La Nada Sincronizada
Quise solidarizarme con los nadadores en el r¨ªo Sena, pero tendr¨ªa que haberme zambullido en el lodazal del r¨ªo Tula y me ven¨ªa mejor ponerme la pinza en las narices, mi gorrito tricolor y templar el agua de la ducha tibia
Ol¨ªmpica coincidencia: sintonizaci¨®n perfecta de mis hijos que escriben por Whatsapp desde Madrid en medio de una granizada acalorada e inesperada con chubasco incluido y leo el mensaje en la Ciudad de M¨¦xico bajo un diluvio que parece que los tres vivimos la misma lluvia. En realidad, esta chiripada no significa nada.
(Por cierto, declaro que la palabra chiripada viene directamente del vocablo serendipity en ingl¨¦s, derivado del m¨¢gico relato de los tres magos de Serendip (antiguo nombre del reino de Ceyl¨¢n) que recorren sus p¨¢rrafos en busca de tesoros o revelaciones que nunca hallar¨¢n, pero que por pura serendipia provocan el descubrimiento de otras sorpresas¡ y aprovecho para lamentar que por un rebuzno estent¨®reo no podr¨¦ por ahora escribir mi solidaridad y dar abrazos a buenos amigos en Venezuela por la desincronizaci¨®n del antiguo Twitter y el propio Whatsapp provocada por manotazo de un mandril maduro.)
Dos veces a la semana el arte de la columna exige puntualidad en la entrega y prudencia en la extensi¨®n, adem¨¢s de cierto ingenio y honesta entrega a la prosa con prisa. Adem¨¢s, el arte de la columna ¨Ddos veces a la semana¨D espera pulpa, trama o contenido ya de este lado del oc¨¦ano o del otro y por hoy, pensaba lanzarme en clavado sincronizado con un triple salto mortal, con giro al frente y gl¨²teo al aire, al intentar clonar milim¨¦tricamente la evaporaci¨®n de Carlos Puigdemont, clandestino a plena luz de Barcelona, con la desaparici¨®n y arresto del Mayo Zambada, capo de tutti capi del c¨¢rtel de Sinaloa¡ ca¨ª de panzazo y salpicando con mucha baba la p¨¢gina como piscina.
Otra Nada Sincronizada fue suponer que puedo caminar con los ojos cerrados a lo largo de un buen tramo de la Avenida de los Insurgentes de la Ciudad de M¨¦xico e imaginar que voy andando Gran V¨ªa abajo hasta convertir el pavimento acalorado en la calle Princesa¡ pero me fall¨® la rutina (no por falta de entrenamiento) y tropec¨¦ al filo de un puesto de jugos y frutas coloridas, habiendo olvidado que los cr¨¢teres, baches y hoyancos de las banquetas del antiguo DeFe no sincronizan con las aceras lisas y milim¨¦tricamente cuadriculadas de Madriz donde no hay m¨¢s zumo que el sudor oloroso y castizo de tanto paleto que estorba el paso.
Quise entonces solidarizarme con el equipo mexicano de nado sincronizado y en milim¨¦trico ajuste trasatl¨¢ntico inici¨¦ mi rutina acostumbrada en el preciso instante en que las sirenas mexicanas entraban al agua en Par¨ªs. Cabe mencionar que quise hacer lo mismo con los nadadores en el r¨ªo Sena, pero tendr¨ªa que haberme zambullido en el lodazal del r¨ªo Tula y me ven¨ªa mejor ponerme la pinza en las narices, mi gorrito tricolor y templar el agua de la ducha tibia para que al quedar bajo la regadera empezara a sonar majestuosamente el Huapango de Moncayo. Gracias al champ¨², logr¨¦ dos o tres movimientos geom¨¦tricos de cabeza y sigo asombrado del arco perfecto que se forma en mi pie izquierdo (aunque sea por calambre)¡ pero esto tampoco significa nada.
Hace dos horas fui a casa de mi mejor amigo en Coyoac¨¢n. Iba cantando un viejo rol¨®n de R.E.M. en el coche de mi t¨ªa Lola. Al abrirme la puerta, mi amigo grande dice que no escuch¨® el timbre porque ¡°estaba escuchando una canci¨®n de R.E.M.¡± y pasamos a la mesa de su casa para que me firmara unos papeles para un libro donde me honra ¨Duna vez m¨¢s¨D con su pr¨®logo y me despido sin caf¨¦ ni nada que entretuviera la labor de sus propios p¨¢rrafos (que interrump¨ª con mi visita) y porque yo mismo ten¨ªa que volver a la trinchera de este teclado para intentar dibujo y columna (como sucede dos veces por semana), pero antes de partir le comento al gigante entra?able que es mi hermano grande que mis insomnios me han devuelto a la no tan in¨²til obsesi¨®n por la posible conspiraci¨®n en el asesinato de John F. Kennedy y mi admirado amigo me lleva a su biblioteca y all¨ª, sobre su escritorio, estaba el libro JFK: Caso abierto de Philip Shenon¡ y aunque es otra nada sincronizada, agua pura de azar, todo esto sirvi¨® para escribir estos p¨¢rrafos y asegurar medalla de bronce (si no es que de plata) para los insomnios conspiracionistas donde en plena noche le veo sincronicidades y coincidencias a m¨¢s de una trama detectivesca. Nada m¨¢s.
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