reflexiona acerca de su m¨¢s reciente libro, ¡®No soy robot¡¯, en el que explora la nueva realidad digital, la inteligencia artificial, los selfis y la vida rodeada de pantallas
¡°No soy un robot¡± es la frase con la que confirmamos a la computadora que efectivamente hay un ser humano intentando reservar un hotel o comprar un vuelo del otro lado de la pantalla. Para Juan Villoro (Ciudad de M¨¦xico, 68 a?os) esta acci¨®n necesaria en el comercio virtual refleja algo m¨¢s que una simple secuencia en el arrastre del cursor, es un reflejo de la vida actual en la que vivimos rodeados de pantallas y alejados de nuestro entorno. Por ello la frase da t¨ªtulo a su m¨¢s reciente libro, No soy un robot (Anagrama, 2024). A lo largo del ensayo, Villoro va poniendo a la literatura frente al mundo digital, cuestionando hacia d¨®nde nos dirigimos como lectores y qu¨¦ papel estamos haciendo como ciudadanos del mundo que habitamos.
Pregunta. En el libro pareciera que se est¨¢ hablando del apocalipsis, pero al final es un libro reflexivo, que ofrece respuestas y genera nuevas preguntas.
Respuesta. Estoy totalmente de acuerdo. El libro explica muchas alarmas que hay sobre la inteligencia artificial que est¨¢ sustituyendo trabajos humanos y que se ha vuelto hasta cierto punto incomprensible. Joffrey Hinton, el m¨¢s reciente premio Nobel de f¨ªsica, ha se?alado que ¨¦l contribuy¨® a desatar un monstruo ya ingobernable. En cierta forma, el premio Nobel que le otorgaron, es un galard¨®n al arrepentimiento, porque ¨¦l siente que est¨¢ ante una criatura que se le escap¨® de las manos.
P. ?Cu¨¢les son esas alarmas?
R. Nos hemos vuelto adictos a los aparatos. Los instrumentos, que deber¨ªan ser un medio, se han transformado en un fin. Nosotros mismos nos hemos transformado en mercanc¨ªas, no hay nada m¨¢s valioso en el mundo contempor¨¢neo que los datos personales con los que trafican las distintas compa?¨ªas.
P. ?Cu¨¢l ser¨ªa una forma de resistencia?
R. Una de las principales es la lectura, que es un mundo de complejidad que nos rescata de la l¨®gica binaria, de las redes, de la simplificaci¨®n de tantos mensajes que ocurren en internet. El mundo de la cultura nos permite pensar por cuenta propia, identificarnos con el otro. En el libro quise contrastar el peligro de estar siendo rehenes de los aparatos, muchas veces sin darnos cuenta, y la riqueza que tenemos en la lectura como defensa contra la enajenaci¨®n contempor¨¢nea.
P. Con la tecnolog¨ªa la vida diaria se hace m¨¢s f¨¢cil. Pero tambi¨¦n perdemos algunas habilidades o costumbres.
R. La memoria. La gente ya no tiene que recordar cosas porque tiene todos sus apuntes en una pr¨®tesis digital. La orientaci¨®n en el espacio. Antes era importante tener ciertas coordenadas para llegar a un sitio y ahora vas siguiendo una flechita en un navegador. O los tel¨¦fonos que antes ten¨ªamos que memorizar. Todav¨ªa recuerdo los de las estaciones de radio a las que hablaba para votar por las canciones de los Beatles o de los Rolling Stones: 246590, la Pantera de la Juventud, 51878, Radio ?xitos. Es un conocimiento totalmente in¨²til, pero es memoria.
P. ?Y llamaban para votar?
R. S¨ª, hac¨ªan competencias. T¨² hablabas para votar por las canciones y te sent¨ªas responsable del triunfo de los Beatles, como si necesitaran tu apoyo.
P. Estas p¨¦rdidas, ?las ve como una alerta?
R. Desde luego que es una alerta. Primero, la disminuci¨®n de la inteligencia humana, en un momento en que las m¨¢quinas est¨¢n jugando mejor al ajedrez que los humanos. Pero tambi¨¦n el hecho de que perdamos la capacidad de discutir y de escuchar al otro, de conversar y de llegar a soluciones que no estaban en nosotros. El solo hecho de hablar ante el otro hace que t¨² mismo descubras cosas que no sab¨ªas que pod¨ªas decir. Es un proceso de autoconocimiento que estamos perdiendo.
P. Cada tanto sentenciamos el final de algo. Sin embargo, el libro sigue ah¨ª, las librer¨ªas siguen y cada mes ven la luz miles de libros.
R. Tienes raz¨®n. Humberto Eco dec¨ªa que el libro se invent¨® bien de una vez por todas. Es como el tenedor o el alfiler. No hay manera de crearlos mejor. A la especie humana le encanta firmar el acta de defunci¨®n de muchas cosas.
P. El libro ha sido muchas veces protagonista de esa man¨ªa de dar por muerto algo.
R. Somos especialistas en la cat¨¢strofe y nos fascina profetizar el apocalipsis. Marshall McLuhan coment¨® que vivir¨ªamos en una era audiovisual, que el libro ten¨ªa los d¨ªas contados. La paradoja fue que escribi¨® un maravilloso libro para decirlo. La galaxia de Gutenberg, que adem¨¢s tuvo un ¨¦xito fenomenal.
P. ?Hay muchos libros salvajes en nuestra vida?
R. Siempre he pensado que todo libro a su manera es un libro que se nos puede escapar. Porque no lo consigues, porque no te lo recomendaron, porque pasaste por alto que pod¨ªa ser para ti. Entonces, s¨ª, hay muchos libros salvajes en nuestra vida.
P. M¨¢s all¨¢ de la tecnolog¨ªa, el humano sigue estando en la cima de todo. ?Por qu¨¦ estar alerta ante la inteligencia artificial?
R. A m¨ª me parece que lo peligroso no es el robot, sino su amo, es decir, la persona que lo programa o la persona que se beneficia de ¨¦l. Eso es peligroso en un planeta en donde tienes personas tan impulsivas como Elon Musk o Vlad¨ªmir Putin. Es dif¨ªcil pensar que va a haber un uso racional de la inteligencia artificial.
P. ?Y est¨¢ presente la tecnolog¨ªa en la literatura y viceversa?
R. Hay libros como Pedro P¨¢ramo, que es una obra maestra de la realidad virtual. Es un libro de saltos en el tiempo, en donde el lector tiene que conectar la historia que aparece en forma discontinua y donde hay un conjunto de voces sueltas, que son voces que est¨¢n llegando en un chat y que se van ordenando en un coro m¨²ltiple que est¨¢ narrando una historia sin sujeto, porque el protagonista que la narra en primera persona muere en el primer tramo del libro, de modo que las voces cobran autonom¨ªa y siguen hablando y habitando el mundo de Comala. Y eso es precisamente la realidad virtual.
P. ?Y c¨®mo convive el escritor con la tecnolog¨ªa, m¨¢s all¨¢ de un teclado y la pantalla?
R. Depende de c¨®mo trabaje el autor, pero yo creo que una de las cosas que han cambiado para mal es que ahora la computadora te da la sensaci¨®n de que tienes siempre una p¨¢gina en limpio, porque aparece sin errores ante ti, y cuando una palabra no te gusta simplemente la seleccionas y pones otra. A todos nos ha pasado esa experiencia de pasar una cuartilla nuevamente en limpio, de principio a fin, queriendo cambiar la palabra que no te gustaba, pero en el camino cambias tres o cuatro cosas m¨¢s. Hay una especie de inteligencia que solo surge de manera mec¨¢nica en el contacto de la yema de los dedos con el teclado o con la pluma. Este trabajo de reescritura me parece muy importante. Cuando termino un libro, lo imprimo, y lo corrijo a mano varias veces. Luego lo paso todo desde el principio hasta el final nuevamente, como si lo pasara yo en limpio a m¨¢quina, y eso lo hago cuatro o cinco veces. Es muy divertido, la gente cree que es una especie de tortura, pero yo creo que lo que define a un escritor de alguien que simplemente escribe algo por necesidad en alg¨²n momento, es que al escritor le gusta m¨¢s reescribir que escribir.
P. Los borradores se est¨¢n acabando. Es un placer ver aquellos mecanos escritos de las obras famosas y ahora eso se pierde.
R. Ese proceso de correcci¨®n me parece apasionante, porque en los sucesivos borradores s¨ª vas dejando huellas. Yo te mostrar¨ªa los m¨ªos, pero se los comieron las termitas, que son m¨¢s inclementes que la tecnolog¨ªa. Tuvimos que irnos de la casa y se comieron todos los borradores que estuve guardando desde hace d¨¦cadas.
P. ?Le gusta su relaci¨®n con el mundo digital?
R. Me parece inevitable. La verdad es que extra?o el mundo sin tel¨¦fonos celulares. Como padre, si no tengo localizada a mi hija, me pongo muy nervioso. Obviamente, se le puede haber acabado la bater¨ªa, se descarg¨® su celular o se le olvid¨®, pero el hecho de que eventualmente pudiera comunicarme con ella hace que est¨¦ en un estado de alerta que antes era totalmente inexistente. Extra?o mucho las cartas, que eran otra forma de comunicaci¨®n. Yo escrib¨ª muchas, y por suerte, las que recib¨ª se salvaron de las termitas. Cuando recib¨ªas una carta la le¨ªas tres veces antes de contestar. El correo electr¨®nico pertenece m¨¢s a la neurolog¨ªa que a la comunicaci¨®n, cuando te das cuenta de lo que vas a escribir, ya lo mandaste. Si algo te indigna, te enojas y contestas un insulto y dices, Ay, Dios m¨ªo, ?perd¨ª la cabeza! Pero ya lo mandaste.
P. Parece que tendremos que seguir confirmando nuestra existencia.
R. La paradoja es que se lo demostramos a una m¨¢quina. Es un robot quien nos acredita como humanos. Algo totalmente in¨¦dito que nos lleva a una pregunta esencial: ?Todav¨ªa nos definimos como humanos?
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