Desacato judicial: mea culpa
Lo reconozco: no es Sheinbaum Pardo, ni las m¨²ltiples autoridades estatales que han deso¨ªdo nuestra ¨²ltima voluntad, quien ha transgredido el Estado de derecho
Soy juez de distrito. ?El distrito? No importa. Lo relevante es que, hace poco m¨¢s de un mes, fue aprobada la reforma constitucional que arrasar¨¢ con mi carrera, mis planes, todo. Si deseo conservar mi puesto ¡ªcon un salario reducido, claro¡ª tendr¨¦ que someterme al juicio del pueblo. Ese tirano. ?Se imaginan? Explicar a propios y a extra?os por qu¨¦ tomo las decisiones que tomo.
Eran d¨ªas de caminar por donde no hab¨ªa andado nadie.
As¨ª, con la soga al cuello y el tiempo encima, decid¨ª empu?ar mis pocas armas y cometer algo m¨¢s que t¨ªmidas aberraciones. Resolv¨ª poner en marcha los engranes del sistema de justicia ¡ªno para servir¡ª sino para protegerme. ?Podr¨ªa usted culparme por eso? Fueron muchos los que me empujaron: millones. Dicen que suman m¨¢s de treinta y seis.
Siempre tuve claro que el nado ser¨ªa a contracorriente, sin raz¨®n ni derecho que me mantuviera a flote. Es en esos momentos, cuando todo se pierde y apenas queda nada por ganar, que uno se atreve a embestir gigantes.
As¨ª lo hice. No fui el primero ni el ¨²ltimo: fuimos juntos los desahuciados. Hoy, sin embargo, dejo este mea culpa como testimonio para quien quiera escucharlo.
Primero: admit¨ª un amparo notoriamente improcedente. Lo s¨¦, no hay duda. Pretender que la fracci¨®n I del art¨ªculo 61 de la Ley de Amparo ¡ªesa que se?ala que el juicio es improcedente contra adiciones o reformas a la Constituci¨®n¡ª admite otra interpretaci¨®n, es disparatado. Aun as¨ª, lo hice. En lugar de rechazar de plano el amparo que me fue presentado contra la ¡ªmaldita¡ª reforma judicial, lo admit¨ª. S¨ª, lo admit¨ª.
Y eso que me repitieron hasta el cansancio en la carrera: si esa facultad no se otorg¨® al Poder Judicial, es porque no nos corresponde ejercer control sobre el proceso reformador. Lo que natura no da, el razonamiento m¨¢s ingenioso no presta.
Pero no me detuve all¨ª, fui m¨¢s lejos. Ruborizado reconozco que otorgu¨¦ suspensiones a los actos reclamados. La desdicha me llev¨® a intentar frenar a la autoridad electoral para que no realizar¨¢ la elecci¨®n, impedir que el Senado emitiera la convocatoria para participar en el proceso de selecci¨®n y ¡ªcaray, esto me cuesta admitirlo¡ª, busqu¨¦ ordenar a la presidenta que eliminara la publicaci¨®n de la reforma del Diario Oficial de la Federaci¨®n. De no hacerlo, la encarcelar¨ªa.
Por favor no me miren as¨ª, estaba solo. Un hombre modesto contra el mundo.
Segundo: me hice el ciego con el art¨ªculo 51 de la Ley de Amparo ¡ªese reducto de sentido com¨²n que aclara que mis compa?eros y yo debemos excusarnos de conocer asuntos en los que tengamos inter¨¦s personal. Lo ignor¨¦. ?Por qu¨¦ lo hice? Quiz¨¢s Andr¨¦s Manuel ten¨ªa raz¨®n sobre nosotros: no somos ni imparciales, ni justos. Fr¨¢giles presas de la naturaleza humana.
Un s¨ªntoma inequ¨ªvoco fue aquel paro ilegal al que nos arrastraron los compa?eros, o nuestro llamado desesperado al p¨²blico global, como si quisi¨¦ramos convencerlos de que M¨¦xico ¡ªpor decimoquinta vez¡ª se hab¨ªa precipitado al abismo.
Al menos no llegu¨¦ al absurdo de mis colegas. Algunos, con total descaro, exigieron que las autoridades acataran sus ilegales ¨®rdenes y, si no les parec¨ªan, que las recurrieran ante el mismo poder judicial. ?La madre de la insensatez! Clamaban a gritos que otro parcial juez, igualmente afectado por la reforma, resolviera el entuerto. ¡ªRespetar las v¨ªas institucionales ¡ªinvitaban con soberbia y bomb¨ªn.
Tercero: sin fundamentos para acreditar que la reforma judicial viola derechos laborales o contraviene derechos humanos, dispar¨¦ a matar. ?Boom! Cre¨ª que el estruendo bastar¨ªa. Con frases alarmantes y pocas nueces, desat¨¦ la histeria.
Repet¨ª como aut¨®mata lo que el guion de mi bando dictaba. ¡ªLa reforma es preocupante ¡ªdec¨ªan los que llevaban prisa y desd¨¦n al cambio. ¡ªEs contraria al principio de divisi¨®n de poderes y a la independencia judicial ¡ªinsist¨ªa en repetitivos foros nuestra poco h¨¢bil dirigenta. Con A. ?Las pruebas? A¨²n las esperamos. Quiz¨¢s aparezcan en el best seller que prometi¨® en entrevista con Adela Micha, ese libro en el que, seg¨²n dijo, revelar¨¢ por qu¨¦ no se levant¨® cuando AMLO entr¨® a la ceremonia de la Constituci¨®n.
Cuarto: el ep¨ªtome de lo absurdo. Con mis modestos poderes de juez de distrito ¡ªen el eslab¨®n m¨¢s bajo de la cadena tr¨®fica¡ª, intent¨¦ erigirme como un contrapeso frente a treinta y seis millones de votos. Con Sans¨®n a las patadas. Un desprop¨®sito num¨¦rico y democr¨¢tico.
Por mi culpa, por mi culpa, por mi gran culpa. A la luz de lo expuesto lo reconozco: no es Sheinbaum Pardo ¡ªni las m¨²ltiples autoridades estatales que han deso¨ªdo nuestra ¨²ltima voluntad¡ª quien ha transgredido el Estado de derecho. Es hora de enfrentar la verdad: he traicionado el prop¨®sito fundamental que daba sentido a mi funci¨®n. Aquello que deber¨ªa proteger, lo he sentenciado.
He sido verdugo de lo que deb¨ª ser centinela.
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