El trabajo pendiente
Es necesaria hoy la en¨¦rgica voluntad que existi¨® en 1945, tras la guerra, para salir de la crisis econ¨®mica producida por el virus
Comparar lo que ocurre hoy con lo que sucedi¨® en el pasado no siempre sirve de mucho, salvo que se tomen las necesarias precauciones y el ejercicio sirva para entender mejor ese presente que se escapa de las manos y que a ratos resulta inabordable. Es frecuente que en tiempos de crisis se quiera observar qu¨¦ pas¨® en otras crisis anteriores, qu¨¦ se hizo para salir del embrollo y el sufrimiento, qu¨¦ funcion¨®, qu¨¦ fracas¨®. Ahora, cuando se empieza a tener una idea aproximada de la envergadura de la bofetada que la pandemia va a dar a las econom¨ªas del mundo, hay quienes vuelven los ojos para fijarse en otros periodos marcados por la devastaci¨®n; por ejemplo, la Segunda Guerra Mundial. Nada que ver, se dir¨¢, y es verdad: el coronavirus no ha desenfundado arma alguna de su cartuchera, ni ha dictado nada parecido a la Soluci¨®n Final, ni ha llenado los campos de batalla de riadas y riadas de soldados conducidos al matadero, ni ha empujado a que se dejaran caer las bombas at¨®micas sobre Hiroshima y Nagasaki.
El historiador brit¨¢nico Keith Lowe levant¨® acta en Continente salvaje del estado de Europa tras aquella locura demencial que condujo al hombre a familiarizarse con lo peor de su condici¨®n. Luego, en El miedo y la libertad, procur¨® dar cuenta de c¨®mo aquello transform¨® a las personas y a las sociedades. El pasado s¨¢bado, en un art¨ªculo publicado en Babelia ¡ªLa guerra que nos hizo como somos¡ª, Lowe comentaba que, en las ¨²ltimas d¨¦cadas, ¡°la esperanza y el idealismo de los a?os cincuenta y sesenta se han sustituido por una cultura de victimismo cada vez m¨¢s extendida¡±. Ese mundo en ruinas de 1945 no tiene mucho en com¨²n con el de hoy, salvo en un par de cosas. Una es que ahora tambi¨¦n existe la misma ansiedad y el desconcierto que embargaron a la gente de entonces. La otra, las tareas pendientes.
¡°En 1945 exist¨ªa la creencia universal de que los nacidos pobres deb¨ªan tener la oportunidad de ascender en la sociedad y de que quienes atravesaban momentos dif¨ªciles, fuera por estar en el paro, enfermos o ser mayores, deb¨ªan contar con una red de seguridad que los protegiera¡±, escribe Lowe en El miedo y la libertad. En aquel libro se acercaba a lo que hab¨ªa ocurrido pulsando las historias de personas concretas. Era su manera de apuntar a la materia prima que mueve el mundo: los temores ante lo inmediato y las ganas de cambiar cuanto hab¨ªa conducido a aquel infierno.
Lowe cuenta, siguiendo el hilo de la vida del arquitecto italiano Giancarlo de Carlo, c¨®mo ¡°en los 25 a?os posteriores a 1945 se vivir¨ªa la reconstrucci¨®n m¨¢s radical de la historia de las ciudades del mundo¡±. Hubo diferentes utop¨ªas, proyectos, ensayos, se cometieron algunos desbarres. El af¨¢n de que todos tuvieran un hogar condujo a elaborar planes que llegaron a perder de vista la vida de las personas, a las que se meti¨® en colmenas. Luces y sombras: no siempre todo sale bien. Pero lo que hubo detr¨¢s fue una en¨¦rgica voluntad de arreglar las cosas, y de que nadie se quedara atr¨¢s. La Europa de 2020 habla de reconstrucci¨®n, de proyectos que ayuden a frenar el cambio clim¨¢tico, de digitalizaci¨®n. Es hora de ponerse a trabajar, como hicieron en 1945.
Todas las v¨ªctimas merecen por descontado el mayor respeto, pero la actitud victimista tiene mucho de escarbar hacia dentro, cuando lo que toca es mirar hacia fuera. Y acometer las tareas pendientes.
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