Julio y el hilo rojo
Anguita aspiraba a que la pol¨ªtica se convirtiera en el arte de la deliberaci¨®n racional, del leg¨ªtimo choque de ideas del que saldr¨ªa triunfante la posici¨®n correcta
En cierta medida, Julio Anguita no era de este mundo. Al menos no del mundo de la pol¨ªtica actual: ese ecosistema inundado de gritos, aspavientos, hip¨¦rboles, demagogia y descalificaciones que ahoga nuestro d¨ªa a d¨ªa. El estilo con el que Julio transmit¨ªa siempre fue otro: el de la pedagog¨ªa, la explicaci¨®n detallada y la discrepancia respetuosa. Y armado con esos instrumentos y con un profundo bagaje de cultura general, ¨¦l se adentr¨® con convicci¨®n en la gigante tarea de cambiar este mundo de base. No es poca cosa.
Este no es lugar para repasar apresuradamente su compleja y completa biograf¨ªa pol¨ªtica. Hay registros suficientes en los libros que escribi¨® ¨Csolo o acompa?ado¨C as¨ª como en las cr¨®nicas pol¨ªticas de las ¨²ltimas d¨¦cadas. Sin duda, siempre es buena idea leer sus textos y escuchar sus discursos, los mismos que animaron a miles de personas a interesarse por la pol¨ªtica. A contribuir a mejorar este pa¨ªs. Entre ellos, al que escribe estas letras: le debo a Julio haberme convencido, sin ¨¦l saberlo, de militar en el Partido Comunista de Espa?a. Cuando bastantes a?os m¨¢s tarde se lo record¨¦, me contest¨® con su acidez habitual: ¡°A m¨ª no me eches la culpa de eso, carga t¨² solo con esa responsabilidad¡±.
Aquella responsabilidad creci¨® de manera exponencial cuando nuestros compa?eros me eligieron para ocupar el cargo que ¨¦l en otro tiempo hab¨ªa ostentado, el de coordinador general de Izquierda Unida. Era comprensible sentirse peque?o a su lado. Siendo Julio coordinador, contribuy¨® de manera mucho m¨¢s que notable a dignificar la pol¨ªtica. Su elocuencia era manifiesta, pero sobre todo destacaba de ¨¦l el fuerte apego a los valores y a los principios de la izquierda c¨ªvica, democr¨¢tica y comunista. ?l era un profesor, un hombre de virtudes republicanas que nunca dej¨® de querer aprender y tampoco de querer ense?ar.
Aunque los problemas del coraz¨®n le alejaron de la primera l¨ªnea pol¨ªtica, Julio sigui¨® siendo un referente principal en este pa¨ªs. Desde esa posici¨®n m¨¢s sosegada, ¡°de retaguardia¡± como a veces gustaba de decir, impart¨ªa ense?anzas a trav¨¦s de sus art¨ªculos, de sus apariciones en prensa y de algunos pocos actos p¨²blicos que hizo en los ¨²ltimos a?os. Incluso particip¨® en alg¨²n que otro mitin electoral, apoyando a Izquierda Unida y m¨¢s tarde a Unidas Podemos. Todav¨ªa hace unos pocos d¨ªas nos mandaba ¨¢nimos a quienes ahora estamos en el Gobierno y nos recordaba que lo m¨¢s importante, ¡°lo prioritario¡±, era la construcci¨®n de una sociedad civil activa y formada, capaz de frenar a la extrema derecha y de alumbrar una nueva sociedad que hiciera del cumplimiento de los derechos humanos el eje de todo proyecto pol¨ªtico. Ese era su objetivo.
Julio aspiraba a que la pol¨ªtica se convirtiera en el arte de la deliberaci¨®n racional, del leg¨ªtimo choque de ideas del que saldr¨ªa triunfante la posici¨®n correcta. Sin embargo, no era un hombre ingenuo y su paso por la pol¨ªtica activa le hab¨ªa proporcionado suficientes ense?anzas como para reconocer que su ideal distaba mucho de parecerse a la realidad. A m¨ª personalmente me alert¨® de las eternas disputas internas en los partidos, de los documentos congresuales que se aprueban y no se cumplen, de las banderas que se usan para enfrentar a los pueblos olvidando las clases sociales y del negativo papel que en la formaci¨®n ciudadana ten¨ªa cierto embrutecimiento medi¨¢tico. Sab¨ªa que necesit¨¢bamos fomentar en la sociedad el pensamiento cr¨ªtico, alimentar la curiosidad innata que tenemos todos por aprender c¨®mo funciona el mundo y, sobre todo, quer¨ªa estimular la capacidad de los de abajo para movilizarse frente al abuso de los de arriba. Su causa era una causa justa.
Julio siempre tuvo muy identificados los riesgos de quiebra de nuestra sociedad. Desconfi¨® de la modernizaci¨®n espa?ola de los a?os ochenta, a la que supo reconocer sus aciertos, pero a la que no perdon¨® sus errores. Su visi¨®n cr¨ªtica del proyecto europeo resuena hoy como un eco terrible sobre las realidades cotidianas de los pueblos del sur. La lucha de Julio contra el neoliberalismo europeo ha sido y ser¨¢, sin duda, uno de los ejemplos m¨¢s evidentes de su propia lucidez. ?l no era adivino, sino un hombre inteligente que supo rodearse de gente inteligente. Por eso Julio se alzaba sobre todos los dem¨¢s con el uso del entendimiento, sin dogma alguno. Y la gente le escuchaba; le escuch¨¢bamos. Incluso sus m¨¢s fervientes cr¨ªticos sab¨ªan reconocer en ¨¦l su firmeza y capacidad; infund¨ªa respeto.
Conviene recordar que Julio nunca sacraliz¨® nada. No lo hizo con su partido, pues detestaba el patriotismo de siglas, aborrec¨ªa de los continuos idus de marzo que ten¨ªan lugar dentro de las organizaciones, y prefer¨ªa la lealtad a las ideas y a la raz¨®n. Pero tampoco sacraliz¨® su propia figura y dedic¨® muchos esfuerzos a estar alerta frente a ese riesgo. Ni siquiera le gustaba que le pidieran hacerse una foto con ¨¦l y no en pocas ocasiones respond¨ªa con sequedad que no era un cantante de rock. ?l, Julio Anguita, era un servidor p¨²blico. Nada m¨¢s y nada menos. Y gracias a eso es un ejemplo que deber¨ªamos ser capaces de extender.
Hoy el hilo rojo de Julio Anguita se ha apagado. Estoy convencido de que, si nos pudiera ver aqu¨ª y ahora, llorando y lamentando no haber aprendido a¨²n m¨¢s de su sabidur¨ªa, nos echar¨ªa la bronca. Probablemente nos dir¨ªa que ese hilo rojo tiene que continuar y que la responsabilidad de esa tarea recae en cada uno de nosotros. Sea as¨ª. Amigo Julio, all¨¢ donde est¨¦s, te queremos y te echaremos de menos. Salud y Rep¨²blica.
Alberto Garz¨®n es coordinador federal de Izquierda Unida y ministro de Consumo.
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