La libertad, Sancho...
Miles de millones de personas de todo el mundo han visto violado el regalo de la libertad en los ¨²ltimos meses por decisiones pol¨ªticas o administrativas, a fin de garantizar la salud de la poblaci¨®n
Dec¨ªa don Quijote a su escudero que la libertad es uno de los m¨¢s preciados dones que a los hombres dieron los cielos. Miles de millones de personas de todo el mundo han visto violado ese regalo en los ¨²ltimos meses por decisiones pol¨ªticas o administrativas, a fin de garantizar la salud de la poblaci¨®n. Por la libertad y la honra, a?ad¨ªa nuestro Alonso Quijano, se puede y debe aventurar la vida. Si hemos asumido pac¨ªficamente este particular cautiverio, ahora encaminado al disfrute de la condicional, no ha sido tanto por salvar las nuestras, como por proteger las ajenas.
Comprendo el estupor y aturdimiento de los gobernantes de la Tierra a la hora de hacer frente a un fen¨®meno de magnitudes y perfiles desconocidos hasta el momento. Pero eso no justifica las estupideces que propagan desde sus elevadas magistraturas. En los a?os recientes el populismo y la corrupci¨®n se aliaron en algunas democracias para entregar el poder a buen n¨²mero de idiotas. No es la norma imperante, aunque tampoco la excepci¨®n, y no solo afecta a quienes ejercen el mando sino en demasiados casos tambi¨¦n a quienes aspiran a hacerlo. Antes o despu¨¦s el coronavirus pasar¨¢ factura a todos ellos. De modo que cuando acabe el actual barullo ser¨¢ urgente someter el sistema a revisi¨®n, si no queremos verlo perecer.
Fruto de la mediocridad ambiente, uno de los debates a que asistimos es sobre la prevalencia de la salud frente a la econom¨ªa. Nos lo ahorrar¨ªamos si los protagonistas de tan encendida discusi¨®n consultaran qu¨¦ entiende por salud la Organizaci¨®n Mundial de la misma. Desde su fundaci¨®n en 1948, la define en sus estatutos como ¡°un estado de completo bienestar f¨ªsico, mental y social, y no solo la ausencia de afecciones o enfermedades¡±. El m¨¦dico chino Szeming Sze, que particip¨® en la redacci¨®n de dicho enunciado, la justific¨® debido a su preocupaci¨®n por la prevenci¨®n sanitaria y no solo por la asistencia. En la actual pandemia no han sido previsores la mayor¨ªa de los Gobiernos, el espa?ol en absoluto, y el bienestar social que la salud implica se ha visto y se ver¨¢ perjudicado por la paralizaci¨®n del sistema productivo, de cuyas consecuencias han de derivarse nuevas crisis.
Para justificar las medidas extraordinarias que est¨¢n tomando, alguna de dif¨ªcil encaje legal, la mayor¨ªa de los pol¨ªticos enfatizan que el desastre econ¨®mico que ya padecemos es el peor desde el fin de la Segunda Guerra Mundial. Hay que preguntarse pues por qu¨¦ no se inspiran en algunos de los m¨¦todos de entonces. La evocaci¨®n del Plan Marshall por parte del primer ministro espa?ol en nada tiene que ver con la realidad que hoy vivimos. Fue financiado exclusivamente por Estados Unidos para ayudar a los pa¨ªses europeos tras la contienda, diezmadas como estaban sus poblaciones, con infraestructuras arrasadas, escasez de alimentos o viviendas, y v¨ªctimas de una ruina generalizada. Pero mucho antes que dicho plan, tan pronto como en agosto de 1940, Churchill ya hab¨ªa impulsado modelos para la reconstrucci¨®n despu¨¦s del conflicto, que no terminar¨ªa hasta cinco a?os m¨¢s tarde. En 1943, en el seno de Naciones Unidas se firm¨® la instalaci¨®n de la UNRRA, una oficina de reparaci¨®n econ¨®mica de car¨¢cter multilateral. Keynes particip¨® en sus preparativos, como pr¨®logo a la conferencia de Bretton Woods. El proceso se llev¨® a cabo, seg¨²n cuenta Arnold Toynbee, en pleno apogeo de la guerra y simult¨¢neamente al desarrollo de las operaciones militares. Algo que, por comparaci¨®n, echamos de menos en el actual entorno que algunos describen como si de un conflicto armado se tratara. No estamos en una guerra por m¨¢s que la met¨¢fora encandile a los del conmigo o contra m¨ª, ni es necesario elegir entre salud y econom¨ªa si se contempla esta como una parte del completo bienestar social, evidentemente hoy amenazado.
La covid-19 es una amenaza global, por lo que merec¨ªa una respuesta temprana tambi¨¦n global. Pero los organismos de cooperaci¨®n no funcionaron. La pulsi¨®n nacionalista se adue?¨® de todos los Gobiernos, muchos de ellos envueltos en procesos electorales o plebiscitarios. Alemania, Francia y Austria se apresuraron a cerrar sus fronteras sin ni siquiera consultar con sus socios de la Uni¨®n. La desorganizaci¨®n interna de esta ha sido palpable y las controversias respecto al proceso de reconstrucci¨®n ni siquiera disfrutan de una cierta coherencia en el seno del Eurogrupo. Los salvamentos a empresas nacionales por parte de sus respectivos Gobiernos est¨¢n a la orden del d¨ªa; responden a necesidades objetivas pero pueden vulnerar directivas comunitarias y leyes de la competencia en detrimento de otros operadores. La construcci¨®n de Europa corre peligro. El G20 sigue desaparecido de hecho y asistimos a una expansi¨®n indiscriminada de pol¨ªticas monetarias que hacen prever una crisis global de deuda. Algunos creen que esto es el fin de la globalizaci¨®n, o que la misma ser¨¢ tambi¨¦n confinada y puesta en cuarentena. Las pulsiones autoritarias se extienden por doquier. Trump, pero no solo ¨¦l, se?ala sin ambages a China como responsable de la extensi¨®n del virus, prepar¨¢ndose para exigir reparaciones, despu¨¦s de haberle infligido castigos por doquier en el marco de la guerra comercial. A pesar de todo ello, nos hablan del regreso a una nueva normalidad. Quiz¨¢ la logremos alg¨²n d¨ªa, pero no es de prever en un a?o o dos, porque el mundo va a cambiar sustancialmente, ya ha comenzado a hacerlo. Se necesita una reconstrucci¨®n de las relaciones internacionales que llevar¨¢ tiempo y afectar¨¢ tanto a las decisiones globales como a las locales.
Las instituciones emanadas de la victoria aliada frente al nazismo han sido, tras la deserci¨®n sovi¨¦tica, la columna vertebral del desarrollo pol¨ªtico y econ¨®mico de Occidente. Ahora resultan clamorosamente insuficientes. Es del todo absurdo que China no tenga un peso relevante en el FMI y el Banco Mundial o que las grandes econom¨ªas del mundo, todas basadas en modelos de crecimiento capitalista, sean incapaces de encarar conjuntamente una reforma del sistema que garantice el bienestar social. A ello se puede llegar mediante el pacto o la confrontaci¨®n, en principio fundamentalmente comercial, aunque no es de descartar una escalada b¨¦lica en determinados escenarios. En semejante situaci¨®n, lo que se necesita no es tanto un nuevo Plan Marshall ¡ªaunque bienvenido sea si llega a producirse¡ª como un nuevo Bretton Woods: una conferencia internacional que acuerde las bases del funcionamiento financiero, monetario y comercial en la nueva civilizaci¨®n que se inaugura.
Por lo dem¨¢s, dadas las circunstancias, la suposici¨®n del presidente espa?ol de que la legislatura durar¨¢ los cuatro a?os de rigor parece un ensue?o, y a no pocos una pesadilla. Su gesti¨®n de la crisis es criticable no tanto por los resultados como por el m¨¦todo. Lejos de convocar desde el primer momento a las fuerzas pol¨ªticas a un proyecto nacional de reconstrucci¨®n, y no solo para salvar vidas, se le ve atrincherado en su escu¨¢lida mayor¨ªa parlamentaria, llamando a la unidad sin ning¨²n sentido autocr¨ªtico ni ¨¢nimo de participaci¨®n. Me ahorrar¨¦ los ejemplos, pues ya hay muchos que se encargan de exhibirlos. Tampoco la oposici¨®n se comporta mucho mejor. En ning¨²n caso se han escuchado ofertas mutuas reales para que la lucha contra el virus y el esfuerzo de recuperaci¨®n se lleven a cabo de forma solidaria. O¨ªmos en cambio muchos reproches e insultos. Es verdad que de esta no saldremos si no actuamos todos juntos, o al menos una gran mayor¨ªa, pero no habr¨¢ unidad mientras los dos principales grupos parlamentarios que han gobernado este pa¨ªs durante las pasadas cuatro d¨¦cadas sean incapaces de establecer un programa conjunto, no excluyente respecto al resto de las fuerzas pol¨ªticas. Apres¨²rense a hacerlo antes de que nos salga por ah¨ª cualquier Quijote dispuesto a alancear gigantes en defensa de su honra. O de su libertad.
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