M?t?k. ?La Conquista de M¨¦xico como mal necesario?
La violencia derivada del establecimiento del orden colonial no es un precio ineludible que debi¨® pagarse para realizar intercambios culturales, no es una condici¨®n ¡®sine qua non¡¯
En la Ciudad de M¨¦xico, en la Plaza de las Tres Culturas ubicada en Tlatelolco, una placa conmemorativa apunta lo siguiente sobre la ca¨ªda de Tenochtitl¨¢n hace ya casi 500 a?os: ¡°No fue triunfo ni derrota, fue el doloroso nacimiento del pueblo mestizo, que es el M¨¦xico de hoy¡±. Resulta interesante la elecci¨®n de las palabras y las conclusiones que se pueden derivar de lo plasmado en esas frases. El mestizaje sobre el que se basa el M¨¦xico actual, si bien implic¨® dolor, ¡°no fue triunfo ni derrota¡±, nos recuerdan estas palabras, fue m¨¢s bien un nacimiento, despu¨¦s de todo. ?Qu¨¦ naci¨® entonces? Resulta interesante que se fije en ese momento, 300 a?os del surgimiento del Estado mexicano, el comienzo de algo que despu¨¦s se llamar¨ªa M¨¦xico, con una fronteras definidas que delimitan la silueta de su mapa.
Narrar que el proceso de Conquista, si bien fue doloroso y violento, al final result¨® un mal necesario para crear el M¨¦xico actual es uno de los artilugios narrativos m¨¢s socorridos cuando se habla de los hechos que sucedieron hace 500 a?os. Dentro de este marco, el establecimiento del orden colonial se narra como un destino ineludible que, como sea que haya sido, se cristaliz¨® con el tiempo en una cultura h¨ªbrida que tom¨® lo mejor de dos mundos y devino en el pa¨ªs actual. La Independencia de M¨¦xico puede exaltarse como un nuevo inicio glorioso pues su lugar en la historia oficial tiene sentido en medida que pone fin a la ¨¦poca colonial. A pesar de los efectos terribles que tuvo en la poblaci¨®n nativa, el colonialismo europeo en estos territorios quedan justificados a la luz de la existencia actual del Estado mexicano y la naci¨®n mestiza que se ha proyectado para ella: sin la llegada de los espa?oles no se habr¨ªa formado la apreciada mezcla que constituye el pa¨ªs actual.
Renegar entonces de esos hechos implica renegar tambi¨¦n de elementos culturales que se han vuelto tan caracter¨ªsticos y apreciados de la llamada cultura mexicana y que se exaltan continuamente: la mezcla de los elementos culinarios dio pie a platillos tan exquisitos y caracter¨ªsticos como el chile en nogada, las mezclas de las tradiciones y elementos textiles han dado pie a la diversidad de los trajes tradicionales de muchos pueblos ind¨ªgenas, las fiestas populares como el D¨ªa de Muertos toman elementos prehisp¨¢nicos y europeos para mostrar su caracter¨ªstico colorido y, desde este punto de vista, b¨¢sicamente cualquier elemento cultural del que los mexicanos deben sentirse orgullosos, est¨¢ potenciado por la mezcla de dos mundos. Algo semejante se argumenta tambi¨¦n con las personas de este pa¨ªs que son narradas como apreciadas mezclas entre la mezcla de personas de origen europeo y personas nativas desde hace quinientos a?os. ?Por qu¨¦ habr¨ªamos de lamentarnos de lo ocurrido hace 500 a?os si la poblaci¨®n mexicana es justo el resultado de la mezcla de europeos e ind¨ªgenas?
Por m¨¢s atractivas u obvias que estas ideas pueden parecer, un acercamiento nos muestra varios problemas. Por un lado, como tradicionalmente ha hecho el discurso que exalta el mestizaje, focaliza la existencia de dos elementos en la tan apreciada mezcla nacionalista: el componente europeo y el componente ind¨ªgena. La importancia de la poblaci¨®n afrodescendiente y todos los elementos culturales que han aportado a las tradiciones culturales de estos territorios quedan opacados en la creaci¨®n del mestizaje mexicano. Algo similar sucede con la influencia de la poblaci¨®n oriental que ha jugado un papel fundamental en distintas manifestaciones de lo que ahora se llama cultura mexicana. Como efecto paralelo, al focalizar solo dos elementos activas de la mezcla, la diversidad y los contrastes detr¨¢s de la categor¨ªa ind¨ªgena quedan borrados. La oposici¨®n binaria no evidencia las diferencias de un lado y del otro, las difumina.
Las manifestaciones culturales en este pa¨ªs no se explican solo por la mezcla de las culturas de dos, y solo dos, poblaciones, hay m¨¢s elementos y es necesario nombrarlos para tratar de construir una narraci¨®n que haga un poco de justicia a otras poblaciones que forman parte fundamental de la diversidad cultural en estos territorios. Por otro lado, aunque parezca evidente, es necesario se?alar que los intercambios de elementos culturales constituyen una caracter¨ªstica que se encuentra a lo largo de la historia en muy diversas culturas sin la necesidad de ejercer violencia. La violencia derivada del establecimiento del orden colonial y de aquello que hoy llamamos la Conquista de M¨¦xico no es un precio ineludible que debi¨® pagarse para realizar intercambios culturales, no es una condici¨®n sine qua non ni un requisito indispensable para disfrutar de influencias y mezclas culturales. Tan es as¨ª que las sociedades indoamericanas no tuvieron que conquistar Europa para que la poblaci¨®n de este continente pudiera disfrutar de imbricaciones culturales e intercambios de tradiciones alimentarias o textiles, por mencionar algunos ejemplos.
En cuanto a la poblaci¨®n categorizada como mestiza las cosas se complican un poco m¨¢s. A estas alturas, la idea del mestizaje como una mezcla gen¨¦tica es insostenible pues gen¨¦ticamente todas las personas del mundo somos productos de mezclas gen¨¦ticas, incluyendo a la poblaci¨®n ind¨ªgena. Si ¡°mestizo¡± fueron una categor¨ªa gen¨¦tica, no podr¨ªa sostenerse la idea de M¨¦xico como pueblo mestizo pues mestiza ser¨ªa toda la poblaci¨®n mundial. Como lo explica Federico Navarrete en su libro M¨¦xico racista. Una denuncia, no es que la poblaci¨®n europea y la poblaci¨®n mestiza se hayan reproducido masivamente durante los 300 a?os de la Colonia. Pocas veces sucede que los segmentos de la poblaci¨®n m¨¢s privilegiados, los criollos blancos, deciden formar unidades familiares o reproducirse con personas que pertenecen a segmentos de la poblaci¨®n oprimidos y discriminados, eso no es muy com¨²n ni siquiera en la actualidad. Despu¨¦s de la Independencia, tampoco podemos decir que se hayan masificado uniones de ese tipo; en el mismo libro Navarrete habla de c¨®mo las estad¨ªsticas reportaban que al final del siglo XIX las uniones formales o informales de parejas entre personas criollas e ind¨ªgenas era m¨¢s bien escasa.
Si esto es as¨ª ?a qui¨¦nes llamamos pueblo mestizo? ?a qui¨¦nes hace referencia la placa conmemorativa en Tlatelolco? En realidad, la ahora gran mayor¨ªa mestiza es poblaci¨®n desindigenizada, poblaci¨®n ind¨ªgena a la que se le ha arrebatado la lengua y la identificaci¨®n con un pueblo nativo espec¨ªfico, por medio de m¨²ltiples mecanismos como el racismo sist¨¦mico o la escolarizaci¨®n que, con el paso del tiempo, los fue adscribiendo a una nueva identidad llamada ¡°cultura mexicana¡±, una creaci¨®n narrativa nacionalista. Con estas consideraciones, la justificaci¨®n que narra lo sucedido hace 500 a?os como un mal necesario para el nacimiento del pueblo mestizo parece vaciarse: nada de lo que pas¨® entonces forma parte de un destino manifiesto, nada de lo que pas¨® entonces, ninguna de las violencias, alcanza para justificar la creaci¨®n del Estado mexicano, que ha sido en muchos aspectos, la continuaci¨®n del proyecto criollo que comenz¨® a germinar hace 500 a?os.
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