La muerte en Culiac¨¢n no se acaba donde creemos
Si no hablamos nosotros de lo que nos pasa, si no somos imprudentes y cuidamos a nuestros vivos y a nuestros muertos, nadie m¨¢s lo va a hacer
A los de Culiac¨¢n nos pasan muchas cosas que parecen mentira. El otro d¨ªa, mi padre me contaba sobre la muerte de un familiar: ¡°Qu¨¦ triste, esto ya se ve¨ªa venir¡±, ¡°pobre de su mam¨¢¡±, ¡°sufri¨® mucho¡±, y otras frases parecidas son las que a uno se le ocurren en estos casos, porque a pesar de todo, nunca hemos aprendido a reaccionar ante la muerte. Pero el asunto es que la muerte en Culiac¨¢n a veces no se acaba donde creemos y lo que mi padre realmente quer¨ªa contarme era que mientras acompa?aban al cortejo f¨²nebre se hab¨ªa desatado una balacera en su ruta y que junto a sus acompa?antes decidieron seguir la carroza que nunca se detuvo: ¡°Es que no pod¨ªamos dejar al muerto solo¡±, me dijo tan tranquilo. No, obviamente no se puede hacer eso. Porque ser culichi es ser un poquito valiente y bastante imprudente, tener por lo menos un poquito de miedo todos los d¨ªas para poder sobrevivir, pero no tanto como para no seguir con tu vida. Pero es muy feo estar sobreviviendo, la gente ya no quiere ser valiente, la gente quiere preocuparse por si ganaron los Tomateros, no porque te mate una bala perdida de camino a enterrar a tus muertos.
¡°?C¨®mo est¨¢ Culiac¨¢n?¡±, me pregunt¨® una persona en Ciudad de M¨¦xico. ¡°Pues muy feo¡±, les digo siempre a todos, porque eso me dice mi familia y eso me cuentan mis amigos periodistas de all¨¢. Me pregunt¨® por qu¨¦ no se iban todos de Culiac¨¢n si cada vez era m¨¢s violento. Yo no puedo responder por todos, sobre todo yo, que soy la persona menos indicada, porque hace bastantes a?os que me fui cuando pens¨¦ que la cosa no iba a cambiar nunca; y ya ven, varias guerras despu¨¦s, seguimos hablando de lo mismo.
Tambi¨¦n me fui porque pensaba que hacer periodismo all¨ª era estar yendo a tomar fotos de muertos todos los d¨ªas, y yo, m¨¢s ingenua que mi interlocutora, dije que ya nunca iba a trabajar en un peri¨®dico. Aquella vez me fui temblando de la ciudad, estaba lejos y segu¨ªa temblando, cuando volv¨ªa a Culiac¨¢n temblaba m¨¢s fuerte. Temblaba porque todo el tiempo pensaba que me iban a matar, no porque yo fuera yo, m¨¢s bien porque all¨¢, en aquellos a?os de la ¡°guerra contra el narco¡±, todo el tiempo corr¨ªan los rumores de que ¡°iban a matar periodistas¡±. Nos quitaron las ganas de seguir haciendo lo que nos gustaba, muchos cambiaron de oficio, otros, seguimos.
Pero volviendo a la pregunta, lo que pude responderle es lo obvio, que no todos tienen las posibilidades econ¨®micas de irse y los que las tienen y no se han ido es porque creen en la posibilidad de que alg¨²n d¨ªa las cosas van a cambiar. Porque es m¨¢s complicado desaparecer una ciudad completa que desaparecer todo eso que la est¨¢ destruyendo. Y con ¡°todo eso¡± me refiero a los narcos y su estructura, que ahora tan formalmente llamamos crimen organizado.
En las calles de Culiac¨¢n puedes ver lo m¨¢s primario de esa gran pir¨¢mide multimillonaria. Lo ves en los morillos de tu colonia, ah¨ª dando la vuelta en sus motitos y jugando a ser ¡°punteros¡±, con esos aires de grandeza, tan chiquitos y ya tratando de agarrar malicia, con tantas ganas de salir de la miseria. Los ves y parecer¨ªa que son una base muy fr¨¢gil para una estructura que nos han hecho creer que es indestructible. El problema para la sociedad es el abandono en que est¨¢n esos j¨®venes, porque cuando los maten, habr¨¢ otros haciendo fila para enlistarse. Y tal vez ah¨ª nos damos cuenta de que s¨ª est¨¢ organizado el crimen y adem¨¢s son muy buenos para contar historias, porque por generaciones han vendido muy bien la fantas¨ªa de que se puede salir de pobre ¡°bien f¨¢cil¡±. Y ah¨ª est¨¢n cientos de j¨®venes buscando esa oportunidad, creyendo que se puede ser rico r¨¢pido, que se vale superarse y que no importa todo lo que vayas destruyendo en el camino siempre y cuando lo logres.
Esa fantas¨ªa se la crey¨® muy bien un ni?o al que le pondremos ?ngel. Esta es otra de esas historias de Culiac¨¢n que ojal¨¢ fueran mentira, pero de las que desafortunadamente tenemos muchas. A ?ngel lo conoc¨ª cuando ¨¦l ten¨ªa nueve a?os; yo ten¨ªa 22 y llevaba tres trabajando en un peri¨®dico. Les daba clases de foto a ni?os de mi colonia, les entregaba una c¨¢mara desechable y nos ve¨ªamos despu¨¦s de revelar sus fotos; la mayor¨ªa tomaban fotos muy feas y ni les interesaban las clases, pero las mam¨¢s los mandaban porque no quer¨ªan batallar con ellos. A ?ngel s¨ª le gustaba la fotograf¨ªa, aprendi¨® r¨¢pido de composici¨®n y lograba muy buenas im¨¢genes. A veces tomaba fotos de cosas que pasaban en su casa y que no deb¨ªan salir de ah¨ª; trat¨¦ de explicarle por qu¨¦ era mejor que ya no trajera fotos de eso. Un d¨ªa los llev¨¦ al peri¨®dico para que vieran c¨®mo se imprim¨ªa y se emocionaron. Yo, como ingenua que era, pens¨¦ que tal vez a alguno le interesar¨ªa estudiar foto o comunicaci¨®n. Pero en Culiac¨¢n la realidad es muy cabrona y te va quitando lo ingenuo.
Se acabaron las clases de foto y le perd¨ª la pista a todos los ni?os, menos a ?ngel. Aunque yo me fui de Culiac¨¢n, ¨¦l siempre pasaba a visitar a mi padre, lo saludaba y le preguntaba por m¨ª. As¨ª fueron pasando los a?os. Luego cont¨® que dej¨® la escuela, una cosa llev¨® a la otra. ¡°?ngel ya anda mal¡±, me dijo un d¨ªa mi pap¨¢. Para ¨¦l no hab¨ªa muchas oportunidades, su familia pensaba que ya estaba en edad de trabajar y en mi colonia (como en muchas otras) el trabajo que se pod¨ªa conseguir m¨¢s r¨¢pido si no terminaste la secundaria era de ¡°puntero¡±. A ?ngel lo mataron cuando ten¨ªa como 15 a?os, m¨¢s o menos. Yo le llor¨¦ de lejos y mi pap¨¢ fue a su funeral, tal vez tambi¨¦n le llor¨®.
Da mucho coraje, porque estas historias pasan todos los d¨ªas en Culiac¨¢n, se vienen repitiendo desde hace generaciones y ojal¨¢ que todo esto que nos contamos entre amigos y reuniones familiares fuera mentira. Porque podemos pasar d¨ªas o semanas hablando de historias viejas y nuevas y parece que la violencia nunca se acaba. Parece que no sabemos hablar de otra cosa, pero como dijo muy acertadamente mi paisana, la fot¨®grafa Teresa Margolles, all¨¢ en 2009: ?De qu¨¦ otra cosa podr¨ªamos hablar? Porque si no hablamos nosotros de lo que nos pasa, si no somos imprudentes y cuidamos a nuestros vivos y a nuestros muertos, nadie m¨¢s lo va a hacer. Desde hace tiempo estamos por nuestra cuenta. Esta nueva guerra que no ha parado desde hace meses quiere acabar poco a poco con la idea de que Culiac¨¢n s¨ª tiene soluci¨®n, de que los ni?os merecen vivir sin tener que saber qu¨¦ hacer en medio de una balacera. Hay que seguir hablando de esto y tal vez un d¨ªa nos alcance la posibilidad de hablar de otra cosa.
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