?Ser¨¢ la tierra habitable cuando mi hijo crezca?
El actor, productor y director de cine Gael Garc¨ªa Bernal reflexiona en su primera columna en Am¨¦rica Futura sobre la angustia que le provoca la crisis clim¨¢tica, la b¨²squeda de soluciones y su obsesi¨®n por el planeta que va a dejarle a sus hijos
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Los comienzos
Llevo muchos a?os pensando en la primera frase de esta columna. El comienzo ha cambiado conforme ha sido afectado por los ¨¢nimos y los pesares, que aunados a la edad, hacen de este inicio un caos arborescente. Tengo que dejar ir para reconocer lo que quiero decir. Debo encontrar ese nopal mitol¨®gico a contraluz para dibujar las distintas figuras que aparecen en sus ramas. Tuve que dejar ir para entender y as¨ª crearme a m¨ª mismo constantemente. Tengo que aceptar que hay muchos comienzos.
Este caos solamente tendr¨¢ sentido una vez que las consecuencias de la paciencia floten de vuelta a la tierra de donde surgieron. Eligiendo uno de los inicios aleatoriamente: el nacimiento de mi primer hijo, L¨¢zaro. Ah¨ª surgi¨® la felicidad en forma de luz que alumbr¨® el rumbo. Estaba dispuesto a que los temores se convirtieran en el miedo generalizado que experimentamos los que tenemos hijos. Pero tambi¨¦n estaba dispuesto a volverme m¨¢s idealista y emular el acto de arrojo de tener hijos, de ser pareja, de cuidar y hacer el equipo m¨¢s simp¨¢tico y expansivo que exista. Por suerte ¡ªo quiz¨¢s por estar dispuesto a todo lo que el destino me quisiera arrojar¡ª me dio por el lado idealista.
Esa postura no est¨¢ exenta del miedo en lo absoluto. El idealismo, a punto de cumplir treinta a?os, apareci¨® como eco de lo poderoso que es la juventud, y lo m¨¢s poderoso a¨²n que es saberse equivocado en algunas conclusiones a lo largo de la vida. Pero ese inicio, aquel mandamiento hecho palabra que nos hace ver el futuro como la ¨²nica realidad posible, me convidaba a seguir haciendo la sempiterna pregunta enmarcada y contextualizada en el presente: ?La tierra ser¨¢ habitable para mi hijo cuando crezca?
Y a esta le siguieron una cantidad tremenda de preguntas similares: ?Qu¨¦ tan tr¨¢gico es el cambio clim¨¢tico?; ?qu¨¦ puedo hacer, individual y colectivamente, para revertir los da?os que hemos ocasionado?; ?qu¨¦ y qui¨¦nes son los que m¨¢s contaminan?; ?qui¨¦nes experimentan la misma angustia que yo tengo al hacerme estas preguntas?; ?hay alguien que tenga la respuesta? Y un largu¨ªsimo cuestionamiento que abarcaba horas de conversaci¨®n y ponderaci¨®n mientras mi hijo dorm¨ªa en aquel cort¨ªsimo momento donde los beb¨¦s duermen casi todo el d¨ªa ¡ª menos la noche.
Poco se entiende acerca del lujo del verdadero cansancio y la falta de sue?o hasta que se es padre o madre. Uno est¨¢ completamente fatigado sabiendo que este es el mejor de los insomnios posibles. Es tambi¨¦n una suerte, un privilegio, una forma de comunicar ¨¢cidamente con el cosmos de que se est¨¢ vivo. Y en esos andares, yendo a comprar la leche que no hace falta, porque nadie toma leche de vaca en la casa, me llegaban recuerdos de los momentos de arrojo que he tenido en la vida.
¡°Desde los quince a?os no bebo Coca Cola¡±, pensaba en voz alta mientras miraba el dibujo de la vaca lechera del tetrapak. Tom¨¦ la decisi¨®n al visitar un pueblo de la sierra huichola entre Nayarit y Jalisco, en M¨¦xico, donde no hab¨ªa agua potable, pero s¨ª hab¨ªa much¨ªsimas botellas de Coca Cola. Era un acto contestatario peque?o, casi insignificante, pero que requer¨ªa mucha disciplina. No se lo comentaba a nadie para no tener que explicar el razonamiento pol¨ªtico y encontrarme con una respuesta condescendiente acerca de las nulas consecuencias de mi boicot personal. Ya entonces notaba la delgada sonrisa que se dibuja en las personas para las que esa lucha se volvi¨® un caballo cansado. A¨²n as¨ª le¨ªa la secci¨®n de econom¨ªa en los peri¨®dicos para ver si hab¨ªan bajado las acciones de esa empresa de refrescos ¡ªcualquier descenso en las cotizaciones de Bolsa lo ve¨ªa con la misma satisfacci¨®n que se siente al ver el equipo odiado perder por goleada. Todo esto, y mucho m¨¢s, lo pensaba frente a la vaca que parec¨ªa re¨ªr y seguirme la mirada, como la Mona Lisa.
Estaba cansado y feliz. Todas las canciones y los dibujos ten¨ªan un nuevo sentido. Todas las preguntas agarraban vuelo y me acompa?aban toda la noche como tormenta tropical. A veces lograba levantarme para apuntar estas inquietudes para ver si a la calma del d¨ªa siguiente le pod¨ªa acompa?ar alguna lucidez que me hiciera entender para encontrar una respuesta. Pero a cada respuesta le ven¨ªan diez preguntas m¨¢s. Si esta era la naturaleza de aquella disquisici¨®n, quiz¨¢s por eso aquel t¨¦rmino que comenz¨® en el hemisferio cultural de occidente como ¡°ecolog¨ªa¡± devino hoy en d¨ªa en ¡°la emergencia clim¨¢tica¡±. Cada pregunta se enfrenta al gran muro de vidrio que Gunther Anders bautiz¨® como lo supraliminal: en pocas palabras, es aquello que es real pero es tan grande para entender que navega por encima de las palabras como la bomba at¨®mica o como un gran tsunami.
Ante esas dimensiones, toda inquietud se incrementaba a cada paso que lograba dar en el entendimiento a estas preguntas que generaban muchas respuestas y a¨²n m¨¢s interrogantes. Llegaba el punto en el cual lo ¨²nico que quer¨ªa era escuchar a un experto o experta dar alguna clave optimista en torno al futuro. Pero esa pista no ven¨ªa y mucho menos de los expertos que ya cargaban con varios duelos al ser vig¨ªas del horizonte tr¨¢gico que se avecina.
Y as¨ª pasaban las noches y los d¨ªas que para entonces ya eran una misma cosa. ?Ser¨¢ que todas las paternidades generan naturalmente este cuestionamiento?; ?ser¨¢ que ahora no solo nos preguntamos por el futuro de nuestros hijos, sino por el futuro de la humanidad entera?; ? ser¨¢ esta la primera vez en la historia de la humanidad que estas preguntas naturales ahora abarcan a todo aquello que est¨¢ vivo y a¨²n m¨¢s all¨¢? Por m¨¢s que leo ensayos al respecto y que formalmente puede existir un laberinto para dibujar su recorrido, siento que hoy nos estamos haciendo las preguntas terribles respondiendo a un llamado que nos conecta con la tierra y con todo aquello que percibimos. Por favor, lean esta columna del fin de a?o de 2014 que escribi¨® Eliane Brum. En ella le da nombre a la angustia y ansiedad moderna que sentimos los seres humanos ¡ª y que estoy seguro son padecidas por todos los seres vivos tambi¨¦n¡ª en este momento y en todas partes.
Esta ¡°enfermedad del siglo XXI¡± es la alarma que nos convoca a prestar atenci¨®n a la destrucci¨®n de todas las cosas que nos mantienen vivos. Es un grito amorfo y muy silencioso que requiere mucho arte para ser escuchado. Hay que ver ese hilo dorado que nos se?ala el horizonte y seguirlo hasta descubrir que no hay mayor alegr¨ªa y libertad que encontrarnos en ese camino. Y as¨ª, como en muchas otras cosas, cambiar¨¢ la cosa.
A m¨ª me cambi¨® la vida ocuparme y poner el cuerpo para entender la emergencia clim¨¢tica. Me dio rumbo y conjug¨® con aquel sentimiento bell¨ªsimo y liberador que es ser padre, donde te das cuenta ?por fin! que hay alguien m¨¢s importante que uno mismo. Hay muchas maneras de crecer y darse cuenta de esto. No quiero que se interprete que ser padre es la ¨²nica manera de lograr ese salto de madurez. Pero a m¨ª as¨ª me toc¨®. O por lo menos, ese fue un detonante de estas inquietudes que ya ten¨ªa, pero a las que nunca me hab¨ªa enfrentado con la frente plena y la panza relajada.
Hago pausa para poder seguir despu¨¦s, pero cierro con esta frase potent¨ªsima que el escritor h¨²ngaro S¨¢ndor M¨¢rai le hace decir al general en El ?ltimo Encuentro: ¡°Al final, al final de todo, uno responde a todas las preguntas con los hechos de su vida: a las preguntas que el mundo le ha hecho una y otra vez. Las preguntas son estas: ?Qui¨¦n eres?; ?qu¨¦ has querido de verdad?; ?qu¨¦ has sabido de verdad?; ?a qu¨¦ has sido fiel o infiel?; ?con qu¨¦ y con qui¨¦n te has compartido con valent¨ªa y cobard¨ªa? Estas son las preguntas. Uno responde como puede, diciendo la verdad o mintiendo: eso no importa. Lo que s¨ª es que uno al final responde con su vida entera¡±.
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