Danza temeraria
Los representantes pol¨ªticos no pueden dilapidar el esfuerzo de los ciudadanos
Comienza una semana decisiva tanto en las dimensiones sanitaria y econ¨®mica de la crisis provocada por la pandemia de coronavirus como tambi¨¦n, y sobre todo, en la pol¨ªtica. Las primeras medidas aliviando el confinamiento han puesto de manifiesto una realidad que prevalece sobre todas las dem¨¢s, y que no deber¨ªa ser olvidada en tiempos tan dif¨ªciles como los que se avecinan. Los ciudadanos han cumplido con las responsabilidades que les reclamaron los poderes p¨²blicos, en un esfuerzo que ning¨²n representante pol¨ªtico est¨¢ legitimado para dilapidar. Y ning¨²n representante quiere decir ninguno, sea cual sea la posici¨®n en la que lo hayan colocado los ciudadanos.
El esfuerzo ha exigido en los casos menos graves sobrellevar la soledad y el aislamiento, y, en los m¨¢s dram¨¢ticos, afrontar la p¨¦rdida de seres queridos a los que no se ha podido confortar en sus ¨²ltimas horas ni honrar en la despedida. Desgarrados entre estas y otras emociones extremas, incontables ciudadanos se han visto confrontados, adem¨¢s, a la p¨¦rdida del empleo, el negocio o la empresa que constitu¨ªan su modo de vida. Y una nueva generaci¨®n vuelve a encontrarse ante un futuro que parece no reservar ning¨²n lugar para su vocaci¨®n ni para su formaci¨®n, ni tampoco para la esperanza elemental de fundar una familia y mantenerla con su trabajo.
Esta realidad que ha ido tomando cuerpo en cada hogar donde se ha respetado c¨ªvicamente el confinamiento deber¨ªa bastar para que Gobierno y oposici¨®n tomaran conciencia de cu¨¢nto ofenden sepultando lo urgente y esencial bajo querellas que son obscenas porque responden a reyertas de poder, y que adem¨¢s solventan con la sordidez de un lenguaje que nadie deber¨ªa pronunciar ante un pa¨ªs en duelo y conmocionado. Basta de representaciones como las de un Gobierno que tiende la mano para un acuerdo tan grande y tan inconcreto sobre el futuro lejano que, al parecer, no deja espacio pol¨ªtico para acuerdos m¨¢s limitados y m¨¢s precisos sobre el presente inmediato. Y basta tambi¨¦n de una oposici¨®n que, como la del Partido Popular, reclama con soberbia el monopolio de la eficacia, no porque la demuestre all¨ª donde tiene ocasi¨®n, como es el caso de la Comunidad de Madrid y su presidenta, Isabel D¨ªaz Ayuso, sino porque lo que le sobra es, precisamente, soberbia.
Las estrategias del presidente Pedro S¨¢nchez y del l¨ªder de la oposici¨®n, Pablo Casado, se han revelado como fatalmente complementarias. Uno reclama la totalidad de la responsabilidad en la gesti¨®n de la crisis pensando que los ciudadanos recompensar¨¢n sus esfuerzos en solitario, y el otro se la transfiere gustosamente entre fingidas jeremiadas de contrariedad, convencido de que el beneficio vendr¨¢ de no compartir responsabilidad alguna. En realidad, ambos saben que este ceremonial, dise?ado por comunicadores convertidos en or¨¢culos, solo se puede traducir en unos esca?os arriba o abajo dentro de sus exiguas minor¨ªas actuales. Lo que parecen ignorar, sin embargo, es que conduce a la par¨¢lisis de las instituciones, poni¨¦ndolas en peligro. Ning¨²n Ejecutivo se puede mantener sin una mayor¨ªa suficiente para desarrollar un programa a trav¨¦s de un Presupuesto, por m¨¢s que no exista alternativa para derrocarlo. Ni el decreto ley puede ser el instrumento para remediar los graves problemas que se ciernen sobre el horizonte.
El Gobierno solicitar¨¢ en los pr¨®ximos d¨ªas una nueva pr¨®rroga del estado de alarma, para la que, por ahora, no cuenta con los votos imprescindibles. En su comparecencia del s¨¢bado, el presidente S¨¢nchez no se esforz¨® en hacer que el Congreso viniera a su posici¨®n, sino en demostrar que era la ¨²nica posible. El camino es arriesgado, incluso irresponsablemente arriesgado. Pero no solo porque el Gobierno puede encontrarse con un rev¨¦s que complique a¨²n m¨¢s la dif¨ªcil situaci¨®n pol¨ªtica, sino porque, gracias a la estrategia de ofrecer pactos para en realidad no alcanzar ninguno, sacrificando el inter¨¦s general, el ceremonial propagand¨ªstico se est¨¢ convirtiendo en una danza temeraria.
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