Lo estamos tirando
Las mujeres estamos ocupando espacios de poder capaces de convocar a un debate incluyente, que no solo cuestione el control sobre nuestros cuerpos, sino al sistema estatal completo
Los Estados en los que habitamos, as¨ª como las instituciones y las leyes que nos rigen han sido ideados ¡ªpara bien y para mal¡ª desde una perspectiva masculina. En la historia de la humanidad han sido los hombres los que han debatido la manera de organizarnos socialmente y han determinado la forma de castigar lo que ellos nos han impuesto como prohibido.
El castigo generalmente significa c¨¢rcel y la c¨¢rcel, el control sobre el cuerpo. Ese control ha sido la legendaria forma de ejercer el poder en el sistema patriarcal, ese que nos juzga por ejercer libremente nuestra sexualidad, que nos pide prueba de no embarazo para contratarnos, que nos despide si estamos embarazadas, que nos imagina solas a cargo del cuidado de nuestros hijos e hijas.
El avance del derecho a decidir de las mujeres es particularmente simb¨®lico porque quiebra el sistema patriarcal al perder el control sobre nuestros cuerpos (no nos podr¨¢n obligar a ser madres) y elimina la posibilidad de castigarnos (no nos podr¨¢n encerrar en la c¨¢rcel por abortar).
La reciente determinaci¨®n de la Suprema Corte de Justicia de la Naci¨®n es ejemplo de c¨®mo los criterios pueden cambiar si al debate se incorpora el enfoque de g¨¦nero. Las mujeres que participamos hoy en la vida pol¨ªtica del pa¨ªs tenemos la responsabilidad de usar los espacios que otras nos abrieron para no reproducir las mismas f¨®rmulas que asignan roles, controlan y estereotipan. Es eso lo que hay que tirar.
El debate nacional que esta semana se concentr¨® en la resoluci¨®n de la Corte reconoce realidades que apenas hace una d¨¦cada muchas y muchos estaban negados a ver:
- El derecho a la vida digna no se puede entender sin autonom¨ªa f¨ªsica, econ¨®mica y de decisi¨®n. Entender as¨ª la vida nos acerca a la equidad entre hombres y mujeres, a la justicia social, pero sobre todo a la libertad individual. Una libertad que a nadie obliga. Quien se niegue a practicarse un aborto no puede ser obligada, de la misma manera que no puede ser obligada quien se niegue a continuar con su embarazo. Una libertad que no impone ideolog¨ªas y respeta la diversidad de pensar, de sentir, de creer y de vivir.
- Se reconoce la vulnerabilidad penal de las mujeres m¨¢s pobres. Las ministras y ministros fueron insistentes en ello: el aborto es un delito que castiga a la pobreza y estigmatiza a quienes est¨¢n en prisi¨®n. Lo mismo sucede con muchos delitos. Al defender nuestro derecho a decidir, las mujeres estamos tambi¨¦n visibilizando un sistema punitivo que quiere prevenir conductas por medio de la prisi¨®n, que castiga principalmente a personas sin defensa, con educaci¨®n b¨¢sica y escasos recursos econ¨®micos. Denunciamos un sistema penal que tiene consecuencias sociales graves que reproducen la pobreza y potencian las violencias. Empezamos con ello la construcci¨®n de un nuevo sistema de justicia: centr¨¢ndonos en la prevenci¨®n y cuestionando qu¨¦ conductas deben ser catalogadas como delitos y cu¨¢les de ellas merecen la p¨¦rdida de la libertad como castigo.
- El derecho a decidir sobre la continuaci¨®n de un embarazo es de las mujeres y de las personas gestantes con lo que se reivindica a diversas identidades de g¨¦nero, espec¨ªficamente a las personas no binarias y hombres trans. Ello es un importante mensaje de inclusi¨®n social, pero sobre todo un llamado a las autoridades sanitarias a desarticular prejuicios que impiden o limitan el ejercicio de derechos.
Hace 13 a?os, cuando la Suprema Corte de Justicia de la Naci¨®n resolvi¨® acciones de inconstitucionalidad sobre este mismo tema, adopt¨® criterios radicalmente distintos. En poco tiempo, las mujeres que hemos insistido en el derecho a decidir hemos conseguido un cambio hist¨®rico: lo vamos a tirar, lo estamos tirando.
Nuestra voz se escucha. La fuerza y la articulaci¨®n que han adquirido los movimientos feministas hacen impostergable un cambio social profundo. Las mujeres estamos ocupando espacios de poder capaces de convocar a un debate incluyente, que no solo cuestione el control sobre nuestros cuerpos, sino al sistema estatal completo.
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