Intelectuales, desplegados y plegados
No solo me dar¨ªa verg¨¹enza andar ech¨¢ndoles vivas a los pol¨ªticos, sino que estoy convencido de que no servir¨ªa de nada
Hablo con mi amigo M. quien es, bajo toda ¨®ptica, un intelectual de primera. Es un tipo muy reconocido en su campo, elocuente y riguroso al hablar, y que cuenta con una obra m¨¢s que s¨®lida. M. confiesa que lo buscaron de una campa?a pol¨ªtica, hace unos d¨ªas, a ver si quer¨ªa endosarle su firma a uno de los desplegados en favor de candidatos que andan circulando en ¡°el medio¡± justo en v¨ªsperas de las elecciones presidenciales, para las que falta una semana escasa. ¡°Les respond¨ª que no tengo ganas de andar de palero¡±, refiere M., con humor. Yo, qu¨¦ quieren que les diga, me alegro de ser amigo suyo. Sobre todo, porque enseguida me narra que un conocido mutuo no solo se precipit¨® a firmar lo que le pusieron enfrente, sino que sali¨® a declarar que el aspirante de sus amores era poco m¨¢s o menos que la panacea a los males del mundo. ¡°Esa es su convicci¨®n¡±, dice M, respetuoso. Yo, en cambio, le asigno al conocido de marras la etiqueta de lambisc¨®n. M. se encoge de hombros.
De inmediato, y sin poder evitarlo, pienso en que a m¨ª nadie me ha tirado un lazo en esos terrenos. De hecho, ning¨²n partido me ha invitado a apoyar su campa?a. No solo esta: ninguna. Jam¨¢s. Solito, hace a?os, apoy¨¦ a dos candidatos independientes porque me simpatizaron, aunque debo aceptar que el apoyo consisti¨® nom¨¢s en poner en Facebook que iba a votar por ellos, porque la verdad es que me dar¨ªa una mezcla de pereza, risa y pena ajena andar acarreando el voto de puerta en puerta.
Quisiera decir que mi f¨¦rreo car¨¢cter independiente se ha alzado como una muralla para impedir que los partidos y sus paniaguados me procuren, pero lo m¨¢s probable es que, sencillamente, no me tengan en cuenta o, m¨¢s a¨²n, que est¨¦n convencidos de que nadie votar¨ªa en alg¨²n sentido u otro porque salga yo y lo pida, y mejor se evitan la molestia de andar busc¨¢ndome porque creen que no valdr¨ªa la pena. Cosa que, claro, agradezco, y con la que estoy totalmente de acuerdo. Es decir, no solo me dar¨ªa verg¨¹enza andar ech¨¢ndoles vivas a los pol¨ªticos, sino que estoy convencido de que no servir¨ªa de nada. Pero ese soy solo yo.
En fin: pasemos de lo particular a lo general. ?Por qu¨¦ existen estos desplegados? El primer punto de lo que creo que pasa conmigo y los partidos pol¨ªticos, que es el de no importarles, no es aplicable a quienes s¨ª firman manifiestos y andan metidos en las campa?as, porque una buena parte de ellos son personajes de innegable trayectoria y que poseen m¨¦ritos a montones. El segundo punto, el de ser ¡°imanes¡± del voto, es el que me desconcierta. ?Qui¨¦n puede creer eso? Misterio. No conozco a nadie que haya decidido c¨®mo cruzar la boleta luego de enterarse de que tal o cual intelectual llam¨® a apoyar a un candidato en vez de a otro. No digo que esa gente no exista: a lo mejor hay quien no sabe por qui¨¦n votar hasta que sale un ensayista, un profesor, o un tercer viol¨ªn a iluminarlo. Solo afirmo que nunca lo supe.
Por otro lado, ser¨ªa injusto negar que entre los firmantes abundan las personas honestas, que no son aduladores ni trepadores, que solo quieren lo mejor para el pa¨ªs, y han decidido que el bien com¨²n se alcanzar¨¢ antes y mejor si firman un desplegado y se toman una foto con un pol¨ªtico sonriente. Porque, como sabemos, los pol¨ªticos en M¨¦xico nunca han decepcionado a nadie, jam¨¢s han traicionado a quien los apoy¨® para llegar al poder y jam¨¢s les tomaron el pelo a sus votantes, ?no? ?Qui¨¦n podr¨ªa dudarlo?
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