?Asegurando el legado?
El juego sucesorio de L¨®pez Obrador no radica solo en identificar a quien pueda sucederlo. Ni siquiera en no traicionarlo. Tiene que encontrar a quien, con la m¨¢s absoluta de las lealtades, termine por configurarlo
La decisi¨®n del presidente L¨®pez Obrador de remover a Olga S¨¢nchez Cordero como secretaria de Gobernaci¨®n ha tenido varias lecturas. Hay quienes las han hecho residir en los m¨¦ritos y defectos de la hasta hace poco titular del cargo. Existen quienes suponen que estamos frente a un cambio de estrategia despu¨¦s de los malos resultados de las elecciones y de la propia gesti¨®n gubernamental. Tambi¨¦n hay quienes especulan la existencia de un plan para contrapesar las acciones del l¨ªder de la mayor¨ªa morenista en el Senado. Sin conocer la pertinencia de esas explicaciones ¡ªo de otras que pudieran surgir¡ª, me parece posible apuntar la existencia de otra m¨¢s: el levantamiento de los andamios para terminar de construir y para mantener su legado.
Me atrevo a considerar que, para el corto plazo, el presidente ha pensado lo que pasar¨ªa si no pudiera continuar en el ejercicio de su cargo. Sabemos que conforme al art¨ªculo 84 constitucional, el secretario de Gobernaci¨®n asumir¨¢ provisionalmente la titularidad del Poder Ejecutivo hasta por un plazo de sesenta d¨ªas. Luego, por haber transcurrido ya los dos primeros a?os de su mandato, el Congreso de la Uni¨®n deber¨ªa nombrar a quien sustitutivamente concluir¨¢ el periodo para el cual fue originalmente electo.
Para alguien que, simult¨¢neamente, comienza a sentir tanto los efectos de una mayor violencia pol¨ªtica como el rechazo en ciertos sectores sociales, y al mismo tiempo no quiere cambiar sus patrones de comportamiento p¨²blico, debe ser motivo de preocupaci¨®n el tema de la continuidad en el cargo. Si, en el evento ¡ªen modo alguno deseado ni desde luego sugerido¡ª, de que no pudiera seguir en funciones, ?qui¨¦n y c¨®mo podr¨ªa construir la representaci¨®n inmediata de la grandeza del legado en los azarosos y cruciales d¨ªas que habr¨ªan de seguir? Conociendo la importancia que L¨®pez Obrador le da a la historia y sus significados, y tambi¨¦n a la necesidad que tiene de estar en ella de un modo adecuado, pienso que la designaci¨®n del nuevo secretario de Gobernaci¨®n cumple con esa posibilidad fatalista e, insisto, nunca deseada.
Adem¨¢s de esa vertiente de emergencia, creo que la sustituci¨®n del secretario de Gobernaci¨®n en la persona de Ad¨¢n Augusto L¨®pez Hern¨¢ndez puede tener un significado m¨¢s complejo y de m¨¢s largo aliento. Jugando el juego sucesorio que tanto hace recordar los a?os priistas, el presidente L¨®pez Obrador ha comenzado a generar las luces y las sombras con que tanto se regodearon algunos de sus predecesores. Las insinuaciones, las colocaciones y los desplazamientos, las palabras soterradas y las expresas y, en fin, el c¨²mulo de signos que hicieron de los tapados y de su destape, son las piezas esenciales de la cultura pol¨ªtica nacional de toda una ¨¦poca. El presidente ha nombrado a algunas de las personas que podr¨ªan sucederlo. Con ello gener¨® movimientos, salidas en falso y posicionamientos individuales y grupales. Las personas designadas est¨¢n identificadas y forman ya parte de un proceso que, al mismo tiempo, las convoca y las trasciende.
Como lo vio hacer y al parecer le gust¨®, el presidente ir¨¢ buscando a qui¨¦n, de entre todos sus tapados, recibir¨¢ su apoyo. En ese campo de posibilidades, tendr¨¢ algunas de considerable tama?o, y recibir¨¢ su apoyo quien sea capaz de convencerlo de que su legado estar¨¢ asegurado. Que solo ¨¦l, y nadie m¨¢s, terminar¨¢ por darle su lugar en la historia nacional, con todos esos detalles y vistas que ha imaginado. Que ¨¦l habr¨¢ de encargarse de contar la ¨¦pica fundacional del mito con el que L¨®pez Obrador espera ser recogido en y por la historia.
El juego sucesorio de L¨®pez Obrador no radica solo en identificar a quien pueda sucederlo. Ni siquiera en no traicionarlo. Lo que adem¨¢s de lo anterior tiene que lograr, es encontrar a quien, con la m¨¢s absoluta de las lealtades, termine por configurarlo. Esta necesidad, me parece, no solo complica el ya abierto juego sucesorio, sino que explica, en mucho, la llegada del nuevo titular de la Secretar¨ªa de Gobernaci¨®n. Del amigo leal y constante al lugar del que, tambi¨¦n hist¨®ricamente, salieron los viejos gobernantes de una Rep¨²blica que, se piensa, est¨¢ transitando ya por su cuarta etapa de transformaci¨®n.
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