Una ni?a de diez a?os aborta
Una gestaci¨®n es una alienaci¨®n de su cuerpo, una extensi¨®n del gesto abusador del violador. Pero para los fan¨¢ticos no hay razonabilidad sobre derechos o ciencia, pues el aborto es cuesti¨®n que provoca odiosas emociones
Yo la imagin¨¦ antes de verla. Imaginarla es ofrecerme su dolor, desesperarme con su desamparo. ?C¨®mo imaginar a una ni?a de diez a?os v¨ªctima de violaci¨®n? Tristemente, ella era exactamente ella. Una ni?a negra, peque?ita, con sandalias en los pies y un vestido florido. La vi de espaldas, un sapo de peluche verde entre los brazos dejaba la escena a¨²n m¨¢s desconcertante. Era lo real en forma de sentencia: una ni?a pobre, negra, v¨ªctima de abuso sexual infantil, a la espera de un m¨¦dico salvador. En su ciudad, S?o Mateus en Esp¨ªrito Santo, los m¨¦dicos se negaron a cumplir la ley. Desconozco lo que reclamaron para justificar la cobard¨ªa. Ella cruz¨® fronteras, tuvo el primer viaje de avi¨®n para tener acceso a lo que deber¨ªa ser un derecho. Sin esc¨¢ndalos o favores, solo el derecho al aborto porque fue violentada y su vida estaba en riesgo.
Es una ni?ita, el diminutivo es para provocar la compasi¨®n de aquellos para quien el aborto es tema de fanatismo. Ella fue abusada desde los seis hasta los diez a?os por un hombre adulto. El tiempo de la tortura solo fue interrumpido porque el cuerpo madur¨® y el silencio de la violaci¨®n se hizo esc¨¢ndalo del embarazo. Una barriga hinchada en el cuerpo infantil levant¨® la sospecha del hospital. En el intervalo de una semana, fan¨¢ticos surgieron en cada esquina de este pa¨ªs para determinar el futuro de la ni?a seg¨²n sus propios preceptos de buen vivir. De pastor desconocido, la ministra de Estado o bolsonarista reci¨¦n salida del presidio, hubo quien se lanzase en p¨²blico para sentenciar lo ¡°correcto¡± para la ni?a v¨ªctima de violaci¨®n. Para todos ellos, solo hab¨ªa algo correcto: poner a la ni?a en riesgo de muerte para no ofender sus creencias privadas sobre el aborto.
Un juez fue convocado. La sentencia es original para algunos, pues habla de la ¡°voluntad de la ni?a¡±. S¨ª, una ni?a de diez a?os tiene voluntad en este caso: ella lloraba al o¨ªr que ser¨ªa obligada a gestar, a transformarse en madre. La abuela repet¨ªa el desespero de la ni?a, pero los cobardes se unieron a los fan¨¢ticos para cuestionar procedimientos judiciales y l¨ªmites gestacionales de embarazo. Hay tres situaciones en las que el aborto es autorizado en Brasil, la ni?a viv¨ªa dos de ellas: fue v¨ªctima de violaci¨®n y el embarazo implica un riesgo de muerte. No hay otras preguntas a ser hechas ¡ªes en el mejor inter¨¦s de la ni?a realizar el aborto. Y lo m¨¢s pronto, y m¨¢s correcto y justo ser¨ªa sin esc¨¢ndalo p¨²blico.
Una ni?a de diez a?os no tiene un cuerpo preparado para gestar. Una gestaci¨®n es una alienaci¨®n de su cuerpo, una extensi¨®n del gesto abusador del violador. Pero para los fan¨¢ticos no hay razonabilidad sobre derechos o ciencia, pues el aborto es cuesti¨®n que provoca odiosas emociones. R¨¢pidamente se unen, ya sea para violar el deber de sigilo judicial sobre los derechos de la ni?a, ya sea para intimidar al m¨¦dico que cuid¨® del cuerpo abusado. Mientras escribo, la ni?a aborta, fan¨¢ticos rezan en la puerta del hospital, agreden al m¨¦dico que los mira de brazos cruzados. Pero lo que altera al fan¨¢tico no es el pasado de tortura en este cuerpo indefenso, sino la creencia de que el aborto es una pr¨¢ctica inmoral.
Contin¨²o pensando en la ni?a. Ahora tengo a su abuela, al juez, al promotor, al m¨¦dico en mi pensamiento. Es gente valiente que se junt¨® para enfrentar a los fan¨¢ticos y proteger a la ni?a an¨®nima. Decenas de mujeres an¨®nimas llegan al hospital para recitar en coro el pasado de tortura de la ni?a a los o¨ªdos de los fan¨¢ticos. Pero los fan¨¢ticos no descansan, ellos se provocan con la controversia. Por eso, es nuestro deber unirnos al dolor de esta ni?a. Su tortura no puede ser olvidada. El d¨ªa siguiente al aborto debe ser el d¨ªa en que tocaremos una vez m¨¢s a la puerta del Supremo Tribunal Federal de Brasil para recordar a los once ministros que la peregrinaci¨®n de esta ni?a podr¨ªa haber sido evitada si ellos tuviesen el coraje de la justicia para descriminalizar el aborto en el pa¨ªs. La hora correcta es ahora, el instante en que la ni?a peque?ita aborta porque fue violentada por un hombre abusador y maltratada por un Estado fan¨¢tico. La vida de las ni?as y de las mujeres importa.
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