?Un Nobel p¨®stumo de la Paz para los profesionales de la salud v¨ªctimas del coronavirus?
El personal sanitario, v¨ªctima de su fidelidad al trabajo para salvar a los otros, resonar¨¢ en nuestras conciencias como ejemplo de vida y de generosidad
La academia de los premios Nobel los conceder¨¢ este a?o a¨²n en plena pandemia. El Nobel de la paz ya fue otorgado en el pasado a pol¨ªticos que no siempre lo merec¨ªan. ?Por qu¨¦ no dar ese Nobel p¨®stumo a los profesionales de la salud v¨ªctimas en todo el mundo de la tragedia del coronavirus?
Aunque esas enfermeras y enfermeros piden no ser vistos como h¨¦roes, pues se trata de su obligaci¨®n, est¨¢n siendo v¨ªctimas en muchos casos de la falta de equipos en los maltrechos sistemas p¨²blicos de salud, que en muchas partes, como por ejemplo aqu¨ª en Brasil, han sido criminalmente saqueados por la corrupci¨®n pol¨ªtica.
Existe un clamor mundial de empat¨ªa y agradecimiento hacia estos profesionales, muchos de ellos ya jubilados y que han decidido volver a la primera l¨ªnea del frente de esta guerra de enemigos invisibles. La gente les aplaude, les canta y se conmueve con sus muertes. Ellos, a su vez, demuestran su felicidad cada vez que consiguen salvar una vida aunque sea a costa de poner en riesgo la propia.
¡°Tengo miedo, pero estoy aqu¨ª¡±, dijo una de las enfermeras italianas que acab¨® perdiendo su vida. Est¨¢ siendo como un r¨ªo de generosidad por parte de ese ej¨¦rcito de trabajadores an¨®nimos que son protagonistas de una nueva ola de simpat¨ªa y admiraci¨®n mundial. Escenas de su vida acaban viralizadas en las redes sociales como la de una enfermera dormida frente a su ordenador despu¨¦s de d¨ªas ininterrumpidos de trabajo. O la de esos enfermeros, el 85% mujeres, despidiendo con aplausos del hospital a una anciana de m¨¢s de cien a?os a la que consiguieron arrancar de la muerte.
El mundo que aplaude y ama a estos trabajadores de la salud descubre que el coronavirus quiz¨¢ nos est¨¦ revelando parad¨®jicamente lo mejor de nosotros mismos. Mientras enterramos a los muertos desenterramos virtudes que estaban adormecidas. Descubrimos una capacidad de amar que cre¨ªmos haber perdido, al mismo tiempo que nos descubrimos m¨¢s capaces de observar y de apreciar los mejor de los otros.
El virus podr¨ªa estar cur¨¢ndonos de nuestra frialdad y codicia de poseer y de nuestro olvido por los que sufren dolor y soledad. Podr¨ªa ser que est¨¦ sirviendo para recomenzar la vida con la fuerza y la alegr¨ªa del primer d¨ªa de la creaci¨®n y la conciencia de que o se vive de la mano de los otros, o seremos v¨ªctimas de la soledad que nos hace vivir como muertos.
Descubrimos que quiz¨¢ no ¨¦ramos tan malos y ego¨ªstas como cre¨ªamos. Estamos desenterrando rayos de humanidad en un mundo que parec¨ªa fr¨ªo y sin sentimientos. La pandemia ha hecho que nos sintamos m¨¢s cercanos a nivel mundial y la vida se nos revela con mayor valor y dignidad.
Si antes del coronavirus dec¨ªamos que el hombre era un lobo para los otros, hoy descubrimos que tambi¨¦n existen ¨¢ngeles en medio a este peque?o trozo de universo.
Si el mundo se descubriera ma?ana menos de piedra, menos feroz, con m¨¢s ganas de abrazos que de armas, las vidas perdidas no habr¨¢n sido in¨²tiles. Y los vivos no deber¨¢n olvidar que las v¨ªctimas fueron semilla de paz y de concordia futura.
S¨ª, deben crear ese Nobel p¨®stumo de la Paz para esos profesionales de la salud que mueren mientras derraman amor y desvelos con los que agonizan en sus manos. El poeta italiano Humberto Ungaretti escribi¨® que ¡°los muertos no hacen ruido a medida que crece la hierba¡±. Los muertos del coronavirus, v¨ªctimas de su fidelidad al trabajo para salvar a los otros, s¨ª resonar¨¢n en nuestras conciencias como ejemplo de vida y de generosidad. El mundo no debe olvidarles.
Su ejemplo nos est¨¢ limpiando del polvo del desinter¨¦s: viv¨ªamos en nuestra conciencia adormecida. Nos est¨¢n ayudando a descubrir que arrastr¨¢bamos tantas veces el peso de una vida sin sentido en la que hab¨ªamos matado al amor.
Quiz¨¢ esta tragedia que abraza al mundo en el temor y en la muerte, nos ayuda a descubrirnos m¨¢s vivos que antes frente al silencio de los ata¨²des enterrados en soledad sin que nadie pueda humedecerlos con sus l¨¢grimas de dolor.
Los nombres de esos profesionales, nuevos ¨¢ngeles de este calvario de dolor y muerte que nos est¨¢n sirviendo de ejemplo, deber¨¢n un d¨ªa ser grabados en piedra para recordar a quienes les seguir¨¢n que no existen fronteras entre la vida y la muerte cuando ambas son vividas con dignidad.
Solo quienes caminan como vivos, pero est¨¢n muertos dentro son incapaces de tener sentimientos de solidaridad en estos momentos de dolor y miedo mundiales. Como el presidente ultra de Brasil que a¨²n no ha sido capaz de expresar su compasi¨®n con las v¨ªctimas que el coronavirus va amontonando.
Esas personas han asesinado dentro de ellas ese m¨ªnimo de compasi¨®n que nos identifica como humanos. De ellos se podr¨ªa decir como Jes¨²s en el Evangelio: ¡°Dejad que los muertos entierren a los muertos¡±. Son cad¨¢veres ambulantes que se arrastran fingiendo estar vivos. Son los adoradores de la muerte porque vivir, al final, les infunde terror. La fuerza y la belleza del amor ya no les alcanza.
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