Novelista ejemplar (autor de novelas ejemplares)
Inc¨®lume e intacto, vuelve Don Quijote y todo su universo en tinta, luego de padecer la injuria y la infamia de haber sido secuestrado en una versi¨®n ap¨®crifa
Inc¨®lume e intacto. Vuelve Don Quijote y todo su universo en tinta, luego de padecer la injuria y la infamia de haber sido secuestrado en la versi¨®n ap¨®crifa firmada por un tal Alonso Fern¨¢ndez de Avellaneda que s¨®lo logr¨® malograr la infinita Literatura con may¨²scula al caricaturizar sin ingenio y babear sin talento, pero con ira y enga?o, la imaginaci¨®n pura de Miguel de Cervantes Saavedra, novelista ejemplar, autor de novelas ejemplares.
Si con lo anterior no bastare para ponerle una estatua a Cervantes en cada ciudad del mundo, pero sobre todo en las que usamos la E?e como Equis en la frente, habr¨ªa que a?adir el soberbio y grande ejemplo de grandeza que firma al escribir el pr¨®logo a la Segunda Parte (quinta salida) del Quijote como cachetada con guante blanco al tal Avellanada ¡ªcobarde an¨®nimo y quiz¨¢ plural¡ª que al plagiar la historia del Caballero de la Triste Figura s¨®lo asegur¨® su trascendencia en el esti¨¦rcol.
En dicho Pr¨®logo, Cervantes ¡ªinc¨®lume e intacto, tal como su Don Quijote¡ª saluda a los lectores (que ya sabe ser¨¢n millones al paso de los siglos) intuyendo que la inmensa mayor¨ªa esperamos venganza verbal y vituperios como dardos para clavarlos en la yugular de los Avellanada, en particular contra el supuesto autor ap¨®crifo que d¨ªcese engendro de Tordesillas y nacido en Tarragona.
Lo mismo da: nazcan donde sea y lleven los apellidos que fardan, los Avellanedas de todos los d¨ªas no merecen ni una sola s¨ªlaba y sin embargo, Cervantes pone el ejemplo de c¨®mo apuntillarlos con fr¨ªa grandeza y paciencia de a?os, a pesar de la convencida conciencia de ¡°los agravios despiertan la c¨®lera en los m¨¢s humildes pechos, en el m¨ªo ha de padecer excepci¨®n a esta regla¡±. Sabe que deseamos que le llame asno al cerdo que lo usurp¨® con su baba ap¨®crifa, pero Cervantes como Quijote; intacto e inc¨®lume se resigna a declarar que ¡°no me pasa por el pensamiento: cast¨ªguele su pecado, con su pan se lo coma y all¨¢ se lo haya¡±.
Intento imitarlo ante el recuerdo intacto de tres o cuatro mandriles, un orangut¨¢n decr¨¦pito y el otro cara de rata en una alcantarilla de Varsovia, pero tambi¨¦n ante otros dos advenedizos incurables: el pr¨®fugo preferencial y pretencioso que ¡°no osa parecer en campo abierto y al cielo claro, encubriendo su nombre, fingiendo su patria, como si hubiera hecho alguna traici¨®n de lesa majestad¡± y el jovenzuelo trepador e ingrato que si acaso ¡°llegares a conocerle, dile de mi parte que no me tengo por agraviado, que bien s¨¦ lo que son tentaciones del demonio, y que una de las mayores es ponerle a un hombre en el entendimiento que puede componer e imprimir un libro con que gane tanta fama como dineros y tantos dineros cuanta fama¡¡± pero publicadas tesinas o cuartillas al vuelo ocultan la saliva de la traici¨®n y el silencio imb¨¦cil de los culpables.
Desahogado lo anterior, abro lo que queda de abril con la en¨¦sima lectura por primera vez de la llamada Segunda Parte del Quijote de Cervantes como celebraci¨®n de una elegant¨ªsima venganza: se esper¨® el autor a que amainara la ebullici¨®n necia del Quijote de Avellaneda y quit¨¢ndose el guante de la mano diestra, afiladas las plumas de ganso, moj¨® en tinta las primeras palabras de verdadera continuaci¨®n de la mejor invenci¨®n jam¨¢s contada, sabedor del inevitable deber de que ha de matar al protagonista al t¨¦rmino de su nueva aventura editorial para que no surja otro pendejo, gilipollas o advenedizo sin adjetivo que pretenda una versi¨®n ap¨®crifa, otra aberraci¨®n advenediza, trepadora y aprovechada. Lo hace con la mano tullida silente y enguantada en terciopelo como ejemplar met¨¢fora de que no ha de vengarse a chingadazos con las dos manos, ni con guantazos a diestra y siniestra, pues ya queda claro que la aberraci¨®n ap¨®crifa de la vera historia no merece ni destila sombra digna de lectura.
Se lee entonces la segunda quincena de un abril con el eco premonitorio de que antes de un mayo habr¨¢ de morir el caballero andante y su escudero infalible volver¨¢ a llorar como cada a?o desde hace siglos y exactamente 37 a?os el inmenso y doloroso vac¨ªo de dar por terminada la aventura espa?ola que se volvi¨® universal. Se lee entonces la segunda quincena de abril con la admiraci¨®n multiplicada por esa sombra luminosa de un caballero andante que cabalga intacto e inc¨®lume, sobre la pluma en ristre de un autor igual de inmaculado e infinito, tanto como el escudero aquijotado en la medida en que su se?or Don Quijote se ha ensanchado¡ porque de esa pulpa est¨¢n hechos los sue?os de veras, la grandeza inmarcesible y la sabrosa cachetada de la venganza.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.