El sacrificio de las piedras
Sobra decir lo rid¨ªculo que se ve Santiago Abascal en casco de conquistador y tambi¨¦n la desafortunada reproducci¨®n a escala del Templo Mayor en cart¨®n
El partido Vox de Espa?a se equivoca rotundamente cada vez que sus militantes celebran la impostura conquistadora; la baba neofascista con af¨¢n falangista trasnochado farda como orgullo de la ¡°Espa?a una grande y libre¡± la ca¨ªda de Tenochtitl¨¢n en 1521 y al hacerlo confirman ¡ªsin saberlo¡ª una lecci¨®n de Perogrullo. En 1987, el entra?able profesor Jos¨¦ Cepeda Ad¨¢n ¡ªcatedr¨¢tico em¨¦rito de la Universidad Complutense de Madrid¡ª tuvo a bien asignarme una exposici¨®n que desglosara el hecho tr¨¢gico e inmisericorde de la matanza del Templo Mayor de Tenochtitl¨¢n como parte de su c¨¢tedra en el doctorado de Historia Moderna; llegado el d¨ªa tuve a bien explayarme ampliamente en adjudicarle la entera culpa al capit¨¢n Pedro de Alvarado que, aprovechando que Hern¨¢n Cort¨¦s se hallaba en Veracruz para enfrentar a la hueste de P¨¢nfilo de N¨¢rvaez que pretend¨ªa apresarlo, confundi¨® una fiesta multitudinaria con mot¨ªn y azorado por los concheros orden¨® la mansalva que termin¨® en masacre. Cit¨¦ fuentes originales de ambos bandos y diversa estirpe, y con lo que podr¨ªa calificarse de ardor tabasque?o, llegu¨¦ incluso a insinuar que Alvarado estaba en estado de ebriedad (sin documentaci¨®n que lo sustentase)¡ y en eso alz¨® la voz un corpulento compa?ero del doctorado que me grit¨® de punta a punta en el aula: ¡°?No permitir¨¦ que habl¨¦is as¨ª de mis ancestros!¡±.
Con sabia serenidad y la parsimonia de profesor a?ejo, Cepeda Ad¨¢n calm¨® la tormenta diciendo que a ese nudo quer¨ªa precisamente llegar: ¡°D¨ªgame de d¨®nde es usted¡±, le pregunt¨® al orgulloso y confundido fortach¨®n. ¡°De ?vila, a mucha honra y el primero de una luenga estirpe de hombres que han trabajado el queso de oveja¡¡±, a lo que Cepeda intervino dici¨¦ndole que ¡°luego entonces, si de varias generaciones de ?vila proviene usted, es evidente que no desciende de conquistadores y que cuando Hern¨¢ndez habla con justificada rabia (no exenta de la licencia et¨ªlica) y evidentes rencores en contra de Pedro de Alvarado y otros compa?eros de Cort¨¦s, habla en realidad de sus ancestros¡ es decir, los que ensangrentaron junto a guerreros mexicas la simiente del mestizaje que llamamos M¨¦xico y por ende, el enredo es de ancestros de An¨¢huac y no va contra sus abuelos de ?vila¡±.
Evocado lo anterior, sobra decir lo rid¨ªculo que se ve Santiago Abascal en casco de conquistador y tambi¨¦n la desafortunada reproducci¨®n a escala del Templo Mayor en cart¨®n (adem¨¢s, iluminado con fluorescencias). En vez de rehabilitar o restaurar debidamente las piedras que son huella palpable de lo que qued¨® del Templo Mayor, a alguien se le ocurri¨® el numerito rid¨ªculo de la simbolog¨ªa populachera y chafa: se sacrificaron las piedras del pret¨¦rito en favor de una falsificaci¨®n innecesaria y tan impostada como la baba engre¨ªda del peninsular desquiciado que olvida que lo Cort¨¦s no quita lo Cuauht¨¦moc.
Sacrificaron las piedras para un simulacro incongruente donde el moderno Tlatoani lleva la voz cantante en pausas nada n¨¢huatl, pues gracias a los estudios de ?ngel Mar¨ªa Garibay y Miguel Le¨®n-Portilla sabemos que el heroico pueblo mexica hablaba con voz tipluda y acelerada. Es decir, cuando se enredan los ¨¢nimos del presente en una necia imposici¨®n de pret¨¦ritos al gusto nos topamos por igual con Tony Soprano crey¨¦ndose descendiente de Crist¨®bal Col¨®n o cualquier taquero que se cree la reencarnaci¨®n de Cacama.
S¨ªganle removiendo al pasado, sigan improvisando en aras de una humareda banal de copal con mon¨®xido, confundan los signos y los s¨ªmbolos y llegar¨¢n al filo del abismo donde se enredar¨¢n con el Guadalupanismo, insinuado en el anagrama o acr¨®nimo anacr¨®nico con el que se abrevia en Morena el llamado Movimiento de Regeneraci¨®n Nacional. Si todo lo que lleg¨® con los conquistadores incluye apellidos, recetas de cocina, ¨¢rboles geneal¨®gicos, bautizos, matrimonios y primeras comuniones, el Tlatoani en turno tendr¨¢ que explicarnos al pueblo bueno si debemos o no creer en el milagro del Tepeyac o si hemos de volver a la Piedra de los Sacrificios, ahora que se han sacrificado las piedras por el pl¨¢stico, el tezontle por el cemento Tolteca y las trajineras por microbuses.
De seguirnos enredando en la historia como distracci¨®n, podr¨ªamos volver a poner en escena ese momento glorioso de la historiograf¨ªa histri¨®nica donde Cantinflas en el papel de gu¨ªa de turistas explica a un grupo de curiosos extranjeros, mientras Medel se esconde tras las faldas de la Coyolx¨¢uqui, que la inmensa rodela de piedra ¡°como ustedes ver¨¢n es ¡ªseg¨²n cuentan los arque¨®logos¡ª la Piedra de los Sacrificios. En esta piedra las doncellas ven¨ªan ?verd¨¢?, es decir las tra¨ªan y las agarraban as¨ª¡ quedando completamente sacrificadas y por esa ranura que est¨¢ all¨ª que es como canal, corr¨ªa la sangre¡ Seg¨²n Chicaspiar, parece ?verd¨¢? Yo no estoy muy seguro porque cuentan, son an¨¦glotas ?verd¨¢?... que una vez, en cierto detalle, una doncella ?verd¨¢? no se dio cuenta y dijo ¡®bueno.. pus¡¡± cosas as¨ª, ?verd¨¢?, pero yo creo que esta piedra no es de los Sacrificios¡ es de los sacrificios porque ha de haber costado mucho sacrificio traerla aqu¨ª, ?no cree ust¨¦? ¡°, ante lo que una de las turistas pregunta cu¨¢nto pesa la piedra y Cantinflas responde que ¡°esta piedra pesa¡ seg¨²n c¨®mo la cargue ust¨¦¡±.
Dejemos de cargar el pasado con miop¨ªas y astigmatismos que no corresponden a la memoria, sino al af¨¢n de una pol¨ªtica presente o a pavimentar un futuro impostado. Dejemos de cargar la Piedra de los Sacrificios o la Piedra del P¨ªpila en escenograf¨ªas fosforescentes y aclaren si se le pidi¨® al Vaticano una explicaci¨®n m¨ªstica sobre los milagros del cerro del Tepeyac al tiempo que se le exigi¨® pidiera perd¨®n por la Santa Inquisici¨®n, o bien se formula un modelo de renovaci¨®n de los sacrificios desde la simb¨®lica altura del improvisado teocalli para justificar la censura contra la libre expresi¨®n, la alineaci¨®n autoritaria ante el sentido com¨²n y la retah¨ªla de improvisaciones, ocurrencias y mentiras ante el axioma inapelable de que las cosas caen por su propio peso. Como un mont¨®n de piedras.
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