La canija realidad
Tanto en la selecci¨®n de candidatos como en sus procesos de vida interna, Morena no se ha comportado muy distinto a los otros partidos pol¨ªticos
Hay pocas dudas de la austeridad del presidente Andr¨¦s Manuel L¨®pez Obrador o de su cruzada a favor de una renovaci¨®n moral de la sociedad. Este mi¨¦rcoles, durante su conferencia de prensa matutina lo dijo categ¨®ricamente: m¨¢s importante que las leyes (contra la corrupci¨®n) es modificar los valores de la sociedad, solo eso puede cambiar la injusticia y la violencia. De all¨ª tambi¨¦n su insistencia en una cartilla moral o su cr¨ªtica obsesiva a la crisis de valores que a su juicio desencaden¨® el modelo neoliberal. Solo revirtiendo estos valores para regresar a una solidaridad y a una honestidad pr¨ªstina podemos construir un pa¨ªs diferente.
El problema para estas convicciones es la canija realidad. En el af¨¢n de edificar una nueva sociedad, la necesidad de una revoluci¨®n ¨¦tica compite con una urgencia m¨¢s inmediata y pedestre: asegurar los recursos pol¨ªticos para estar en condiciones de garantizar un cambio de r¨¦gimen. En plata pura esto significa ampliar el poder pol¨ªtico. Y ambas necesidades rara vez dan por resultado un buen maridaje. La llamada ¡°real politik¡± suele estar re?ida con la dignidad o el honor.
Como le ha sucedido a tantas cruzadas morales en la historia, la 4T est¨¢ encontrando que la sagrada b¨²squeda de estos fines obliga a tomar medidas que, en la pr¨¢ctica, terminan comprometiendo o sacrificando tan caros ideales.
Las elecciones del pr¨®ximo verano y las campa?as electorales a las que ha dado lugar ejemplifican cabalmente esa contradicci¨®n. L¨®pez Obrador entiende que su movimiento (Morena y partidos aliados) debe conquistar la mayor¨ªa calificada en las c¨¢maras para poder concretar cambios sustantivos en la Constituci¨®n. Tambi¨¦n est¨¢ obligado a obtener la mayor¨ªa en 17 entidades federativas para validar tales cambios. Solo as¨ª puede garantizar la edificaci¨®n jur¨ªdica e institucional capaz de consolidar el ansiado nuevo r¨¦gimen. Pero para hacerlo sabe que debe ganar a toda costa; y justamente es all¨ª donde la puerca tuerce el rabo, para ponerlo en los t¨¦rminos coloquiales que le gustan al presidente.
Tanto en la selecci¨®n de candidatos como en sus procesos de vida interna, Morena no se ha comportado muy distinto a los otros partidos pol¨ªticos, tantas veces acusados por sus pr¨¢cticas inmorales. Si bien es cierto que, presionado por el presidente, acept¨® regresar un porcentaje de las altas prerrogativas que los partidos han recibido, ha sido el instituto pol¨ªtico con m¨¢s esc¨¢ndalos en el ¨²ltimo a?o. Sus elecciones internas se convirtieron en un despliegue de mutuos reclamos de ilegalidad, abusos y malas pr¨¢cticas. En materia de construcci¨®n de una rep¨²blica fincada en valores, al menos por lo que toca a sus procesos internos, Morena no parece haber dado un salto hacia adelante sino atr¨¢s.
Y en el tema de selecci¨®n de candidatos quiz¨¢ no haya sido el peor de los partidos, porque alguno de sus aliados lo supera, pero la elecci¨®n no parece haber tenido nada que ver con la ¨¦tica y s¨ª con las posibilidades de triunfo a cualquier costo. Lejos de hacer una propuesta basada en la promoci¨®n del nuevo hombre o la nueva mujer, acorde con el discurso humanista de su l¨ªder, ha optado por aquellos que le ofrezcan alg¨²n r¨¦dito inmediato. Nada distinto a lo que hace el PRI, el PAN o el PRD, pero quiz¨¢ con una agravante adicional: en los otros partidos la definici¨®n deriva de un dedazo conspicuo y abierto por parte de los dirigentes, aun cuando se recurra a una figura institucional (el consejo o el comit¨¦ central). En Morena, en cambio, se echa mano de algo que muchos temen sea una mera simulaci¨®n: la aplicaci¨®n de una encuesta de opini¨®n entre las bases para elegir al que ¡°el pueblo¡± prefiera. El problema es que el dato de qui¨¦nes entran a tales encuestas, cu¨¢l es su metodolog¨ªa o el desglose de sus resultados constituyen el secreto mejor guardado.
Producto de todo eso, las listas de candidatos presentadas por Morena estos d¨ªas han dejado una ola de protestas entre sus propias filas y a lo largo del territorio. Militantes desplazados por miembros de la far¨¢ndula por el simple hecho de ser reconocidos en redes sociales, ex priistas convertidos para la ocasi¨®n pero con alguna base clientelar que desea aprovechar el partido, coyotes pol¨ªticos de oscuros antecedentes pero efectivos a la hora de movilizar el voto.
Otra vez, no es el ¨²nico partido que lo est¨¢ haciendo. Quiz¨¢ en Morena las protestas resultan m¨¢s vehementes porque sus candidaturas son m¨¢s codiciadas que las de sus competidores, toda vez que el partido se mantiene a la cabeza, y por amplio margen, en los pron¨®sticos de voto. Nadie hace un berrinche por el dudoso privilegio de hacer una campa?a con escasas posibilidades de ganar.
Insisto, la conducta de Morena no es diferente a la que nos ten¨ªan acostumbrados el PRI o el PAN, pero es verdad que habr¨ªamos esperado un comportamiento distinto de un movimiento pol¨ªtico cuyo l¨ªder sostiene que la ¨²nica revoluci¨®n leg¨ªtima es una revoluci¨®n de valores. En la pr¨¢ctica nadie pon¨ªa como condici¨®n a los candidatos del PRI que fueran honrados (solo que gobernaran con eficiencia y no abusaran en sus tajadas); a los del PAN hace tiempo dejamos de pretender que pod¨ªan ser diferentes. Morena va a ganar posiciones bajo el viejo lema de que los medios justifican los fines, la m¨¢xima que m¨¢s convicciones ha sepultado en la historia del hombre.
El caso me hace recordar a Felipe Calder¨®n, un presidente muy distinto a AMLO, porque en efecto lo es, aunque ambos sean animales pol¨ªticos de toda la vida. En una entrevista period¨ªstica realizada en Los Pinos a mitad de su sexenio le pregunt¨¦ por qu¨¦ raz¨®n tras su arribo al poder, por el cual hab¨ªa luchado tantos a?os, no estaba aprovechando la oportunidad para ampliar la democratizaci¨®n del pa¨ªs y desmontar el nocivo presidencialismo que tanto hab¨ªa criticado. Hab¨ªa conocido a Calder¨®n 15 a?os antes y, si bien nunca coincid¨ª con sus banderas me pareci¨® que su obsesi¨®n por combatir al PRI y profundizar la democracia eran leg¨ªtimas. Su respuesta es un portento de practicidad pol¨ªtica, aun cuando resulte poco edificante: ¡°para poder hacer los cambios democr¨¢ticos primero tengo que fortalecer a la presidencia¡±. Es decir, concentrar m¨¢s poder, aunque para hacerlo vaya en sentido opuesto a sus ideales.
Uno sacrific¨® sus convicciones democr¨¢ticas, otro posterg¨® sus prescripciones morales. Del primero ya conocemos el resultado final. El segundo todav¨ªa tiene oportunidad de intentar que sus seguidores y ¨¦l mismo lleven a la pr¨¢ctica sus ideales.
@jorgezepedap
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