El Poder Judicial para L¨®pez Obrador
Al presidente le molesta que sean otros quienes puedan determinar la antropolog¨ªa jur¨ªdica de nuestro tiempo. Una basada en derechos, obligaciones y reglas, frente a otra que busca fundarse en d¨¢divas, im¨¢genes y sue?os
El fin de semana pasado el presidente Andr¨¦s Manuel L¨®pez Obrador viaj¨® a La Laguna. Al reflexionar sobre los problemas de suministro de agua para ciertas comunidades sostuvo que ¡°desgraciadamente, el Poder Judicial est¨¢ podrido¡±. ¡°Hay honrosas excepciones, para no generalizar, pero jueces, magistrados, ministros, est¨¢n al servicio de los grupos de intereses creados y tienen una mentalidad muy conservadora, ultraconservadora. Si tuvi¨¦semos un Poder Judicial confiable, yo dir¨ªa ¡®no hay problema, vamos al litigio, vamos a demostrar de que no hay afectaciones¡¯, pero no. Nos metemos en eso, nos entrampamos, nos presentan una denuncia y luego otra, y otra y otra y se nos va el tiempo, y es una t¨¢ctica dilatoria y no se hace la obra, ya hay hasta licitaciones en este caso¡±, agreg¨® el mandatario.
El planteamiento hecho por el presidente admite varias lecturas. Habr¨¢ quienes, como de hecho ya sucedi¨®, consideren que se trata de una nueva cr¨ªtica a una funci¨®n que desconoce por completo o que, m¨¢s grave a¨²n, le estorba en su programa de transformaci¨®n nacional. Habr¨¢ quienes supongan, como tambi¨¦n ya se ha dicho, que se trata de un acto preparatorio m¨¢s para posibilitar una amplia reforma que le permita subordinar a los ¨®rganos judiciales mediante el sometimiento de jueces, magistrados y ministros. Cualquier lector atento e interesado en cuestiones p¨²blicas en general y jurisdiccionales en particular tendr¨¢ sus propios an¨¢lisis y, seguramente, har¨¢ sus propias conjeturas acerca de las funciones pol¨ªticas de las palabras presidenciales. En lo que sigue, expreso mis premisas al respecto.
En este y otros discursos de semejante sentido, la cr¨ªtica presidencial parece estar dirigida, efectivamente, hacia los juzgadores. Unas veces por su corrupci¨®n, otras por sus intereses, otras m¨¢s por su nepotismo o su conservadurismo. Al proceder de esta manera ha ido construyendo un objetivo enemigo f¨¢cilmente identificable. Tambi¨¦n, f¨¢cilmente cuestionable. ?Qui¨¦n en este pa¨ªs no ha sufrido directamente las adversidades de eso que sin mucha precisi¨®n se denomina ¡°la justicia¡±? ?Qui¨¦n no ha tenido alg¨²n agravio por parte de un polic¨ªa, un agente del ministerio p¨²blico o un juez? La identificaci¨®n del cuerpo de funcionarios que representan la actividad, sin matices o diferencias, permite hablar de todo y de nada, de imputar lo que sea y de suponer las cosas m¨¢s dis¨ªmbolas, sin tener que comprometerse en denunciar, criticar o se?alar con especificidad y responsabilidad. Lo que pareciera factible asumir es que el presidente y sus ¡°otros datos¡± sabe lo que sucede al interior de los poderes judiciales ¨Cfederal y locales¡ª y que, como en tantas otras de sus pretensiones, ¨²nicamente est¨¢ expresando o el sentir ¡°popular¡± o lo que ¨¦l supone que son las causas y los remedios a los males.
La impresi¨®n que yo tengo es por completo diferente. Lo que el presidente expresa no es su distanciamiento, desconfianza o cr¨ªtica hacia el funcionariado judicial. Hacia los muchos hombres y mujeres que laboran en la actividad jurisdiccional en distintas partes del pa¨ªs y en muy diversos ¨®rganos. Las condiciones individuales de cada una de esas personas le son indiferentes, sea en cuesti¨®n de sueldos, permanencia o corrupci¨®n. Lo que verdaderamente le importa es lo que hacen como conjunto. Especialmente aquellos que por sus competencias tienen la posibilidad de detener sus proyectos, por una parte, o de garantizar los derechos, por la otra.
Decir que el presidente est¨¢ en contra de los juzgadores que puedan detener, frenar o impedir sus designios, es algo bastante evidente a estas alturas de su sexenio. El caso de los amparos del aeropuerto, el nuevo tren, la reforma el¨¦ctrica u otros casos semejantes, lo acredita fehacientemente. En todos esos casos asistimos a arremetidas contra los interesados, sus abogados, los jueces, los medios de comunicaci¨®n y, pr¨¢cticamente, en contra de quien se manifieste en contra de lo decidido por ¨¦l. El problema de fondo dej¨® de ser de los jueces, para pasar a ser de todos los involucrados. Ello demuestra que el agente de la corrupci¨®n o del conservadurismo no eran solo estos funcionarios ¨Cni importaba demostrarlo¡ª sino la cadena completa de la cual, esos jueces terminaron siendo un solo aun cuando importante eslab¨®n. Pero hay m¨¢s.
En los casos en los que el presidente no tiene inter¨¦s particular en una obra o acci¨®n p¨²blica, la cr¨ªtica hacia los jueces se mantiene. La pregunta de fondo es ?por qu¨¦ ello es as¨ª? Si no hay nada que perder para su autodenominado proyecto de transformaci¨®n, ?qu¨¦ le molesta al Presidente? ?Qu¨¦ le hace decir, en las pobres condiciones ya apuntadas, que el Poder Judicial ¨Csobre todo el de la Federaci¨®n¡ª est¨¢ ¡°podrido¡±? Para responder a esta pregunta no puede caerse en el juego presidencial de las imputaciones generales y abstractas. Es preciso atender a las funciones que se desempe?an por todos aquellos que, de manera individual o colectiva, participan en el ejercicio de las competencias que son propias de ese Poder. En particular en aquella que, mediante el reconocimiento de los derechos humanos, empodera a los habitantes del territorio nacional en contra de los actos de autoridad.
Lo que me parece que al presidente termina por molestarle es que, fundamentalmente desde el amparo, a tales habitantes se les reconozca la titularidad de un conjunto de derechos que les posibilitan la construcci¨®n de su propio proyecto de vida. Al momento en el que a cada uno de nosotros se nos posibilita el ejercicio de los derechos de expresi¨®n, tr¨¢nsito, asociaci¨®n o prensa, podemos tomar decisiones no solo propias, sino en mucho, aut¨®nomas al poder. Asimismo, cuando se nos reconocen los derechos a la salud o la educaci¨®n, se nos otorga un empoderamiento para exigir un amplio conjunto de prestaciones gubernamentales, distintas a las d¨¢divas o a las formas de pago constitutivas de clientelas.
Durante los a?os de su ejercicio presidencial, el presidente L¨®pez Obrador ha hablado poco de derechos humanos. Ha escamoteado su presencia en el discurso p¨²blico y ha desarticulado muchas de las condiciones gubernamentales que posibilitan su ejercicio. Tambi¨¦n ha dicho de manera expresa que algunas de sus manifestaciones m¨¢s importantes en nuestro tiempo son el producto de un individualismo o, al menos, formas que no necesariamente se avienen a las maneras colectivistas en las que el concibe la adecuada conformaci¨®n de una sociedad sana. Lo que me parece que resulta de todo lo anterior, es que el presidente no critica a los juzgadores por lo que supone que son sus pr¨¢cticas y sus conductas, sino por las funciones que a diario desempe?an o deber¨ªan desempe?ar en nuestra sociedad. Porque son ellos quienes, desde luego limitan al poder, pero m¨¢s importante y profundo, asignan los derechos y el estatus social y pol¨ªtico de cada cual en sociedad.
Lo que parece que al presidente le molesta es que sean otros los que definan los contornos y las posibilidades de la convivencia diaria. Que sean otros quienes, con base en los derechos constitucionales y convencionales, puedan determinar la antropolog¨ªa jur¨ªdica de nuestro tiempo. Una basada en derechos, obligaciones y reglas, frente a otra que busca fundarse en d¨¢divas, im¨¢genes y sue?os, as¨ª sean estos de esperanza. Cuando escuchemos cr¨ªticas generales a los jueces o a los poderes judiciales, debemos demandar el se?alamiento y el esclarecimiento de los actos que concretamente se reprochan. De otra manera, asumamos que las cr¨ªticas simplemente est¨¢n recayendo en las funciones de control y asignaci¨®n de derechos que realizan, tal y como lo ordena nuestra Constituci¨®n y nuestras leyes.
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