Pactos mefistot¨¦licos
Algo se mueve en nuestra democracia, que parece estar abandonando la idea de que todo compromiso equivale a una derrota de las propias posiciones
Se ha producido un giro en la actitud de los principales actores pol¨ªticos espa?oles, que parecen aproximarse a un todav¨ªa t¨ªmido abandono de su tozuda beligerancia. Ahora comienza a entreverse una mayor predisposici¨®n al acuerdo. Algo se mueve, en efecto, en nuestra democracia, que parece estar abandonando la idea de que todo compromiso equivale a una derrota de las propias posiciones; ese presupuesto de que la democracia no ser¨ªa la aspiraci¨®n de propugnar una acci¨®n en com¨²n, sino la derrota del adversario.
Lo cierto es que es aquella que participa de ambas dimensiones. No hay verdadera democracia sin conflicto, pero tampoco sin imaginar un consenso firme en torno a, cuando menos, sus propias reglas de juego. Aqu¨ª es donde reside el problema de las posiciones populistas, que aprovechan su llegada al poder para anular o debilitar aquellas instituciones que limitan su capacidad para imponer su programa. No es nuestro caso, desde luego, pero a nadie se le escapa la insoportable tensi¨®n que sufren muchas de nuestras instituciones como consecuencia de la disputa partidista. Lo vemos en la creciente judicializaci¨®n de la pol¨ªtica, acompa?ada muchas veces de presiones a jueces o fiscales, o en el intento por instrumentalizar a la Guardia Civil, en la falta de acuerdo para cerrar la composici¨®n del Tribunal Constitucional o el CGPJ, las amplias designaciones pol¨ªticas de altos cargos de las administraciones p¨²blicas, etc¨¦tera. El conflicto en pol¨ªtica es inevitable, de lo que se trata es de hacerlo productivo, de canalizarlo constructivamente para evitar la corrupci¨®n o el debilitamiento del sistema. Tambi¨¦n el ser conscientes de cu¨¢les son sus l¨ªmites ¡ªla preservaci¨®n de las instituciones¡ª y cu¨¢ndo hay que cambiar el chip y propugnar el entendimiento.
Aunque ese momento de la necesidad de buscar acuerdos hab¨ªa llegado hace ya tiempo ¡ªtodos conocemos de sobra la dimensi¨®n de la crisis¡ª, tengo para m¨ª que los principales actores pol¨ªticos solo han comenzado a moverse cuando han sido empujados a ello. Ya sea por la UE o por la fr¨¢gil mayor¨ªa parlamentaria, en el caso del Gobierno, o por las presiones de la patronal, en el PP, o por una dura derrota electoral, como es el caso de Ciudadanos. Y la raz¨®n de esa resistencia es bien simple, la incongruencia de tener que justificar ante sus hooligans que se hacen cesiones ante quien ven¨ªa present¨¢ndose como la encarnaci¨®n de Satan¨¢s. Tanto se ha jugado a descalificar al otro, que ambas partes tienen verdaderas dificultades para cambiar el paso, les exige un radical cambio de discurso y una reeducaci¨®n de sus bases. Todo un desaf¨ªo para l¨ªderes socializados en que el otro es el mal.
Bien pensado, es el mundo al rev¨¦s. Lo que la mayor¨ªa de los ciudadanos exig¨ªan es que se les explicara por qu¨¦ no se hac¨ªa. Dadas las circunstancias, lo patol¨®gico no era pactar, sino no hacerlo. Est¨¢ por ver hasta d¨®nde llega este giro, pero lo ideal ser¨ªa que se aprovechara tambi¨¦n para resta?ar las heridas abiertas en el entramado institucional, en fortalecer las reglas de juego, en salvarlas de contaminaciones partidistas. Me temo que no llegar¨¢ a tanto. Aun as¨ª, todo depende de que sepamos mantener la cultura de cooperaci¨®n m¨¢s all¨¢ de los imperativos que nos impone esta nueva y cr¨ªtica coyuntura. A ver si aprenden.
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