Zugzwang o la paz de los sepulcros
Algo tendr¨ªa que hacerse antes de que la estrategia de autodefensa sea la ¨²nica alternativa viable y el territorio se pueble de organizaciones paramilitares
En materia de seguridad p¨²blica en M¨¦xico estamos llegando a la peor pesadilla, algo que los ajedrecistas conocen como Zugzwang: aquella situaci¨®n en la que todo posible movimiento solo empeora la condici¨®n en la que nos encontramos. Las comunidades de la sierra y la selva tienen todo el derecho de defenderse como puedan de los c¨¢rteles del crimen organizado que les quitan sus tierras, se llevan a sus hijos para ser reclutados como sicarios o a sus hijas para ser violadas. Primero la vida, antes que el respeto a un orden legal o una justicia incapaz de protegerlos. Frente a la disyuntiva de abandonar sus pueblos, cosa que varios miles est¨¢n haciendo, otros han decidido defenderse con las armas en la mano.
Pero tambi¨¦n tiene raz¨®n el presidente Andr¨¦s Manuel L¨®pez Obrador cuando afirma que el recurso de organizarse en grupos de autodefensa ha fracasado una y otra vez. Sea porque terminan infiltrados o prostituidos por los propios c¨¢rteles o derivan en conflictos violentos entre las propias comunidades y sus litigios ancestrales. Por no hablar de los muchos atropellos que supone un grupo armado erigido en juez improvisado al interior de una comunidad. Las experiencias de hace una d¨¦cada de los grupos formados en Michoac¨¢n, tanto en municipios de la sierra como en las barrancas de Tierra Caliente, terminaron todas ellas en lucha fratricidas entre sus l¨ªderes, en cacicazgos violentos o convertidos en brazos armados de un c¨¢rtel, rival del que los atosigaba originalmente.
Hace unos d¨ªas se dio a conocer una nueva organizaci¨®n autodenominada El Machete, un grupo de alrededor de cien personas del municipio de Pantelh¨®, Chiapas, comunidad predominantemente ind¨ªgena. Aunque armados precariamente, el portavoz asegur¨® que intentar¨¢n detener las incursiones de los c¨¢rteles del narcotr¨¢fico que se disputan el control de la zona monta?osa de Chiapas. Afirmaron que cerca de 200 habitantes han ca¨ªdo v¨ªctimas del fuego de las dos organizaciones que buscan el dominio de la regi¨®n, y que m¨¢s de 2 mil personas han huido para escapar de la violencia. Se quejan de que ni las fuerzas federales y mucho menos las estatales han respondido para ofrecerles alguna esperanza de seguridad.
Lo dicho, Zugzwang: escapar significa perder su patrimonio y aventurarse en los infortunios del migrante; quedarse supone enmendarse al azar de la violencia arbitraria de las bandas que los asolan; y autodefenderse no solo arrostra el riesgo de enfrentarse a un enemigo m¨¢s poderoso, sino tambi¨¦n encomendar su suerte y entregarse en brazos de sus propios l¨ªderes armados.
Este mi¨¦rcoles, como todas las semanas en la conferencia matutina del presidente, las autoridades militares y de seguridad p¨²blica hicieron un reporte de la violencia y la actividad criminal en el pa¨ªs. Seg¨²n sus cifras la mayor parte de los indicadores est¨¢n disminuyendo, pero incluso en tal estad¨ªstica oficial la merma es tan peque?a que se vuelve irrelevante para tantas comunidades en situaci¨®n desesperada.
Cada vez es m¨¢s evidente que el gobierno de la 4T ha apostado a una estrategia en dos frentes, pero ambos apuntan a un largo plazo que no responde a las necesidades de regiones que ya est¨¢n bajo el fuego de los c¨¢rteles. Por un lado, las autoridades intentan atender lo que llaman ¡°las causas¡± con un vasto programa social para mejorar los ingresos de los sectores populares, particularmente en el campo, y ofrecer alternativas de empleo a los j¨®venes. Hasta ahora no se advierten resultados sustanciales, quiz¨¢ porque la pandemia y la crisis econ¨®mica consecuente se trag¨® el impacto de tales beneficios y arroj¨® a la pobreza a varios millones m¨¢s de mexicanos. Y por lo dem¨¢s, la alternativa de ganar tres mil o cinco mil pesos o asegurar un precio justo a la cosecha de ma¨ªz, no compite contra la remuneraci¨®n de 30 o 40 mil pesos que un joven puede obtener como sicario o el precio de una cosecha de enervantes, diez veces superior a un cultivo tradicional.
La otra pinza de la estrategia tampoco es que est¨¦ ayudando mucho. El gobierno adopt¨® una ambiciosa estrategia de reocupaci¨®n del territorio mediante la organizaci¨®n de una Guardia Nacional con cerca de 100 mil efectivos y su dispersi¨®n en 248 cuarteles para tener una presencia constante a lo largo de la geograf¨ªa (hasta ahora se han construido 182 de estos cuarteles). Pero por alguna raz¨®n se ha optado por una dispersi¨®n pasiva. La Guardia Nacional y el ej¨¦rcito no est¨¢n interviniendo directamente en la recuperaci¨®n de los territorios. Lo cual podr¨ªa significar que est¨¢n apenas en una primera etapa, como si esperaran tener la suficiente fuerza para dar la confrontaci¨®n decisiva, o incurrieron en un c¨¢lculo equivocado, pensando que la mera presencia de la fuerza federal en un municipio provocar¨ªa el repliegue de las bandas criminales. Algo que obviamente no ha sucedido.
Lo cierto es que para efectos pr¨¢cticos muchas comunidades no pueden esperar. Una de las justificaciones de la existencia del Estado es el de constituirse en garante de la seguridad de los ciudadanos al interior del territorio. Desde el momento en que un Estado nacional renuncia, impl¨ªcitamente, a hacerse responsable de detener la violencia en una regi¨®n, no est¨¢ en condiciones de exigir que sus habitantes no se defiendan.
Pero, por otro lado, tampoco podemos conformarnos con un escenario dist¨®pico en el que la ¨²nica soluci¨®n consista en agruparnos para defendernos por nuestra cuenta y, eventualmente, ejercer la justicia por propia mano.
No es menor el esfuerzo que el Estado mexicano est¨¢ haciendo para mejorar las condiciones de la poblaci¨®n en la que el narco recluta su ej¨¦rcito de sicarios; y tampoco puede minimizarse, por m¨¢s que resulte pol¨¦mico, la inversi¨®n en recursos y atenci¨®n para aumentar su capacidad de fuego y su organizaci¨®n frente a los criminales. Pero evidentemente eso no alcanza para comunidades que se encuentran en llamas. Algo tendr¨ªa que hacerse antes de que la estrategia de autodefensa sea la ¨²nica alternativa viable y el territorio se pueble de organizaciones paramilitares, por m¨¢s que remiten a causas leg¨ªtimas y entendibles. Se requiere un esquema inmediato y de corto plazo en las zonas violentas. No basta con se?alar que se est¨¢ trabajando en las causas y los resultados y que a la larga se conseguir¨¢ la paz, porque esa ser¨¢ la paz de los sepulcros. Otra vez, los comuneros bien podr¨ªan decir con Keynes: ¡°al largo plazo todos estaremos muertos¡±.
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