Historia o mitolog¨ªa
?Eliminar las huellas de un pasado ingrato como forma de justicia? El aquelarre de s¨ªmbolos que sigue a algunas protestas antirracistas revela la necesidad de una pedagog¨ªa del contexto, para no echar a Cervantes o Voltaire a la hoguera
La voladura de los Budas de Bamiy¨¢n frente al derribo de la estatua de Sadam en Bagdad. Acto de barbarie inexcusable frente a la natural revancha popular contra el tirano ca¨ªdo. ?Qu¨¦ hay de leg¨ªtimo o ileg¨ªtimo en esos actos? ?Por qu¨¦ el segundo es justificable, pero reprobable a gritos la ceguera brutal de los talibanes, si ambos representan la condena seguida de la destrucci¨®n? Quien dice Sadam, dice las efigies de Lenin sacrificadas en el espacio postsovi¨¦tico; o la remoci¨®n de las de Stalin antes. La furia iconoclasta que recorre el mundo viene de antiguo, desde que en los siglos VIII y IX se enfrentaron en uno de esos cismas bizantinos los adoradores de im¨¢genes y los que las romp¨ªan, los iconoclastas, t¨¦rmino desde entonces tambi¨¦n usado para definir a quienes se salen del carril del pensamiento ordenado.
Un pensamiento ¨²nico algo escaso de informaci¨®n e ignorante del contexto parece alimentar la l¨®gica furia desatada estos d¨ªas contra las huellas esclavistas, pero tambi¨¦n contra personajes hist¨®ricos como Gandhi o Churchill, revisitados por una correcci¨®n pol¨ªtica exacerbada hasta la revancha. ?Qu¨¦ culpa tuvo Cervantes, creador del ser m¨¢s libertario de la cultura universal, para que una estatua suya caiga hoy en este aquelarre de s¨ªmbolos? ?Y el ilustrado Voltaire?
La correcci¨®n pol¨ªtica se origin¨® en EE UU en los ochenta como una forma activa de empoderar, muy especialmente a trav¨¦s del lenguaje, a las minor¨ªas. Si la autoafirmaci¨®n de esas minor¨ªas ¡ªo la venganza cobrada de sus muchas ofensas¡ª pasa por maltratar una efigie de Cervantes o Voltaire, algo sucede. Vandalizar un busto del escritor espa?ol por racista ser¨ªa como acusar de violencia de g¨¦nero a Tolst¨®i por arrojar a las v¨ªas a Anna Kar¨¦nina. Todo est¨¢ inventado, tambi¨¦n las represalias para con la historia ingrata. Los romanos ejerc¨ªan la damnatio memoriae para borrar las huellas de los ca¨ªdos en desgracia tras su muerte, incluidos Cal¨ªgula y Ner¨®n. Tambi¨¦n la practicaron los egipcios, o los funcionarios que ejecutaron el terror del olvido estalinista y borraron toda menci¨®n de los mal llamados enemigos del pueblo.
El mal absoluto del racismo no puede hallar su ant¨ªtesis en un antirracismo miope, porque la obligatoria reivindicaci¨®n de la igualdad puede incurrir en actos arbitrarios aunque pretendan una justicia p¨®stuma. En algunos de los episodios de c¨®lera que se suceden en el Reino Unido, Francia o B¨¦lgica se a?ade otro factor capital: la memoria del colonialismo, ese sistema cruel por el que una minor¨ªa lejana imperaba sobre millones de seres despose¨ªdos. De ah¨ª, y de la herida divisoria de la raza, procede el empe?o de esta versi¨®n actualizada de damnatio memoriae, de este ajuste de cuentas con la historia, como si se tratara, en el fondo, de sustituirla por una mitolog¨ªa m¨¢s af¨ªn con el activismo de cada uno.
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