?Por qu¨¦ el bolsonarismo no tendr¨¢ futuro en Brasil?
Una secta con esa fuerza destructiva y nihilista nunca ser¨¢ la vocaci¨®n de este pa¨ªs que, a pesar de todos sus defectos, no renuncia a la alegr¨ªa de vivir en paz
Es dif¨ªcil ser profeta en estos tiempos convulsionados, pero por lo que conozco de Brasil, el bolsonarismo, genuino, el que se nutre en las cloacas del gabinete del odio del clan familiar Bolsonaro no tendr¨¢ futuro en este pa¨ªs. Quedar¨¢ pronto reducido a una excentricidad pol¨ªtica que a¨²n podr¨¢ crear ruido, pero que no est¨¢ llamado a ser un movimiento de peso. Acabar¨¢ siendo marginal en cuanto aparezca una propuesta democr¨¢tica alternativa capaz de sacar al pa¨ªs de la pesadilla autoritaria y grotesca en que est¨¢ empantanado.
?Que en qu¨¦ me fundo? En el hecho que el llamado bolsonarismo nace de la radicalidad de la pol¨ªtica vista como guerra, como enfrentamiento permanente, como muerte m¨¢s que vida.
Bueno recordar que el padre del psicoan¨¢lisis, Sigmund Freud, descubri¨®, inspirado en la filosof¨ªa griega, que el mundo se mueve entre dos grandes pulsiones: la del eros, que ser¨ªa el amor por la vida, la procreaci¨®n, la sexualidad, el placer y el amor, y la de tanatos, que recuerda el dios de la muerte. Es el impulso de la destrucci¨®n, de la violencia y del sadismo. Seg¨²n Freud, el mundo sigue en pie porque el impulso de vida es superior al de muerte. De lo contrario ya no existir¨ªa. Nos habr¨ªamos autodestruido.
En la pol¨ªtica ocurre lo mismo. Hay momentos en que el impulso de muerte y destrucci¨®n, el totalitarismo, parece triunfar, pero al final vencen los valores de la vida y la libertad como ocurri¨® con Europa tras la tragedia de la Segunda Guerra mundial.
Hay pa¨ªses que siempre fueron m¨¢s proclives a vivir bajo el tanatos destructivo y otros prefirieron crecer bajo la fuerza de la vida y la libertad, que son las claves de la felicidad.
?Y Brasil? Este es un pa¨ªs que, a pesar de un pasado de b¨¢rbara esclavitud que arrincon¨® en la pobreza y el abandono a millones de personas a su suerte, no pertenece a aquellos proclives a fomentar fantasmas de muerte. Brasil pecar¨ªa, si acaso, en ciertos momentos de su historia de pasividad, de servilismo al poder m¨¢s que a la guerra.
Es un pa¨ªs con vocaci¨®n, en sus diferentes y ricas culturas, al disfrute de la vida. Un pa¨ªs que no es gen¨¦ticamente guerrero. De ah¨ª que el bolsonarismo, tal como se presenta hoy bajo la bandera de la violencia y de la muerte, de la pol¨ªtica vista como un ring de barrio, no pueda echar ra¨ªces profundas.
Me atrever¨ªa a decir que el bolsonarismo extremo, el del griter¨ªo, que a veces puede asustar, no es m¨¢s que una de esas sectas fan¨¢ticas que nacen y mueren sin dejar huella. Esa pol¨ªtica se nutre solo de negatividad. Crea enemigos imaginarios y al final resulta de un infantilismo apabullador.
Esas sectas son destructivas, son buscadoras de contiendas y se alimentan de s¨ªmbolos de muerte. Basta ver el ata¨²d que arrastran en las manifestaciones como s¨ªmbolo de su muerte anunciada. Buscan siempre guerra y pelea porque la paz les asusta. Y cuando no existen enemigos se los crean. Destruyen todo lo que evoca el gusto por la vida, la alegr¨ªa y la libertad. Por eso no saben ni siquiera lamentar la muerte de la joven negra y favelada, la activista Marielle Franco.
Esas sectas religiosas o pol¨ªticas necesitan de un mito para suplir su nulidad como manada. Sufren de complejo de castraci¨®n. Profesan una sexualidad enfermiza engalonada con s¨ªmbolos que rozan la pornograf¨ªa.
Cultivan los s¨ªmbolos de la muerte y de la destrucci¨®n porque vivir les da miedo. Su vocaci¨®n es la sat¨¢nica de dividir. Act¨²an en los meandros de la oscuridad que es el reino de la mentira. Cuando no encuentran enemigos se los inventan. Necesitan mantener vivo el diapas¨®n del odio. De ah¨ª que naden con maestr¨ªa en las aguas oscuras de las fake news.
Son negadores de la compasi¨®n. La hiel y lo rancio son el primer ingrediente de sus cocinas. Esas sectas de la muerte acaban al final como can¨ªbales devor¨¢ndose los unos con los otros. La mayor morbosidad, los mejores orgasmos pol¨ªticos del bolsonarismo, los constituyen la pasi¨®n por las armas y por todo el ritual gestual y simb¨®lico de la guerra.
El dios de esa secta es el de los truenos y los miedos, el vengador, el dios que se complace con la destrucci¨®n de los enemigos. Ellos que se profesan seguidores de la Biblia nunca entender¨¢n la emoci¨®n de Jes¨²s de Nazaret resucitando a su amigo L¨¢zaro, ni la de ver curado a un leproso.
Al final, toda esa agresividad y hambre de guerra y conflictos del bolsonarismo revelan su incapacidad para la felicidad. Se ahogan en sus propios instintos de destrucci¨®n.
Les crea p¨¢nico la diversidad sexual porque amenaza su falsa virilidad. Le infunde miedo la ternura porque condena su ¨ªndole machista. Se sienten mejor a la puerta de un cementerio que ante la cuna de un reci¨¦n nacido. Sus impulsos de muerte superan siempre a los de vida. Esos buscadores de muerte y pelea se asustan ante los mansos porque en definitiva los desarmados les infunden miedo. Se envalentonan solo ante los d¨¦biles porque los verdaderos fuertes, que son los que no temen la muerte, les desnudan de su falsa hombr¨ªa.
No, una secta con esa fuerza destructiva y nihilista nunca ser¨¢ la vocaci¨®n de un Brasil que, a pesar de todos sus defectos, no renuncia a la alegr¨ªa de vivir en paz. Solo podr¨ªan imponerla con la fuerza de los blindados de guerra.
Los dos ministros estrellas, el de Sanidad, Luiz Henrique Mandetta, y el de Justicia, Sergio Moro, ambos recientemente expulsados del Gobierno, representan, seg¨²n los ¨²ltimos sondeos, al menos casi 60% del consenso popular. Lo que evidencia que el Gabinete del odio se est¨¢ agotando. ?Qui¨¦nes les quedan? Brasil no est¨¢ m¨¢s con ellos.
?Demasiado optimista? Quiz¨¢, pero de pesimismo nuestras gargantas est¨¢n ya demasiado resecadas.
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