La prueba del doctor Gatell
Si no queremos convertirnos en un obsceno moridero a ojos del mundo, ha llegado la hora de que nuestro epidemi¨®logo estrella tenga la humildad de reconocer sus errores
Brillante, amable, profesoral. Demag¨®gico, verboso, condescendiente. Sagaz, elegante, sensible. Tramposo, sibilino, terco. Agudo, chispeante, docto. Soberbio, insensible, sumiso. Al doctor Hugo L¨®pez-Gatell, subsecretario de Prevenci¨®n y Promoci¨®n de la Salud, responsable de la respuesta mexicana a la pandemia de la covid-19 y vocero del Gobierno del presidente Andr¨¦s Manuel L¨®pez Obrador sobre el tema, le fascinan los sin¨®nimos. En cada una de las decenas de conferencias de prensa en que ha participado desde que inici¨® la emergencia, ha enhebrado un sinf¨ªn de adjetivos que buscan matizar sus respuestas, otorgarles una p¨¢tina literaria frente a las preguntas ¡ªy el acoso sistem¨¢tico¡ª de los reporteros.
A su vez, a L¨®pez-Gatell la prensa y las redes sociales le han endilgado todos los calificativos que se enlistan al inicio de este art¨ªculo, y muchos otros: para la mitad del pa¨ªs, sobre todo los seguidores de la cuarta transformaci¨®n, no solo es un experto infalible, sino un sabio, casi una figura de culto ¡ªcomo lo han dibujado los memes que lo comparan con Jesucristo¡ª, en tanto para la otra mitad, en especial los enemigos de la 4T, es un fantoche ambicioso, plegado al poder, que no merece credibilidad alguna. Si el SARS-CoV-2 ha significado el ascenso del biopoder, confiri¨¦ndoles a los epidemi¨®logos en jefe de cada pa¨ªs estaturas p¨²blicas in¨¦ditas, el mexicano se ha convertido sin duda en el m¨¢s visible de sus colegas.
Desde que, replicando el modelo que implant¨® en la Ciudad de M¨¦xico y recuper¨® como presidente de la Rep¨²blica, L¨®pez Obrador le dio la instrucci¨®n el 28 de febrero de organizar una conferencia de prensa diaria ¡ªincluidos s¨¢bados y domingos¡ª, L¨®pez-Gatell no tard¨® en convertirse en un ¨ªdolo de masas para poco a poco ir concitando un alud de cr¨ªticas y dudas en torno a su estrategia de salud ¡ªy de comunicaci¨®n¡ª y, al cabo, el encono reconcentrado de sus detractores. Aunque el presidente le ha ordenado lo mismo a otros funcionarios, ninguno se ha convertido como ¨¦l en una figura pop ¡ªy carne de revistas people¡ª, retratado de mil maneras, elogiado y ridiculizado y, a ¨²ltimas fechas, transformado incluso en pi?ata, honor reservado a muy pocos.
La explicaci¨®n de su fama es sencilla: pocos funcionarios p¨²blicos poseen la avezada ret¨®rica y los suaves modales del doctor L¨®pez-Gatell. Incluso quienes lo detestan reconocen su temple y su paciencia, su afabilidad y su innegable dominio del tema ¡ªy de la escena¡ª, que supera a la mayor parte de los periodistas que lo acompa?an d¨ªa con d¨ªa en el g¨¦lido sal¨®n Tesorer¨ªa de Palacio Nacional. La idea de exponerlo as¨ª, sin descanso, parec¨ªa una gran t¨¢ctica comunicativa: una muestra de transparencia y sensibilidad al otorgarle un horario prime time al coronavirus.
Durante las primeras semanas, el ¨¦xito fue absoluto, con ratings que opacaban no solo los de su jefe, sino los de varios programas de entretenimiento. El desgaste ¡ªparalelo al de la poblaci¨®n¡ª ha sido, sin embargo, irremediable. Primero, por los datos y declaraciones contradictorios que ha acumulado; luego, por las dudas en torno a las cifras reportadas de contagios y muertes ¡ªque ning¨²n pa¨ªs ha logrado establecer con certeza¡ª y, en fin, por su incapacidad para reconocer sus yerros y cambiar de t¨¢cticas cuando ha sido necesario.
Igual que otros epidemi¨®logos en el planeta, L¨®pez-Gatell ha tenido que convivir con un l¨ªder que durante largas semanas desestim¨® la severidad de la pandemia; que afirma, enga?osamente, que hoy se encuentra controlada; y que una y otra vez se ha apresurado a romper las medidas de distancia social, pero que no ha querido ¡ªcomo Anthony Fauci con Donald Trump¡ª optar por la ciencia frente a su dependencia ideol¨®gica del presidente. Desde que afirm¨® que la fuerza moral de L¨®pez Obrador lo proteg¨ªa de los contagios, se volvi¨® claro que ser¨ªa incapaz de opon¨¦rsele.
Durante semanas result¨® tranquilizador escuchar a un funcionario sereno e informado contestar una y otra vez las mismas preguntas, as¨ª fueran absurdas o reiterativas, hacer gui?os a la igualdad de g¨¦nero o agradecer el trabajo de m¨¦dicos, enfermeras e incluso de la traductora al lenguaje de se?as, as¨ª como escuchar las luminosas conferencias que empez¨® a impartir sobre un sinf¨ªn de asuntos aprovechando su espacio estelar de siete a ocho de la tarde, pero, conforme fue avanzando la pandemia y la realidad empez¨® a contradecir sus expectativas, su estilo se ha vuelto m¨¢s acartonado e impositivo, cada vez m¨¢s a la defensiva. Es evidente que el doctor L¨®pez-Gatell est¨¢ cansado, igual que nosotros.
Durante los peores a?os de la guerra contra el narco, en el oscuro sexenio de Felipe Calder¨®n, una de nuestras m¨¢s dolorosas experiencias consist¨ªa en atestiguar el diario recuento de los muertos: un reloj macabro que marcaba el fracaso de su estrategia contra el crimen organizado. Al cabo de 14 a?os, esa cifra se eleva a 250.000 muertes. No deja de resultar parad¨®jico que hoy otra vez los mexicanos nos enfrentemos a un espect¨¢culo tan aciago como aquel: la suma de las muertes derivadas de la pandemia. Y es que, despu¨¦s de tantas y tantas jornadas admirando la elocuencia del doctor L¨®pez-Gatell, al final esas cifras ser¨¢n lo ¨²nico que nos quede.
La ¨²nica forma objetiva de evaluar la eficacia de la estrategia mexicana frente a la covid-19 radica en evaluar ese n¨²mero, producto de las decisiones tomadas tanto por L¨®pez Obrador como por L¨®pez-Gatell. En las pr¨®ximas semanas, ese n¨²mero rebasar¨¢ los de Espa?a y Francia, y acaso tambi¨¦n el de Italia, coloc¨¢ndonos como el cuarto pa¨ªs del mundo con m¨¢s muertes reportadas a causa de la pandemia ¡ªy eso sin contar los subregistros¡ª. Pa¨ªses m¨¢s poblados, m¨¢s pobres o m¨¢s ricos no han llegado a ese nivel. Esta es la medida de nuestro fracaso: ocupar un sitio solo despu¨¦s de Estados Unidos, Brasil y Gran Breta?a. Quiz¨¢s no sea coincidencia que nos alineemos con ellos: los gobernantes de todos estos pa¨ªses, igual que el nuestro, fueron quienes m¨¢s tardaron en aceptar la magnitud de la tragedia y quienes han tomado medidas m¨¢s contradictorias para afrontarla.
Es evidente que algo ha fallado. Poco se puede hacer ya para cambiar la historia, pero queda margen para rectificar. Algunas lecciones globales de estos infaustos meses de pandemia son claras: imponer el uso de cubrebocas o caretas en lugares p¨²blicos, aumentar dr¨¢sticamente el n¨²mero de pruebas y el rastreo de contactos. Justo tres cosas que, siempre alegando criterios t¨¦cnicos ¡ªla palabra favorita de los tecn¨®cratas que L¨®pez Obrador tanto detesta¡ª, L¨®pez-Gatell ha desestimado una y otra vez. Si no queremos superar tambi¨¦n a Gran Breta?a y convertirnos en un obsceno moridero a ojos del mundo, ha llegado la hora de que nuestro epidemi¨®logo estrella tenga la humildad de reconocer, como su colega sueco, sus errores. Esta ser¨¢ su mayor prueba.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.