2024: el ¨²ltimo encuentro
Desahuciado: el 2024, a?o de Felipe Carrillo Puerto, tiene los d¨ªas contados. El a?o dedicado al Benem¨¦rito del proletariado y defensor del Mayab, agoniza y, en menos de lo que ruge un jaguar, morir¨¢
Fue bisiesto. Trescientos sesenta y seis d¨ªas fueron suficientes para perder pedazos irrecuperables de lo que ¨¦ramos. Andr¨¦s Manuel L¨®pez Obrador ¡ªconocido ilusionista¡ª los arroj¨® al fondo de su sombrero y se march¨®. ?Destino? Una quinta al costado de la carretera Pakaln¨¢-Palenque en Chiapas.
Andr¨¦s Manuel L¨®pez Obrador ¡ªel peligro para M¨¦xico¡ª se llev¨® consigo la credibilidad de sus detractores. Opositores, analistas, comunicadores, encuestadoras y medios de comunicaci¨®n sepultados bajo el peso de 36 millones de votos. Un pu?ado de boletas electorales como prueba de la magnitud de su error. Algunos, derrotados, se replegaron en las sombras; otros, obstinados, persisten en tercos soliloquios desiertos.
El ¨²ltimo a?o de Andr¨¦s Manuel tambi¨¦n ajustici¨® al poder que permanec¨ªa intocado, as¨ª como a 5.700 juzgadores locales y 1.635 federales. Sobre su losa, como ornamento funerario, reposa la figura petrificada de Norma Pi?a quien, en su cruzada por defender al Poder Judicial de la reforma que lo reconfigur¨®, se crey¨® David, olvidando que era Goliat.
Y que nadie aguanta un recarg¨®n de Andr¨¦s Manuel L¨®pez Obrador.
En el veinte veinticuatro, a?o de la batalla final del dirigente pol¨ªtico m¨¢s importante de la historia moderna ¡ªpalabra de Sheinbaum¡ª, se esfumaron siete ¨®rganos del Estado mexicano. Islas dispersas que, sin resistencia, fueron tragadas por el continente. Con aquel movimiento ¡ªde la mano de mayor¨ªas parlamentarias y un nutrido respaldo popular¡ª emergi¨® un barco s¨®lido: centralizado, austero, dise?ado para navegar hacia los resultados. Por ahora, Sheinbaum sostiene el tim¨®n con fuerza. Dios nos guarde si, en un descuido, lo perdiera.
Con la partida del Necio, tambi¨¦n se desvaneci¨® un viejo sue?o: la posibilidad de una fuerza de seguridad con mando civil. El L¨®pez Obrador pragm¨¢tico opt¨® por otro camino: la militarizaci¨®n permanente, la seguridad p¨²blica a nivel federal y el incremento del poder pol¨ªtico y econ¨®mico de la Sedena. Se fue el sue?o; la pesadilla ronda.
Al partir, Andr¨¦s Manuel L¨®pez Obrador avent¨® al fondo del sombrero una antigua ¡ªotrora querida¡ª reliquia: el Partido de la Revoluci¨®n Democr¨¢tica y su registro nacional ante la autoridad electoral. Plof. A lo lejos, Alejandro Moreno ¡ª Alito, apodan al se?or¡ª y Jorge Romero observan la escena mientras se frotan las manos. Phew. Podr¨¢n seguir orde?ando, al menos un rato m¨¢s, sus respectivas y desprestigiadas vacas lecheras.
L¨®pez Obrador tambi¨¦n se ha llevado ¡ªen un mismo paquete¡ª los deseos de la oposici¨®n de arrebatarle a la izquierda la jefatura de Gobierno de la Ciudad de M¨¦xico, junto con la sonrisa bribona de Santiago Taboada. Las ha doblado con cuidado, como quien guarda un trofeo, y las ha colocado en un rinc¨®n discreto de la quinta de Palenque, lejos, a varios kil¨®metros del basti¨®n obradorista. Anhelo de victoria con destino a La Chingada.
Los ¨²ltimos tramos de la vida p¨²blica de L¨®pez Obrador desataron vientos feroces que derribaron estructuras medianas y peque?as, especialmente las mal construidas. La virgen X¨®chitl, despeinada y confundida, emerge entre los restos de una campa?a desastrosa de congruente resultado. La Marea Rosa ¡ªsin¨®nimo de sociedad civil¡ª yace colapsada, atrapada entre polos Lacoste y ocultos prop¨®sitos. Entre la nube de polvo y los escombros, sobresale una peque?a y optimista mano ondeando un rosa bander¨ªn.
Al final del camino, el mago se meti¨® en su espacioso sombrero: Andr¨¦s Manuel L¨®pez Obrador se ha ido.
Adi¨®s.
Y adi¨®s al a?o de nuestro ¨²ltimo encuentro.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.