Procusto, presidente
A?os de pr¨¢ctica democr¨¢tica han demostrado los riesgos de depositar excesivos poderes en un solo hombre o movimiento pol¨ªtico, por m¨¢s providenciales que afirmen ser
Procusto, seg¨²n la mitolog¨ªa griega, era un ladino posadero que recib¨ªa hu¨¦spedes en una casita perdida en las colinas salpicadas a lo largo del camino hacia Atenas. Adelant¨¢ndose miles de a?os a los psic¨®patas de las pel¨ªculas de terror, Procusto se dedicaba a despedazar, por m¨¦todo, a sus clientes. Su t¨¦cnica de asesinato era singular. Hac¨ªa acostarse a los visitantes en una cama dispuesta para tal efecto y, tom¨¢ndolos por sorpresa, los amarraba de pies y manos.
Si el viajero era alto y su cabeza o extremidades sobresal¨ªan de los l¨ªmites del lecho, el demente le serruchaba los ¡°sobrantes¡±. En cambio, si la persona era de tama?o moderado, Procusto tiraba de ella hasta descoyuntarla y ajustaba el tama?o de sus restos al de la cama. Para que nadie escapara, dice el mito, Procusto ten¨ªa dos catres: uno descomunalmente corto y otro demasiado alargado. Huelga decir que el posadero se quedaba con el dinero y las posesiones de sus v¨ªctimas. Su verdadero negocio no era la hosteler¨ªa, claro, sino la rapi?a violenta.
El final de la f¨¢bula referido por la tradici¨®n es alentador: un buen d¨ªa, el h¨¦roe Teseo apareci¨® en la puerta de Procusto para pedir albergue. Y, enterado de los homicidas planes de su anfitri¨®n, decidi¨® enfrentarlo a su propia tortura. Lo hizo acostarse en el jerg¨®n del dolor (en algunas versiones lo consigui¨® con enga?os y en otras, mediante la fuerza) y dio cuenta de ¨¦l. Todav¨ªa hoy, la expresi¨®n ¡°poner a alguien en la cama de Procusto¡± se utiliza para expresar los esfuerzos fan¨¢ticos por acomodar una idea o situaci¨®n a unas expectativas inflexibles y, generalmente, abusivas.
La historia de Procusto funciona, me parece, como un claro ejemplo del tipo de pol¨ªtica que practican en la actualidad numerosos mandatarios de nuestro continente. Los Trump, Bolsonaro, L¨®pez Obrador, Bukele, Ortega, Maduro, Duque, y dem¨¢s, han renegado de la pol¨ªtica entendida como negociaci¨®n, di¨¢logo, acercamiento de posturas o convencimiento. Sus procedimientos excluyen, por principio, cualquier tolerancia. Quienes no compartan sin reservas sus posturas, quienes osen esbozar cr¨ªticas a sus gestiones, se convierten inmediatamente en el enemigo: rivales indignos de consideraci¨®n, a quienes se acusa por sistema de toda clase de pecados y se tacha, sumariamente y sin necesidad de pruebas, de corruptos, tramposos, falsarios...
Estos presidentes solo entienden una manera de pensar, que es la suya, y son capaces de sacar el hacha y cercenar todo lo que ¡°sobresalga¡± de sus planes o de estirar hasta romper cualquier cosa (la paz social, por ejemplo) para intentar que encaje en ellos. Poco les importa la necesidad de fingir alianzas imposibles entre ¡°enemigos¡± inasimilables: Trump sostiene que el dem¨®crata Biden (exvicepresidente en dos periodos y hombre del sistema por excelencia) se ha vuelto un s¨²bito promotor del socialismo radical y amigo de los reg¨ªmenes de Cuba y Venezuela; L¨®pez Obrador desliza que ¡°la derecha¡± patrocina lo mismo las protestas reaccionarias del Frena que las marchas libertarias y reivindicativas de las feministas...
Por ello es tan com¨²n que estos presidentes descalifiquen y luchen para socavar cualquier clase de contrapeso institucional, pol¨ªtico o siquiera moral a su poder y sus ambiciones. No es casualidad que todos ellos, ya sea que se identifiquen con izquierda o derecha, est¨¢n involucrados en continuos proyectos para desestabilizar, controlar, eludir o ignorar a jueces y magistrados, a c¨¢maras legislativas que no les sean favorables, a cualquier clase de comisi¨®n multilateral o ciudadana que les impida concentrar el control en sus manos.
El peligro de ello resulta m¨¢s que evidente. A?os y a?os de pr¨¢ctica democr¨¢tica han demostrado los riesgos de depositar excesivos poderes en un solo hombre o movimiento pol¨ªtico, por m¨¢s providenciales que afirmen ser. Porque, a fin de cuentas, esos supuestos ¡°hombres providenciales¡± no son nada m¨¢s que Procustos, apostados a la espera de cercenar o estirarlo todo hasta que encaje en sus planes. Y, si lo permitimos, romper¨¢n y cortar¨¢n y se quedar¨¢n con todo el dinero y el poder que puedan.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.