Ceguera y vileza: lavarle la cara al poder
Identificar toda cr¨ªtica como parte de una campa?a de la actual oposici¨®n es una argucia simple y redituable
Dado que se trata de una estrategia discursiva a la que le siguen sacando jugo, a costa de los ingenuos, resulta m¨¢s o menos comprensible que el Gobierno federal y su entorno aseguren que aquellos que los critican y cuestionan lo hacen por apego a intereses corruptos e inconfesables. ?Qui¨¦n, que no sea deudor o pla?idera del viejo orden conservador y mafioso podr¨ªa atreverse a dudar del nuevo, popular y virtuos¨ªsimo? Ese es su argumento.
Identificar toda cr¨ªtica como parte de una campa?a de la actual oposici¨®n (PRI, PAN, PRD, y los grupos ligados a sus l¨ªderes) es una argucia simple y redituable. Por eso, a cualquiera que levante la voz, se le receta el consabido ¡°?Y por qu¨¦ no lo dec¨ªas antes?¡± (aunque lo haya hecho: eso no les importa). O se le acusa de ser empleado de alg¨²n notorio malandr¨ªn. Y si no existen pruebas de semejantes conductas o vinculaciones, se recurre a un truco m¨¢s torcido: se le relaciona con inespec¨ªficos ¡°intereses extranjeros¡±. Porque, claro, lo que quieren las ¡°fuerzas oscuras¡± del planeta es causar nuestra ruina y solo al ¡°cerrar filas¡± con el Gobierno evitamos incurrir en ¡°traici¨®n a la patria¡±. Y la patria, faltaba m¨¢s, son ellos.
Sobra decir que tales se?alamientos son absurdos y falsedades solo aptas para el consumo de bobos, de porros y de paleros. Y que parten de una confusi¨®n entre el enojo leg¨ªtimo de millones y la molestia sectaria de unos cuantos. Desde luego que existen quienes defienden la memoria y los intereses del ¡°viejo orden¡±. Sus simpat¨ªas, afinidades, enjuagues y comportamientos han sido p¨²blicos por a?os y lo siguen siendo hoy. Pero la cr¨ªtica y el repudio ante la ineptitud, el autoritarismo, la necedad y los inocultables fracasos de este gobierno tambi¨¦n provienen de sectores muy diferentes (y lejanos) a esos lobbys ¡°conservadores¡± que tanto obsesionan al presidente y sus devotos.
Hay que ser muy ciego y muy vil para profesar (y divulgar) la idea de que las feministas, los cient¨ªficos, los acad¨¦micos, los artistas, los m¨¦dicos del sector particular, los estudiantes de posgrados, los padres de ni?os enfermos de c¨¢ncer, los peque?os empresarios y comerciantes, los periodistas, los ambientalistas, los integrantes de organizaciones de la sociedad civil (se trata, en todos los casos, de colectivos agredidos por el presidente, sus funcionarios y personeros), o el simple ciudadano esc¨¦ptico que no se traga la propaganda salv¨ªfica, forman parte de una conjura que pretende acabar con la esperanza de este pa¨ªs (y la esperanza, faltaba m¨¢s, son ellos tambi¨¦n).
Dejemos de hacernos patos: el presidente no insulta, descalifica y agrede a estos sectores (como sucede cada d¨ªa de la semana, en su rueda de prensa matinal) porque est¨¦ ¡°mal informado¡±. Lo hace a sabiendas de que le conviene vender la idea de que solamente los malvados y corruptos repudian sus pol¨ªticas.
Los analistas, ya sean militantes o ¡°equidistantes¡±, que compran este discurso maniqueo y mentiroso y se afanan en buscar la mano negra de la conspiraci¨®n (y hasta se llevan las manos a la cabeza, denunciando un ¡°golpe¡±) detr¨¢s de cada queja, protesta, cr¨ªtica y cuestionamiento, en vez de esforzarse por entender de d¨®nde viene la molestia p¨²blica con el gobierno, no hacen sino reforzar los postulados de la propaganda oficial. Lo sepan o no, son colaboracionistas, como lo fueron aquellos que jugaron el mismo papel en sexenios anteriores.
Lavarle la cara a un gobierno empe?ado en mantener, concentrar y ampliar su poder mientras la econom¨ªa, la salud, la educaci¨®n, la seguridad y el crecimiento del pa¨ªs naufragan no es patriotismo. Hace medio siglo, todo un Carlos Fuentes se puso al servicio intelectual del gobierno priista e invit¨® a varios intelectuales a hacer lo mismo. La elecci¨®n moral era ¡°entre Echeverr¨ªa o el fascismo¡±, lleg¨® a asentar el hist¨®rico periodista Fernando Ben¨ªtez, amigo ¨ªntimo de Fuentes y valedor, tambi¨¦n, del mandatario. A estas alturas del partido queda claro que, hayan sido sinceros o interesados, aquellos grandes hombres no tuvieron la raz¨®n. En M¨¦xico, y la historia lo demuestra de sobra, ponerse del lado del Gobierno y el poder equivale siempre a darles la espalda a los ciudadanos.
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