La pandemia crece m¨¢s que nunca
Occidente se relaja mientras el resto del mundo ve medrar al coronavirus
No hemos acabado de asimilar el significado del t¨¦rmino pandemia. Estamos todos tan enredados en el laberinto de las fases de la desescalada, tan sumidos en una competencia entre comunidades aut¨®nomas, provincias y comarcas, tan absortos en si nos abren la terraza o la barra del bar del barrio, que estamos olvidando que una pandemia es por definici¨®n una crisis global, una que no superaremos sin una inteligencia pol¨ªtica internacional. Nuestro glorioso y meritorio confinamiento, tan elogiado por la clase pol¨ªtica, no servir¨¢ de nada si no abrimos la mente al resto del mundo, donde el virus sigue una l¨®gica propia por completo ajena a nuestros prejuicios identitarios y a nuestras fronteras inviolables.
Nuestro regreso a la normalidad o posnormalidad no es m¨¢s que un espejismo. La pandemia est¨¢ creciendo al mayor ritmo que se ha registrado desde su origen, con m¨¢s de 100.000 casos nuevos al d¨ªa en el mundo. Es cierto que la propagaci¨®n del virus est¨¢ bajando en los pa¨ªses occidentales, gracias a unas medidas de confinamiento que nadie querr¨ªa volver a experimentar, pero las zonas m¨¢s pobladas de Latinoam¨¦rica, Oriente Pr¨®ximo, ?frica y el sur de Asia han tomado el relevo en estos d¨ªas. Esto calmar¨¢ la ansiedad de muchos, pues nos permite volver a considerar la covid-19 como una plaga de los pa¨ªses pobres, que al fin y al cabo se merecen todo lo que les ocurra por no haber pasado por el aro del progreso. A m¨ª no me la calma en absoluto, m¨¢s bien me pone los pelos de punta. Una epidemia global necesita una soluci¨®n global, y lo dem¨¢s son sue?os provincianos de contables.
Declan Walsh, jefe de la oficina de El Cairo de The New York Times, cuenta en detalle el caso de Egipto, un pa¨ªs donde la tasa de nuevas infecciones se ha duplicado en la ¨²ltima semana. Los m¨¦dicos egipcios han puesto de vuelta y media a su presidente, Abdelfat¨¢ Al Sisi, por la falta de preparaci¨®n y de equipos de protecci¨®n en el pa¨ªs. El emblema del que m¨¢s presume el presidente es su control absoluto sobre el pa¨ªs ¡ªlo que ya le vale¡ª, pero el SARS-CoV-2 no se aviene. Los contagios est¨¢n en progresi¨®n exponencial y la tasa de mortalidad es la m¨¢s alta de esa regi¨®n del mundo. Su ministro de Universidades e Investigaci¨®n pone en duda las cifras oficiales, y 30 m¨¦dicos han muerto. Al Sisi ha arremetido contra ¡°los enemigos del Estado¡±, pero de momento no ha encarcelado a nadie, en contra de su costumbre.
Egipto no es un caso aislado, ni mucho menos. El presidente brasile?o, Jair Bolsonaro, sigue empe?ado en quitar hierro a la pandemia mientras registra m¨¢s de un millar de muertes al d¨ªa, y encima tiene la desfachatez de declarar: ¡°Lo sentimos por los muertos, pero ese es el destino de todo el mundo¡±. Las muertes tambi¨¦n crecen en Banglad¨¦s, incluidos los campos de refugiados rohingya, por si les hiciera falta alguna desgracia m¨¢s. Sud¨¢frica, la locomotora econ¨®mica del continente, muestra la mayor tasa de infecci¨®n de ?frica, tal vez porque tiene m¨¢s medios de detecci¨®n. En otros pa¨ªses africanos, el calor y la baja edad media de la poblaci¨®n no est¨¢n evitando la propagaci¨®n del virus. La pandemia crece m¨¢s que nunca.
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