El orden establecido
Uno de los mitos m¨¢s consolidados de la monarqu¨ªa parlamentaria espa?ola es que los Reyes no dan entrevistas
Uno de los mitos m¨¢s consolidados de la monarqu¨ªa parlamentaria espa?ola es que los Reyes no dan entrevistas. No s¨®lo eso, sino que, en caso de hablar con periodistas, lo hablado jam¨¢s se publica. Ese mito extendid¨ªsimo no s¨®lo convive, sino que es compatible, con el hecho de que la monarqu¨ªa sea la instituci¨®n cuya opini¨®n se ha emitido de m¨¢s maneras posibles, desde medios m¨¢s diferentes y durante un periodo m¨¢s prolongado de tiempo. Lo que ha ocurrido es que ese posicionamiento ¡ªno siempre malo, no siempre bueno¡ª no ha podido estar nunca sujeto a juicio p¨²blico porque jam¨¢s se ha puesto en su boca. De hecho, m¨¢s que dar su opini¨®n, la monarqu¨ªa ha creado durante d¨¦cadas un marco informativo seg¨²n el cual casi todo se puede publicar, siendo el casi aquello que ata?e a su supervivencia y a su impunidad. Tal fue as¨ª que durante los a?os m¨¢s euf¨®ricos del juancarlismo hab¨ªa republicanos famosos s¨®lo por el hecho de serlo. No se trata del conocido relato sino de algo a¨²n m¨¢s conocido y antiguo: el orden establecido.
De ah¨ª que ahora, tras el estupor inicial por las revelaciones de los peri¨®dicos, haya reacciones tan a la desesperada que intentan absolver al rey em¨¦rito ya no por honesto, ni por ¨ªntegro ni por ejemplar, sino por enamorado. As¨ª, Corinna Larsen se ha aprovechado de un hombre entregado, la investigaci¨®n sobre Juan Carlos I es un caso aislado que no afecta a la monarqu¨ªa y, a falta de responsabilidades judiciales, las responsabilidades institucionales ya se han tomado. No se trata de impedir siquiera el cuestionamiento de la instituci¨®n, sino de advertir que esta es hereditaria de padres a hijos, pero esos padres y esos hijos funcionan como poderes independientes uno del otro, aun cuando, echando un vistazo al ¨¢rbol geneal¨®gico de los Borb¨®n, se llegue a la conclusi¨®n de que el caso aislado no es Juan Carlos I, sino Felipe VI. Y para esto ¨²ltimo hay que confiar.
Mientras, el orden establecido y sin establecer cree que, efectivamente, Corinna Larsen no se hubiera acercado a Juan Carlos de Borb¨®n si fuese empleado de una tienda de lujo, ni siquiera todo un encargado, del mismo modo que est¨¢ confirmado que, en esa relaci¨®n interesada, el rey era ¨¦l, no ella, por m¨¢s que se le pidan cuentas. Tambi¨¦n se intuye que si Corinna fuese la reina, y Juan Carlos de Borb¨®n su amigo entra?able, no ser¨ªa calificado con tanta alegr¨ªa como ¡°hombrezuelo¡±. Y una ¨²ltima lecci¨®n a aprender, otra vez y despu¨¦s de tantos siglos: el amor tambi¨¦n es un inter¨¦s; no todas las personas de las que nos enamoramos nos corresponden con ¨¦l, normalmente encuentran algo con lo que compensarlo: a veces la juventud, a veces la belleza, a veces el dinero, no necesariamente en este orden, ni necesariamente las personas compensadas lo son por cre¨¦rselo.
Otro mito consolidado de la monarqu¨ªa parlamentaria espa?ola es que quienes quieren rep¨²blica, quieren caos; un mito casi tan fuerte como aquel que reconoce que el mel¨®n debe abrirse en cualquier momento, pero ¡°ahora no toca¡±. El caos es uno de esos conceptos m¨¢s f¨¢ciles de asumir en la calle que en la aduana de un aeropuerto, de tal manera que provocar¨¢ m¨¢s miedo un se?or quemando un retrato de un rey que un rey investigado por llevar un malet¨ªn con millones sin tributarlos en su pa¨ªs. Y esto tiene que ver tambi¨¦n con el orden establecido, sus disposiciones hist¨®ricas, sus cl¨¢usulas morales y la obediencia, nuestra, debida.
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