El imperio de la mentira
Si la realidad no se ajusta a las necesidades del poder, pues peor para ella, ?no?
Bas¨¢ndose en una investigaci¨®n realizada por el Taller de Comunicaci¨®n Spin, una organizaci¨®n civil llamada Signos Vitales asegur¨® en un informe, la pasada semana, que el presidente Andr¨¦s Manuel L¨®pez Obrador ha mentido o mencionado datos inexactos en sus eventos p¨²blicos (y en sus incombustibles ruedas de prensa ma?aneras) m¨¢s de 40.000 veces durante los dos a?os que ha ocupado el cargo. Esa cifra casi duplica las 23.000 mentiras que, de modo muy c¨¦lebre, el peri¨®dico The Washington Post calcul¨® que incluyeron las declaraciones del expresidente estadounidense Donald Trump en su mandato de cuatro a?os.
Faltar a la verdad en tantas ocasiones sobrepasa cualquier posibilidad de que se trate de confusiones, desajustes o malentendidos. Podemos tropezar dos veces con una piedra y llamarlo accidente, pero 40.000 veces no. La mentira en esa escala tiene que ser una estrategia o, incluso, una postura ante el mundo: decir solamente lo que convenga a la ¡°causa¡±¡ y que la verdad recoja sus dientes del suelo despu¨¦s. Si es que puede.
Hay que suponer que los partidarios del Gobierno mexicano responder¨¢n que el informe de marras es exagerado o que se encuentra movido por oscuras ambiciones pol¨ªticas, a las que, desde ahora, sabremos que calificar¨¢n de ¡°conservadoras¡± (curioso que ning¨²n personero diga ya ¡°reaccionarias¡±, o ¡°burguesas¡±, quiz¨¢ porque el presidente no lo hace y no es cosa de andarle enmendando el vocabulario). En realidad, esto es lo de menos. En M¨¦xico todos asumimos, me temo, que cuando se trata del Gobierno, la realidad suele darse el lujo de portarse de un modo muy el¨¢stico. Y eso no empez¨® con L¨®pez Obrador. Si la organizaci¨®n Signos Vitales revisara archivos y hemerotecas de los tiempos de Felipe Calder¨®n o Enrique Pe?a Nieto, es seguro que encontrar¨ªa abundante material de recuento¡
Lo importante aqu¨ª no es el debate sobre el n¨²mero exacto de ¡°deslices¡± del mandatario (y que no hay d¨ªa que no ventilen la prensa o las redes). Lo relevante es anotar el hecho de que la mentira no funciona aqu¨ª como un recurso ¡°salvador¡± o ¡°astuto¡± (es decir, c¨ªnico y marrullero) sino como la herramienta total: la imprescindible, calculada, sistem¨¢tica y perenne t¨¢ctica del poder.
Incluso podr¨ªa arg¨¹irse que cuando, de hecho, ya no se dice una sola verdad, el concepto de mentira pierde buena parte de su poder. A partir de cierto punto, la recurrencia de la falsedad construye una realidad paralela que no se toca con la que nuestros sentidos y nuestros instrumentos de conocimiento objetivo son capaces de pesar, medir, contar y comprobar. A esta situaci¨®n de vac¨ªo de certezas es a la que se alude con eufemismos como ¡°la posverdad¡±, ¡°los hechos alternativos¡± o, claro, ¡°los otros datos¡±. Los poderes pol¨ªticos y sus equipos de comunicadores entienden a los medios masivos de comunicaci¨®n y, en especial, a las redes sociales, como a mares de aguas turbulentas en los cuales hay que disparar los ca?ones del barco antes de que se los hundan. Y su munici¨®n consiste en arrojarnos, a cada momento, un discurso que no reconoce las grietas ni siquiera como posibilidad, que habla solo del ¨¦xito de las medidas oficiales y niega de tajo cualquier error o fracaso¡ aunque estallen en la cara de quien lo afirma.
Un extra?o mundo en el que una funcionaria asegura (y repite) que un precio baja 855% sin convertirse en un n¨²mero negativo. Un universo fantasma en el que la econom¨ªa va bien, la covid-19 lleva un a?o ¡°ya de salida¡± y los ataques a las instituciones se realizan por el bien de la democracia. Y si la realidad no se ajusta a las necesidades del poder, pues peor para ella, ?no?
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